Yaneth Tamayo Avalos
SemMéxico, Querétaro, Qro., 4 de agosto, 2024.- En los Estados modernos la elección de representantes a través del voto, presentan fenómenos tan variables que las elecciones podrían entenderse como un método o técnica de designación, en las cuales no siempre está implícito el contenido democrático.
Es decir, las elecciones no son exclusivas de las democracias.
Si bien, en la actualidad las democracias se establecen mediante el sufragio universal, estas son el resultado de una evolución en las técnicas de elección. Recordemos que en el pasado las elecciones se llevaban a cabo con la exclusión de mujeres o bajo gobiernos autoritarios, en donde no se cuestionaba la exclusividad del poder en manos de grupos dominantes. *
Este último escenario, incluso ha resurgido en algunos sistemas políticos de América Latina, los cuales son bien conocidos porque celebran elecciones bajo estructuras que no son democráticas. **
De ahí que, las elecciones varíen según los sistemas políticos, su importancia difiera de un sistema a otro y sus funciones cambien de sistema a sistema.
Mientras que en un sistema el elector puede elegir entre varios partidos y tomar su decisión libremente, en otro sistema tienen que votar por un partido único, ya que no se permite la participación de otros partidos o existe una intromisión por parte del partido oficialista, lo que impide la opción de alternativas y de cierto modo elecciones competitivas.
Para ejercer el voto los electores deben tener la oportunidad de elegir y gozar de libertad de elección, lo que implica la opción de alternativas, garantía de no ser reprimidos en sus derechos y libertades, y por supuesto, que se realicen al amparo de la ley, de tal forma que las condiciones permitan elecciones competitivas y no simulaciones.
Una elección de Estado
Durante los últimos meses, las elecciones presidenciales de México generaron una serie de desacuerdos sociales y políticos, situación que se vio envuelta por especulaciones negativas sobre los resultados electorales.
Entre ellas, se afirmaba que el proceso electoral que se estaba llevando acabo había una intromisión evidente por parte del actual presidente.
Por lo que, se empezó a hablar de una elección de Estado que daría como resultado el triunfo del partido oficialista, hasta el día de hoy se debate si la derrota de la oposición se debió o no a una elección de Estado.
Mientras que analistas en política señalan la intromisión del gobierno, autoridades electorales aseguran que la fortaleza jurídica y la autonomía de sus instituciones impidieron que se llevara a cabo una elección antidemocrática.
Pero veamos, en qué consiste una elección de Estado.
La «elección de Estado» se refiere a la manipulación del proceso electoral por parte del gobierno en turno para favorecer a su candidato y partido. Esto incluye el uso de recursos públicos en la campaña, la coacción de votantes, la limitación de la libertad de prensa y la obstrucción de la participación de partidos de oposición.
De acuerdo a la anterior definición, es indudable que existió una elección de Estado, pero no es de sorprenderse, tal táctica no resulta inédita.
Como se mencionó en las primeras líneas de esta redacción, nuestro sistema democrático y de elecciones se ha caracterizado por la personalización de la política, frecuentemente inclinada a la construcción de una autoridad central, reconocida y aceptada por todos los actores sociales, más allá de su legalidad.
Esa aceptación social es lo que ha impedido ver los abusos cometidos en el pasado, no olvidemos que por casi 70 años el PRI ejerció pleno control e interfirió en las elecciones y gozaba de total aceptación por la sociedad, y no es que los partidos políticos que le sucedieron en el poder no lo hayan intentado, simplemente sus acciones no dieron resultado.
Ahora bien, las instituciones electorales han servido como un sistema de blindaje que ha impedido de cierta forma las prácticas antidemocráticas, pero en este último sexenio, la intromisión del presidente al interior del Instituto Nacional Electoral, ha mermado la confianza en el proceso electoral y ha socavado los principios fundamentales de la democracia.
Como se ha mencionado y sin ánimo de justificar, esta es una tendencia que acostumbran los grupos que concentran el poder.
Concluyendo
Si bien, en más de una ocasión se ha advertido la tendencia del gobierno a desmantelar instituciones, se ha atribuido más a un rasgo personal del mandatario, a su trayectoria e ideología, que a una característica estructural del sistema político o, quizás a una tradición histórica mexicana.
El desmantelamiento de instituciones como condición para que el Ejecutivo disponga sin obstáculos de los medios necesarios para hacer realidad su proyecto de gobierno, es reflejo de la personalización política.
Más allá de ser un rasgo individual que caracteriza al presidente en turno, la personalización de la política revela una tendencia asentada en México a fortalecer la autoridad para vencer obstáculos políticos y económicos.
Como lo señaló Carpizo, la fortaleza del Ejecutivo mexicano siempre dependerá de que consiga la mayoría legislativa por la vía electoral. Con un Congreso dividido o sin mayoría, el Ejecutivo solamente puede administrar, más no imponerse políticamente.**
*.Entre 1944 y 1970, se construyó, vivió su auge y decadencia, el régimen autoritario de la posrevolución mexicana, uno de cuyos aspectos más prominentes fue el presidencialismo, que, al menos en apariencia, estaba en la frontera de la dictadura o del sultanismo; y para muchos era paradigmático de una versión excesiva y distorsionada del régimen presidencial, si no es que de una patología. (Manuel Ávila Camacho, Miguel Alemán, Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz) https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-19182013000200003
