Hallazgos| El invencible verano de Liliana

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 Rocío Fiallega

SemMéxico, Ciudad de México, 20 de agosto, 2022.-Hablar del dolor y la pérdida, sabiendo que la muerte existe, pero tan distinto cuando la vida es arrebatada después de haber recorrido el camino de la violencia feminicida; hablar del duelo y el deseo de justicia con esperanza y coraje (sí, ese que es desde el corazón); hablar con la memoria: la propia, la de ella, la de otros, otras; hablar de lo terrible con palabras bellas.

Todo eso lo hace Cristina Rivera Garza en El invencible verano de Liliana, quien se puso a tender su dolor al sol para luego tejerlo y enseñarnos que desde el 16 de julio de 1990 la ausencia de su hermana Liliana significó ese duelo que es el fin de la soledad, porque “Vivir en duelo es esto: nunca estar sola” y comer las uvas del Año Nuevo destinando una de ellas a la justica.

A través de los pasos de Cristina nos damos cuenta del pasado compartido con su hermana, de sus reflexiones acerca de cómo en estas décadas la sociedad tuvo que aprender a nombrar la violencia, el feminicidio, el saber que un jaloneo una cachetada, la vigilancia y el aislamiento de la víctima es una espiral que lleva hacia la muerte.

Y también conocemos a Liliana a través de sus cartas, de sus escritos, donde dejó plasmadas sus dudas, alegrías y desolaciones, cada transformación que la llevó a ser una estudiante de arquitectura con ganas de cumplir sus sueños, todo esto lo conocemos con una tipografía distinta, para saber que es su voz; porque también están presentes las voces de sus amigos y sus padres.

Cristina ha recorrido un largo camino en su interior para pronunciar el nombre de su hermana “sin caer de rodillas”, nadar sola y después dedicarse a escribir para nombrarlo todo y ver si duele menos; nadie se dio cuenta que su hermana estaba en peligro de muerte con el novio que tenía y después de reconstruir la historia con retazos de testimonios y con las propias palabras de Liliana, se observan las señales, las pistas de lo que la propia sociedad no nombraba.

Para esta magnífica escritora mexicana “los corazones vivos no olvidan a los corazones muertos” le llevó 30 años poder retomar las pertenencias de Liliana, para reconstruir su historia, para poder contarla y celebrar su vida, la de una mujer libre, luminosa, autora de su vida y fiel a sí misma.

Estas palabras que junto hoy no se comparan con la belleza de la narrativa de Cristina Rivera Garza, quien está siempre dispuesta a tirar al patriarcado de cualquier manera posible.

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