Por Rocío Fiallega
La locura de dios
SemMéxico, Cd. de México, 8 de enero, 2022.- Todo empezó con leer en voz alta las Lecturas, sentía la fuerza de las miradas (porque nadie escuchaba), todo ese poder le transmitía el agua de la vida. Luego emprendía una cruzada por los pasillos, para reunir la limosna. Hasta que llegó el día de transportar el cuerpo y la sangre de Cristo (y la gente lo creía), él los llevaría a la salvación. Después se quedaba hasta tarde, fe-esperanza-caridad -se repetía-, mientras que las vocecitas ignorantes le preguntaban cosas que sólo él sabía (los pasos del atrio al altar, del altar al presbiterio).
Vino el encierro cuando las miradas se convirtieron en ventosas por todo su cuerpo y las voces le consultaban insistentemente para ponerlo a prueba.
En su misticismo lo presentía, así es que eligió la reclusión; en el psiquiátrico, ninguno como él para el rito de la eucaristía: la pastilla y el cáliz, hasta el día del juicio final.
Hojas
“Desnúdate”, me dijo el otoño.
Mis hijas se marchan en alegre danza, la vibración de su risa me acorrala. Las pequeñas siempre enojadas porque las otras les hacían sombra; mientras que las grandes vivieron en eterno reproche por estar expuestas al sol y al viento.
Humedecidas de victoria, prendidas a mi rama estaban, su propio canto por volar hacia el viento las ha consumido. Ya no son mías, se han ido hacia la tierra, pues de ella provienen; árboles: rueguen por ellas, pues serán su alimento y permanencia.
Ansiedad. Abandono. Frío. Vulnerabilidad. ¿Por qué no fui una loba? Por lo menos podría correr y así deshacerme de esta furia confundida con desolación; nuestra madre debe dejarnos ir siempre. Algún día me secaré de tanta vida.
Princesas
Érase una vez una Cenicienta mañana con paisaje de Copo de nieve, necesitaba ser Bella y Durmiente; para convertirse en Sirenita prefirió ser una mañana-noche, evitando atardecer en los brazos de cualquiera.