Yaneth Angélica Tamayo Ávalos
SemMéxico, Querétaro, Qro., 4 de noviembre, 2023.- Los pueblos indígenas representan una gran diversidad, estos constituyen más del 6 por ciento de la población mundial, esto es, cerca de 476 millones de personas. Sin embargo, alrededor del 15 por ciento de esta población viven en pobreza extrema.
El capitalismo y la visión eurocéntrica como valor fundamental del pensamiento occidental ha contribuido al origen de las brechas sociales, que se reflejan en un alto grado de insensibilización, discriminación y exclusión, lo que ha ocasionado una marcada situación de pobreza y marginación.
Colocando a los integrantes de estos pueblos, bajo un paternalismo dependiente del Estado, que los ha silenciado y sojuzgado por su origen, lengua y cultura.
En donde la incapacidad de las políticas sectoriales para satisfacer sus demandas y reivindicaciones sociales, económicas y políticas. Ha generado que las personas indígenas, exijan su derecho a ser sujetos de su propio desarrollo y protagonistas para decidir su destino.
Esto ha influido en el escenario nacional, para modificar la política de desarrollo en las regiones indígenas, reconociendo la presencia y participación de estos pueblos, como un componente fundamental dentro de la sociedad.
Si bien, la deuda histórica con las etnias ha impulsado normas que reconocen y promueven la diversidad cultural, así como la creación de nuevas instituciones de mediación entre el Estado y los pueblos indígenas.
Lo cierto es, que en la actualidad existe un insólito silencio respecto a la presencia e intervención de estos grupos en el ámbito público.
Además, la falta de directrices y metodologías compatibles con los nuevos mecanismos de gobierno han producido efectos indeseables, que se conectan con diferentes categorías sospechosas (género, origen, raza, edad, preferencia sexual, condición económica, entre otras señaladas por la norma suprema), que hacen más extenso el desplazamiento de las luchas y reivindicaciones sociales indígenas y afrodescendientes.
Generando así, las llamadas demandas sociales, que han funcionado como una especie de mecanismo de legitimación y normalización que ha impactado en la estandarización de las culturas indígenas y de la delegación del poder de representación política.
Esto ha propiciado que se replantee el modelo de desarrollo en el Estado, mediante la implementación de acciones afirmativas y programas de etnodesarrollo, que fomenten la participación comunitaria y la instalación de políticas interculturales, con la finalidad de conseguir la «inclusión» de las poblaciones originarias y caminar hacia la formación de una ciudadanía cultural.
La cultura ha llegado a ser una categoría central del discurso público y determinante en la construcción de las identidades sociales y políticas, la meta es avanzar en el afianzamiento de un «pacto social por la multiculturalidad» basado en el respeto por la diferencia cultural, la igualdad de oportunidades, la participación de los ciudadanos indígenas, así como el reconocimiento de los derechos colectivos de los pueblos nativos.
Por ello, es importante reconocer los mecanismos de resistencia que han desarrollado los pueblos indígenas y aprovecharlos como un método de conocimiento que permita implementar un nuevo modelo de convivencia e inclusión que les otorgue un lugar digno y trato justo en el conjunto de la sociedad.
La finalidad es dotar de un real empoderamiento a los pueblos indígenas, para que contribuyan en la formulación de políticas públicas desde una mirada multicultural, que beneficie los procesos de desarrollo de los pueblos y generen instancias reales para el cambio social.
En conclusión, los procesos políticos deben promover la construcción de una sociedad distinta, mediante el pensamiento de la diferencia y la descolonización de las relaciones de poder.
Este enfoque permitirá enriquecer la formulación de políticas públicas indígenas, al considerar y valorar el potencial existente en los saberes de los pueblos originarios, como parte de su cosmovisión; el que ha seguido existiendo, aunque de forma invisibilizada y subordinada al pensamiento de las sociedades dominantes.