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El sistema de salud es insuficiente y precario.

En el caso de las mujeres, doy algunos datos, su situación es más difícil ya que suelen tener menos ingresos, estar masivamente en el trabajo informal y muchas veces a cargo de criaturas

Drina Ergueta

Textura Violeta 
SemMéxico. Bolivia. 21 de febrero de 2917.- Caer en enfermedad es más que malo en Bolivia, es una verdadera desgracia que puede significar que la vida acabe a corto plazo. Lo insoportable de este tema es que la principal razón de la muerte inminente no es la enfermedad en sí, sino la pobreza por un lado y la falta de auxilio y compromiso de quienes deberían asumir la responsabilidad por el otro.
Digan lo que digan los certificados de defunción, la causa es un sistema de salud que desde el Estado es insuficiente y precario, con el añadido de que parecería secuestrado por intereses de quienes lo administran o dirigen. El privado no es mejor, es discriminador porque allí sólo entra quien puede pagar.
Enfermarse y no tener afiliación a la Caja Nacional de Salud, ya no digo a un seguro privado, significa correr con los gastos y hacerlo generalmente con una billetera vacía. 
En el caso de las mujeres, doy algunos datos, su situación es más difícil ya que suelen tener menos ingresos, estar masivamente en el trabajo informal y muchas veces a cargo de criaturas. Ellas tienen las mismas posibilidades de enfermarse que los hombres pero con riesgos añadidos, por ejemplo: por embarazo. Con 16 mujeres muertas por cada 10.000 nacimientos, Bolivia tiene el peor indicador de Latinoamérica luego de Haití, y el 37 por ciento de estas muertes ocurrió en centros de salud. Los riesgos de enfermedades ginecológicas o de mama también son altos; sin embargo, las revisiones médicas anuales no se hacen y el cáncer de mama es la segunda causa de muerte de las mujeres en Bolivia. 
Sólo el 30 por ciento de la población está afiliada a la CNS, de acuerdo a datos del 2012. No es un servicio universal de salud, no llega a toda la población. Son 3,2 millones de personas las que tienen esta asistencia de salud asegurada y hay que tomar en cuenta que de esa cifra el 42 por ciento corresponde al departamento de La Paz.
Estas cifras indican que La Paz, como sede de gobierno, genera la mayor concentración de personas afiliadas y que en el resto del país, en ciudades y especialmente en las zonas rurales, la llegada del Estado es absolutamente insuficiente, así como la del sector privado que instalará un centro siempre que haya garantía de ganancias. 
En el campo se curan con infusiones y si no hay mejora la única posibilidad es llegar a un hospital a cientos de kilómetros y esperar ayuda de la buena gente. Esta solidaridad a la que se apela también en las ciudades desde la clase media, y hasta de la “gente bien”, para costear alguna operación… es tan habitual que está normalizado. 
Y tener afiliación, beneficio que llega a quien trabaja formalmente en una empresa o institución pública o privada, no es ninguna garantía: implica tiempo de espera y rogar porque no haya un paro médico o de otras personas que prestan el servicio.
En el sector privado, centrado en el lucro, quien puede pagarlo debe buscar y elegir entre una opción y otra, con precios y diagnósticos diferentes que generan un desconcierto e inseguridad absolutos.
¿Qué hacer? Hay varios modelos, uno de ellos es el sistema de bienestar europeo. Es el Estado el que asume la responsabilidad de cuidar a su población, con un servicio potente, eficiente, con la infraestructura necesaria y un presupuesto adecuado que permite asegurar la atención de toda la población, sin necesidad siquiera de afiliación. Todo basado en un efectivo sistema impositivo. 
Aplicar un sistema así en Bolivia no es posible, dirán. Es cierto que faltan mucho, pero lo importante es tener el objetivo y el modelo claro, y que se pague impuestos. Así como los recursos naturales, por política, son cuidados por el Estado, este mismo pueblo debe ser tomado como el recurso más importante, ser protegido y no dejado a manos de otros intereses. 
No hay revolución, si se usa la palabra, que pueda llamarse así dignamente, que no afronte, como prioridad, el desarrollo público de los sistemas de educación y salud.

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