La ciudad que no es para las mujeres

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Mariana Herrera López/Testigo Púrpura 

SemMéxico/Testigo Púrpura. Veracruz. 16 de octubre de 2020.- “Cuando la gente habla de acoso, es de lo primero que me acuerdo y de lo que me voy a acordar toda la vida” agitada, la voz de Estrella al otro lado del teléfono recuerda aquel miedo profundo que la invadió cuando un hombre de 50 años le decía “Que rica estás” mientras se agarraba los testículos. Estrella tenía solamente 7 años y la habían mandado por las tortillas, a una cuadra de su casa. 

El acoso sexual callejero, según el Observatorio Contra el Acoso Callejero Chile, son aquellas prácticas con implicación sexual explícita o implícita, provenientes de un desconocido. Este acoso ocurre en espacios públicos y de forma unidireccional, es decir, sin consentimiento de la víctima, y tiene la potencialidad de producir estragos emocionales como el miedo, la impotencia, la rabia o el asco. 

Este tipo de acoso es una realidad cruel y violenta que toda mujer ha experimentado más de una vez a lo largo de su vida. Actividades normales como ir a la escuela, al trabajo, hacer el súper, pasear al perro o simplemente caminar en la calle, se vuelven en momentos de riesgo y estrés constante para las mujeres.

El atropello que sufren las mujeres durante una actividad tan normal y básica como moverse por la ciudad no es un tipo de violencia aislada. La socióloga especialista en género, María José Guerrero González plantea en Acoso Sexual Callejero: Contexto y Dimensiones, que esta violencia se presenta porque colectivamente se cree que las mujeres pertenecen al espacio privado, como el hogar, y por eso las calles (o espacio público) no son construidas pensando en ellas. 

La experta señala que cuando las mujeres salen al espacio público, su cuerpo es visto como un objeto (por parte de los hombres) donde se les permite opinar, denigrar o incluso hasta tocar abiertamente. 

“Yo creo que lo peor no fue lo que yo sentí, siento que lo peor fue lo que yo me imaginé que podía suceder en ese momento”, la voz de Betty se pausa de apoco mientras revive aquel día en el que un hombre en motocicleta la tocó afuera de un OXXO y trató de jalarla hacia él. Ella únicamente había ido por un cartón de leche, pero después de eso pasó meses sin poder volver a poner pie en aquel lugar. 

Aún recuerda el nudo en la garganta que no le abandonó por un tiempo, aquella angustia que experimentó cuando se metió a bañar para librarse de la suciedad invisible que sentía en donde había sido tocada y aquel desconsuelo y furia que la acompañó toda la noche mientras lloraba sin consuelo. 

Este tipo de violencia de carácter sexual en los espacios públicos va desde el acoso sexual, que en el Código Penal del Estado de Veracruz se define como aquellas actitudes o acciones que con fines lascivos acose u hostige a una persona, mientras que el abuso sexual es tocamientos o manoseos corporales obscenos, o los que representen actos explícitamente sexuales u obliguen a la víctima a representarlos. También se considera abuso sexual cuando se obligue a la víctima a observar un acto sexual o a exhibir su cuerpo sin su consentimiento.

Las estadísticas nacionales reflejan claramente que es un problema profundo y normalizado en la cotidianidad de la mujer mexicana, pues la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de Relaciones en los Hogares (2016) arrojó que un 66.8 por ciento de las mujeres en México han sufrido violencia sexual en lugares públicos como la calle y el parque, mientras que un 13.2 por ciento declaró haber sufrido agresiones de tipo sexual en el transporte público. 

ESPACIOS QUE NO PIENSAN EN TODAS

Estos lugares donde se hacen presentes la mayor parte de las agresiones hacia las mujeres, como lo son las calles, el parque y el transporte público, de acuerdo con la arquitecta y urbanista Harmida Rubio Gutierrez, son lugares donde hay poca mezcla de usos, es decir, espacios que usualmente sirven a un único propósito; como las zonas residenciales, que dejan de tener actividad de personas y se vuelven lugares solitarios después de determinadas horas porque su única finalidad es su calidad de hogar o algunos parques que carecen de actividades de recreación para su uso.

En Espacios “del miedo” Ciudad y Género, María Añover expone que la planeación urbana y el diseño de las ciudades juega un papel determinante en dos tipos de seguridad. Por un lado, la seguridad objetiva, que podemos comprobar a través de estadísticas de denuncias o crímenes cometidos. 

Por otro lado, según la experta, está la seguridad subjetiva, la cual es la percepción de seguridad que tienen las mujeres de su entorno; dicha percepción se genera de las sensaciones que les genera el deterioro de las instalaciones urbanas, conductas agresivas de los transeúntes y con determinados elementos del entorno urbano, como lo es la oscuridad, la falta de iluminación, lugares desiertos, escondites, callejones.

Roberta se subió al camión que la llevaba a la secundaria, se dirigió al final del pasillo y tomó su lugar al lado de un joven. Ella no le dedicó más de dos segundos en su pensamiento, no había por qué. 

Roberta recuerda que después de un rato de trayecto, comenzó a sentir un movimiento extraño en su muslo derecho, algo que recorría su pierna, comenzó a preguntarse qué era lo que sucedía y trató de voltear a ver discretamente al joven que se encontraba a su lado, pero la sorpresa y el miedo la habían paralizado. 

Se repetía constantemente, en un intento por mantener la calma, que aquel movimiento probablemente era provocado por el mismo camión y su mochila, y que se estaba haciendo ideas. Así continuó, pensando que todo estaba en su imaginación, hasta que el joven de al lado se paró y se fue, y ella pudo darse cuenta de que su muslo derecho estaba mojado de semen. 

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas, la violencia que viven las mujeres sobre sus cuerpos determina en gran medida cómo ellas se relacionan y viven los diversos espacios, domésticos, comunitarios o públicos. Este temor a ser agredida tiende a resultar en una adaptación y limitación de cómo las mujeres viven su día a día, pues ser acosadas sexualmente en los lugares que frecuentan o transitan, se traduce en la idea de que las mujeres no pertenecen al espacio público. 

La forma en la que las mujeres perciben y se mueven por la ciudad es un tema de suma importancia para identificar, proponer e intervenir en este tipo de violencia que se vive día con día; en esta materia han surgido varias propuestas desde el feminismo, como el urbanismo feminista. 

URBANISMO FEMINISTA AL RESCATE

Rubio Gutiérrez, quien también es coordinadora del proyecto Espacios Públicos Amables para las Mujeres en Xalapa, explica que la construcción de las ciudades tiene una profunda influencia en cómo las perciben y experimentan las mujeres, pues al ser planeadas y diseñadas por hombres, no se toma en cuenta que existen espacios o lugares que posibilitan que a las mujeres se les agreda sexualmente.

“Por ejemplo, si hay una parada de autobús frente a un parque, y de lado de enfrente hay puras fabricas, nosotras inmediatamente decimos híjole, mejor me voy a otra parada, porque ya en la noche ya está muy solo ahí y ni quien me haga caso, pues porque en la noche cierra la fábrica, cierra el parque y por ahí no pasa nadie.  Pero como quienes diseñan son hombres pues no se lo plantean, más bien lo que se plantean es la agilidad de la ruta, que el camión no batalle en dar vuelta, cosas de ese tipo. Entonces no es un elemento para diseñar, para planear las ciudades, o no lo ha sido hasta el momento, y el urbanismo feminista pone en la mesa estos otros acondicionamientos para diseñar las ciudades también”, señala. 

Existen seis principios, elaborados por Anne Michaud en la Guía de planificación para un entorno urbano seguro, que deben de cumplir las ciudades de acuerdo con el urbanismo feminista para ser considerados lugares seguros por las mujeres:

  • Saber dónde estás y a dónde vas, esto es que la ciudad disponga de señales y marcas legibles que ayuden a trasladarse y orientarse de manera sencilla. Así como ser representadas en la iconografía de la ciudad.
  • Ver y ser vista, que a través del diseño del espacio se puedan ver todos los elementos y personas del entorno y así localizar posibles rutas de salida en caso de una situación de riesgo. Esta parte de la visibilidad también se refiere a la visibilidad simbólica y social de las mujeres, reconociendo su papel e influencia en el desarrollo de las sociedades.
  •  Escuchar y ser escuchada, que se garantice la vitalidad de la ciudad a través de una presencia permanente de personas, actividades, encuentro y relación y ayuda mutua. 
  •  Poder escapar y obtener auxilio, que exista una vigilancia informal y comunitaria entre todos los miembros de la sociedad en caso de una situación de riesgo.
  • Vivir en un ambiente limpio y acogedor, con una infraestructura y elementos bien mantenidos, que apoyen las actividades diarias, y que garantice que personas diversas puedan hacer propios los espacios públicos. 
  • Actuar colectivamente,  se tiene que favorecer la apropiación del espacio y el sentimiento de pertenencia de las personas, así como la convivencia, el intercambio y la socialización de las personas de manera igualitaria. 

En el Puerto de Veracruz se han realizado diversos proyectos alrededor del urbanismo feminista y la percepción del espacio de las mujeres, entre ellos el Mapeo de Espacios Públicos con Perspectiva de Género en la zona conurbada Veracruz-Boca del Río, elaborado por la Colectiva Colmena Verde.

Anahí Yopihua, colaboradora de la Colectiva, comenta que el mapa surgió en 2019 como una iniciativa para conocer más a fondo cómo es que las mujeres viven y transitan la ciudad y así proporcionarles una herramienta para estar más alerta en los espacios públicos que tienen antecedentes de riesgo o violencia. 

Los datos más reveladores de esta recolección, que se realizó a través de dos encuestas abiertas a las mujeres veracruzanas, es que los factores que las hacen sentir más inseguras en la ciudad son la mala iluminación (70%), las calles solitarias (61%) y los lotes baldíos o construcciones abandonadas de las zonas (42%). De igual forma  destacan las Zonas Universitarias, el Centro Histórico,  y zonas habitacionales como los lugares donde más inseguras se sienten y también donde más han sido víctimas de violencia. 

EL GOBIERNO OMISO ANTE LOS PROBLEMAS

Tanto Harmida Rubio como Anahí Yopihua manifiestan haber hecho entrega de los resultados de ambos proyectos a instancias de gobierno, como lo son el Instituto Municipal de la Mujer en Veracruz y Xalapa y el Ayuntamiento de Xalapa, pero sin recibir respuestas o resultados claros y definitivos al respecto:

“Hemos presentado los resultados de nuestra investigación muchas veces al ayuntamiento de Xalapa y a instancias estatales también, hasta federales, y bueno, digamos que no se ha visto de una manera muy determinante que hayan usado esta investigación para la toma de decisiones, hasta el momento no”, comenta Rubio Gutiérrez quien coordina el proyecto Espacios Públicos Amables para las Mujeres en Xalapa desde el Observatorio Urbano de la Universidad Veracruzana.

Cabe destacar que uno de los puntos clave para atacar la situación de violencia que viven las mujeres veracruzanas, presente en la declaratoria de la primera Alerta de Violencia de Género contra las Mujeres en el Estado, es el diseño y ejecución de una estrategia para recuperar los espacios públicos y prevenir así la violencia. Este punto del programa, contemplado desde el 2016, debía iniciar por un diagnóstico de los espacios donde se presentan las conductas violentas o delitos en contra de las mujeres, sin embargo son las iniciativas ciudadanas, como las de Colmena Verde y el Observatorio Urbano de la Universidad Veracruzana, las que se han hecho cargo de esta labor sin apoyo por parte del Gobierno de Veracruz.

La movilidad de las mujeres durante la pandemia, de acuerdo con  Acoyani Adame Castillo durante el Panel: Movilidad de la Mujeres durante la Pandemia COVID-19, retos y obstáculos desde las ciudad, ha evidenciado la carencia de las ciudades para proporcionar una sensación de seguridad a sus ciudadanas. 

Algunos testimonios, recolectados para el proyecto Bitácora de Inmovilidad organizado por Urbanismo Mujeres y Ciudad en Latinoamérica,  iniciativa a la que pertenece Adame Castillo, declararon sentirse más inseguras en la calle debido a que ahora se encuentran más solitarias debido a la pandemia y que aquellas personas que se encuentran en la calle tienen el rostro cubierto por el cubre bocas.

Harmida Rubio puntualiza que es necesario posicionar a las mujeres como una voz muy importante en el tema de crear, construir, reconstruir y mejorar los espacios, pues las ciudades son entes vivos y en constante transformación que reflejan las relaciones entre los miembros de una sociedad, y las mujeres ocupan un lugar importante en la misma. 

Repensar, replantear y proponer una nueva forma de construir y vivir las ciudades es una necesidad urgente para las nueve de cada diez mujeres en nuestro país que declararon sentir miedo de ser atacadas o abusadas sexualmente en la calle (ENDIREH 2016). Repensar, replantear y actuar por nuevas formas de pensar y vivir las ciudades y los espacios públicos es un derecho para Estrella, Betty, Roberta y todas aquellas mujeres que han sido privadas de sentirse seguras en un espacio que también les pertenece. 

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