Hermelinda Vergara falleció el 8 de junio de 2021 tras ser ingresada en el albergue de Atlampa y su cuerpo fue enviado a la fosa común del Panteón de Dolores / Ilustración Daniel Rey y Daniel González
Trabajadores de la CDMX trasladaron a la joven en situación de calle a un albergue del gobierno, pero no avisaron a su amigos que murió 15 días después
Dana Estrada
SemMéxico/ El Sol de México, 20 de diciembre, 2024.- En mayo de 2021, Hermelinda Vergara, una mujer que vivía en la calle, quería bañarse, por lo que aceptó subir a una camioneta del gobierno local que la trasladaría a un albergue administrado por la Ciudad de México.
Los trabajadores le aseguraron a su pareja, Víctor, que regresarían a Hermelinda al día siguiente a la calle Artículo 123, en el Centro Histórico, donde vivía desde hace casi dos décadas con sus amigos, también en situación de calle.
Pero eso nunca pasó. La joven murió a los 15 días de su ingreso al Centro de Asistencia e Integración Social (CAIS) Atlampa, ubicado en Coyoacán, por septicemia, es decir, heridas no cuidadas en el cuerpo.
El personal del albergue nunca informó lo sucedido a los compañeros de Hermelinda y tampoco realizó una búsqueda solicitada a través del Locatel.
Luego de su muerte, su cuerpo permaneció en el Instituto de Ciencias Forenses (Incifo) y esa autoridad lo trasladó a la fosa común del Panteón Civil de Dolores, en la alcaldía Miguel Hidalgo.
Sólo 1.3 por ciento de los cuerpos sepultados, en calidad de desconocidos o sin reclamar, en la fosa común de ese panteón han sido exhumados por las autoridades en los últimos siete años. La alcaldía, responsable de administrar el cementerio, reportó vía transparencia que de 2018 a noviembre de este año, seis mil 936 restos han sido sepultados; sin embargo, únicamente 93 fueron reconocidos y reclamados.
Luis Enrique Hernández, director de la organización civil El Caracol, que trabaja por los derechos humanos e igualdad de poblaciones en situación de calle, contó a El Sol de México, que Herme, como decían a la mujer de entonces 31 años, era originaria de Pachuca, Hidalgo, pero pasó más de la mitad de su vida en las calles de la Ciudad de México.
Debido a su historia de vida, la joven dependió mucho tiempo del uso de drogas y en varias ocasiones terminó en rehabilitación, esfuerzos que duraban poco tiempo, pues al no contar con otro tipo de apoyo, siempre regresaba a vivir en las calles.
Por el consumo de sustancias, su cuerpo comenzó a experimentar hipocalemia, falta de potasio en la sangre, lo que limitó su movilidad. Durante los últimos años de su vida utilizó una silla de ruedas y los cuidados que necesitaba se los proporcionaba su comunidad y El Caracol, que durante más de 16 años la ayudó a recuperar su identidad, con el trámite de documentos oficiales, a rehabilitarse y a alimentarse, con la donación semanal de una despensa.
“Herme vivía en el Metro Juárez, con su compañero Víctor y otras personas en su misma situación. En mayo de 2021 ella sólo quería bañarse y aceptó el apoyo del CAIS que hacía recorridos en su camioneta. Le dijeron a Víctor que le daban el apoyo y que al otro día la regresaban al Metro, pero nunca la llevaron. Víctor la esperó y al no tener noticias, nos buscó y nos platicó lo que había sucedido”, relató Luis Enrique.
El Caracol llamó desde distintos números telefónicos al CAIS para saber el paradero de Hermelinda, pero no obtuvo una respuesta, por lo que reportó su ausencia al Locatel. Y Víctor, por su parte, preguntó en los albergues de la ciudad, pero le dijeron que no tenían ningún registro de ella y tampoco lo dejaron pasar para cerciorarse.
Fue hasta febrero de 2022, casi un año después de la última vez que supieron de ella, cuando Víctor, sus amigos y El Caracol se enteraron de que sus restos estaban en la fosa común.
Ante ello pidieron a la Fiscalía Especializada para la Investigación del Delito de Feminicidio que atrajera el caso para saber qué había sucedido con la joven y pedir apoyo para recuperar sus restos.
Luis Enrique detalló que la Fiscalía les proporcionó la carpeta de investigación y encontraron que Hermelinda falleció el 8 de junio de 2021, apenas 15 días después de que ingresó al albergue. La causa fue una septicemia no atendida a tiempo y murió en el hospital Juan Ramón de la Fuente, en Iztapalapa.
Las autoridades capitalinas llevaron su cuerpo al Incifo, donde permaneció alrededor de tres meses. Esa institución lo envió a la fosa común y fue sepultado en una tumba comunitaria de muertes relacionadas a Covid-19.
El cuerpo de Hermelinda fue enviado en 2021 por el Incifo a la fosa común del Panteón Civil de Dolores / Cortesía El Caracol
Los únicos organismos autorizados para enviar cuerpos para su sepultura a la fosa común son el Incifo y las universidades facultadas para prácticas e investigación con cadáveres.
Los años en que más se han enterrado cadáveres en la fosa común corresponden a la pandemia. En 2018 sepultaron 810 restos, en 2019 fueron 875, en 2020 un total de 857. Para 2021 estas cifras incrementaron a mil 166, en 2022 se recibieron mil 62, en 2023 fueron mil 264, y de enero a noviembre de este año van 902.
“No me explico como Hermelinda logró sobrevivir tantos años en las calles, y pasar por tantas situaciones de riesgo, y en menos de 15 días de ser ingresada al albergue murió (…) A ella no se la llevaron a la fuerza, porque su idea era ir a bañarse, pero tampoco le dijeron que ya no podría salir”, enfatizó el activista.
La organización buscó rescatar el cuerpo de Herme, sobre todo por petición de su pareja y amigos de Artículo 123, pero fue hasta inicio de 2024 cuando la Fiscalía comenzó con los trabajos de recuperación.
Los cuerpos de miles de personas en calidad de desconocidos o sin reclamar terminan en la fosa común del Panteón Civil de Dolores, en la alcaldía Miguel Hidalgo/ Rodolfo Gómez
La exhumación de restos, precisó la alcaldía, tiene un costo de 553 pesos: 486 corresponden a la exhumación de restos y 67 por el trámite de búsqueda de antecedentes en sus archivos.
Explicó que una vez que el Ministerio Público inicia la carpeta de investigación por el fallecimiento de la persona que se busca recuperar, debe solicitar las autorizaciones a un juez, a la Secretaría de Salud capitalina, el apoyo de bomberos, de personal del panteón y contratar a una empresa de fumigación para actuar el día de la exhumación.
Según la demarcación, varios de los cuerpos de la fosa común cuentan con una identidad o fueron reconocidos por sus familias, pero ya no fueron exhumados, sin embargo, no cuentan con el dato exacto de esos cadáveres.
Apenas el martes 10 de diciembre el cuerpo de Herme fue exhumado de la fosa común, por lo que sus seres queridos y la fundación pudieron sepultarla en su propia tumba, en un féretro para sus restos, con su nombre, flores y palabras de amor.
“Víctor nunca se cansó de buscarla y recuperarla. Estuvimos acompañando, buscando cómo hacer para que Herme regresara, al final todo se trató de voluntad política y ahora se le pudo regresar la dignidad”, señaló Luis Enrique.
El cuerpo de la joven de 31 años fue recuperado por sus seres queridos y enterrado en su propia tumba / cortesía El Caracol
El activista considera que los Centro de Asistencia e Integración Social son “lugares inhóspitos, que se vuelven depósitos humanos, y en donde le quitan su identidad a las personas”.
Ayer, este diario publicó que cinco de cada 10 cuerpos de personas en situación vulnerable o sin techo que han muerto al interior de esos albergues fueron utilizados en prácticas para estudiantes de medicina de la UNAM y el IPN en los últimos años.
Entre 2019 y 2022, nueve CAIS reportaron, vía transparencia, el fallecimiento de 783 usuarios en sus instalaciones, de los cuales 427 fueron llevados a los anfiteatros universitarios al no ser reclamados por sus familiares. Sin embargo, no en todos los casos los refugios revisaron que las personas no fueran buscadas por sus familiares como señala el protocolo.
De esta omisión fue víctima Pedro Martín Bribiesca Almaguer, quien murió el 11 de agosto de 2020 en el albergue Plaza del Estudiante y su cuerpo fue enviado a la Escuela Superior de Medicina del IPN, pese a tener una ficha activa de búsqueda desde diciembre de 2019. Un año después, esa institución educativa remitió su cuerpo a la fosa común del Panteón Civil de Dolores.
“Los cuerpos ingresaban a esta institución con los datos proporcionados en los CAIS y era dicha dependencia quien se encargaba de verificar si existía alguna ficha de búsqueda cuando la persona aún se encontraba con vida”, explicó la UNAM en una respuesta a una solicitud de información.