Yaneth Angélica Tamayo
SemMéxico, Querétaro, Qro., 18 de febrero, 2021.- Hablar de violencia infantil y no conocer los datos que impactan de forma grave a este grupo susceptible de ser vulnerado, nos limita comprender como es que los infantes interactúan, viven y sobreviven en una sociedad que los invisibiliza, violenta y les restringe en sus derechos humanos.
Por ello, lo primero que debemos tener en cuenta, es que en el país residen 38.5 millones de niñas, niños y adolescentes, que representan el 30.8 por ciento del total de población (ENADID, 2018). Del cual, el 49.6 por ciento de esta población se encuentra en situación de pobreza y 9.3% en pobreza extrema (CONEVAL 2018).
Siendo el hogar uno de los entornos donde las niñas, niños y adolescentes se encuentran expuestos a sufrir algún tipo de violencia.
Datos obtenidos del informe de la Red por los Derechos de la Infancia en México precisan que, en el país 63 por ciento de las niñas y niños de entre 1 y 14 años han experimentado al menos una forma de disciplina violenta durante el último mes, siendo las mujeres las más violentadas en los entornos familiares, especialmente entre los 14 y 15 años.
Además, esta Red precisa que actualmente existe un aumento de menores víctimas de delitos que atentan contra la libertad personal, contra la vida y la integridad corporal, en donde el 72 por ciento de las víctimas son niñas.
Y que derivado de la pandemia las niñas, niños y adolescentes han sido víctimas de homicidios que se traduce en aproximadamente 7 víctimas diarias. Sin contar, los feminicidios de niñas y adolescentes que aumentaron hasta un 30% en comparación con otros años.
Circunstancias que han sido determinantes para que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, sitúe a México en el primer lugar a nivel mundial en violencia y abuso infantil, señalando que 5.4 millones de infantes son violentados cada año.
De ahí que, las niñas, niños y adolescentes sigan esperando el pleno reconocimiento del respeto por su dignidad e integridad física. Ya que, durante siglos han sufrido violencia a manos de quienes se supone deberían protegerlos.
El adultocentrismo, ha invisibilizado la violencia ejercida contra los infantes, especialmente las infligidas por sus progenitores; infanticidio, castigos crueles y humillantes, trato negligente y abandono, abuso sexual y otras formas de violencia. Las cuales en pocas ocasiones son denunciadas, investigadas y sancionadas.
El miedo de las y los infantes para denunciar los incidentes de violencia por temor a sufrir castigos por parte de sus agresores, que en ocasiones suelen ser familiares, y la falta de apoyo de quienes deberían protegerlos, propicia que las agresiones perpetradas en contra de estos queden impunes al formar parte de los secretos familiares.
Lo que trae como consecuencia, exposición temprana a la violencia lo cual, dependiendo de la edad, impacta en el proceso de maduración; en el caso de exposición prolongada, ocasiona perturbación del sistema nervioso e inmunológico que puede provocar limitaciones sociales, emocionales y cognitivas, así como dar lugar a comportamientos que causan enfermedades en la salud física y mental, así como lesiones y problemas sociales.
Como se observa, el primer paso que se requiere es reconocer el impacto real que la violencia provoca en la vida de cada infante y adolescente, para después visibilizar y analizar las causas estructurales que generan que se perpetren actos violentos en contra de esta población; para ello es necesario que se propicien estrategias que en corresponsabilidad con la ciudadanía y el Estado prevengan, eviten y rompan el ciclo de violencia que sistemáticamente esta sociedad ejerce en contra de la infancia.