Soledad Jarquín Edgar
SemMéxico, 17 de mayo, 2020.- La prehistórica idea del patriarcado sobre el significado y el valor del cuerpo de las mujeres se sigue colando en nuestros días y deja a su paso miles de víctimas cada día.
Esta semana, las feministas del país se han pronunciado vía redes sociales y en algunas plazas públicas, una de ellas Puerto Vallarta, Jalisco, y otra en la ciudad de México con el #LasNiñasNoSeTocan
La historia de las mujeres está plagada de ese tipo de violencia sexual y las ha marcado en toda su existencia, es una huella que las deja rotas irremediablemente.
Y lo es más todavía cuando al cruzar el umbral de la cosa esa que llamamos justica es simplemente la mayor falacia de todos los tiempos para muchas de esas víctimas pequeñas.
Ministerios públicos y jueces siguen desafiando con sus actos a las mujeres de este país, dolidas desde ya, por las tantas plagas que persisten en el escenario cotidiano y que sigue normalizado por las instituciones de todo tipo.
En México sufrimos una pandemia nacional con el asesinato de mujeres, tan terrible e increíble como el hecho de que un padre o cualquier otro familiar, hombres en la gran mayoría de los casos, destruyan la vida de las niñas.
Pero insisto es más terrible escuchar cómo el patriarcado sigue cerrando las puertas a la justicia relativa que podrían recibir las criaturas. Y es relativa porque el daño está hecho y es para siempre.
Los argumentos son tan retrógrados que merecen hoy que las y los legisladores del país revisen a conciencia lo que se escribió como ley, para no dejar hendiduras por las cuales se pueda ir la justicia o que los jueces tomen decisiones inaceptables para nadie.
Tampoco basta que el gobernador de Jalisco haya destituido al juez Jorge Luis Solís Aranda, ni que le hayan suspendido su sueldo. Se requieren acciones ejemplares, debe ser detenido, juzgado y sentenciado por su conducta retrograda que favorece al funcionario Luis Alonso N. quien fue encontrado el 26 de julio pasado con una niña de 10 años, desnuda en un vehículo.
Sin duda alguna tenemos ejemplos que han dañado al país, como los múltiples casos de pederastia cometidos por clérigos o pastores de todas las religiones, que han abusado sistemáticamente de niñas y niños. Poco a nula justicia han recibido a lo largo de los tiempos.
En algunas entidades del país, ese delito no proscribe, la finalidad es que las víctimas puedan denunciar los hechos cuando cobran consciencia de lo que han vivido. Mientras tanto, muchas de esas atrocidades siguen siendo el mayor secreto de miles de familias. Cladem Jalisco revela que el problema es que para que las víctimas puedan hablar se requieren 20 años, los códigos penales que consideran la no prescripción plantean de cinco a 10 años.
Y a eso hay que agregarle el caso de las niñas que, después, enfrentan embarazos, sufren al ser señaladas en sus comunidades o en los lugares donde viven, muchas han sido expulsadas de las escuelas “por ser malos ejemplos para el resto de sus compañeras”. De todos esos ejemplos hablo solo de memoria en los casos que como reportera me ha tocado ver en poco más de tres décadas.
Y saben que es lo peor, que la historia se repite, muchas veces impera el silencio y en otras gana la decisión patriarcal de un juez sin escrúpulos.
Hoy mismo lo dijeron las colectivas jaliscienses: “la violencia contra las mujeres y las niñas no es natural, es intencional, dirigida, va en aumento y es un abuso del poder”.
Sin duda, hay mucha razón. Las respuestas están a la vista.