Teresa Valdés Betancourt
SemMéxico, Colima, 22 de junio de 2022.- Así es, tenemos que insistir en el tema, porque las violencias contra las mujeres y niñas son la violación de sus derechos humanos y constituyen un problema de justicia social y de salud pública.
Puede ser evitable, no se debe considerar ni normal ni tolerable. Como dice la ley, se trata de vivir libre de violencia sin ninguna acción u omisión, basada en el género, que cause daño o sufrimiento psicológico, físico, patrimonial, económico, sexual o la muerte tanto en el ámbito privado como en el público.
Se sabe que la violencia es creciente, cíclica y volitiva. Quienes agreden lo hacen por la voluntad de hacer daño, de manera consciente. Aquí no vale ninguna excusa.
El feminicidio existe, se hace presente cada día, especialmente ante los hallazgos fosas clandestinas donde junto con los restos óseos dispersos, aparecen documentos, fotos, credenciales, placas de carros, hasta llaves y otras evidencias ineludibles que permiten identificar a las víctimas de los tipos de violencias que lastiman al país.
Todas las acciones para prevenir la violencia contra mujeres, adolescentes y niñas, deben partir de un enfoque multidimensional, para poder prevenir las numerosas formas que las originan y presentan alcance inimaginable. Insistir porque tenemos que hacer consciencia y sensibilizar para demostrar las causas de discriminación, inequidad, y fuerza que impone otras maneras de relaciones interpersonales.
Alguien puede tratar de justificar con la crisis ocasionada por COVID-19, pero la pandemia encontró un contexto de desigualdad social imperante, la exhibió y encendió focos rojos de alerta, para transformar esta realidad, desde los centros de salud con deteriorados sistemas de atención. No hay nada nuevo bajo el sol. Desde mucho antes, las mujeres padecían contextos de violencias graves que, con la epidemia de la COVID-19 se detonó y multiplicó esa misma la violencia familiar, con el abuso emocional y psicológico en los hogares por hacinamiento y problemas de convivencia en muchas familias ampliadas, con múltiples limitaciones.
En este contexto, el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (Comité de la CEDAW), reconoció los esfuerzos realizados por el Estado mexicano, y lamentó la persistencia de los altos niveles de violencia que afectan negativamente al ejercicio de los derechos humanos de las mujeres y las niñas.
Es un grave asunto contra el cual se lucha desde siempre ante sus manifestaciones. Rosa Luxemburgo polaca-alemana 1871-1919, señaló un camino, “Por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres”
Ahí están las feministas que alzaron su voz con determinación, relevancia y valentía en movimientos en defensa de las sobrevivientes de violencia, tales como #MeToo, #MiPrimerAcoso, #TimesUp, y #NiUnaMenos.
Todas exigen, gritan, reclaman en un llamado a los oídos sordos de un sistema patriarcal que, está en la obligación legal de implementar, las estrategias para erradicar la violencia contra las mujeres y las niñas, desde todos los sectores, en comunidades organizaciones civiles, sociales, y esferas de gobierno.
La violencia feminicida carece de límites previsibles y se reconoce en datos y estadísticas en México que confirman: una de cada tres mujeres sufren violencia física o sexual y como promedio mueren entre 10 y 11 mujeres diariamente.
Por lo general, está presidido por las agresiones psicológicas justificadas desde la omisión en el lenguaje, porque las mujeres no aparecen ni muertas en los conceptos jurídicos de Homicidio doloso, establecido para ocultar o disminuir las estadísticas del delito de feminicidio, que debe identificar para toda mujer que pierde la vida por acto violento.
Ese silencio impuesto por las estructuras patriarcales, trata de ignorar el alcance de la forma más extrema de agresión contra las mujeres. Ellas, mueren por el solo hecho de ser mujeres, lo que fundamenta, la violación de sus derechos humanos.
Seria procedente que quienes representan a sus países en ONU para alcanzar objetivos de la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible, que considera también la perspectiva de género, también deben incluir las causas estructurales de la violencia contra las mujeres y las niñas desde sus raíces, así como la necesidad de propiciar las acciones para su prevención y de cooperación con la sociedad civil para asegurar servicios accesibles para la atención de víctimas de violencia; servicios de salud y de procuración e impartición de justicia.
Quiero concluir esta reflexión con palabras de Marcela Lagarde, antropóloga feminista quien reconoce el feminicidio, como crímenes de odio contra las mujeres y en su texto Patriarcalismo y derechos humanos de las mujeres señala que:
La concepción filosófica y ética de los derechos humanos ha dado soporte y legitimidad durante más de medio siglo a los movimientos de mujeres y feministas en la defensa de su integridad. Cada movimiento, cada ola del feminismo, cada una de nosotras ha debido descubrir y aprender la relación histórica y filosófica entre feminismo y derechos humanos.
Esclarecer como la cultura de un patriarcalismo más autoritario cada vez, defiende su derecho a oprimir y violentar a las mujeres por la desigualdad natural y la inferioridad de las mujeres en relación con los hombres. Ellos gozan de supremacía sexual, social, económica, política, jurídica y cultural, emanada, entre otras fuentes, de su poder de dominio sobre las mujeres.
Por eso, no es casual que, los derechos de las mujeres sean presentados en confrontaciones ideológicas como privilegios y no como derechos. En realidad, el acceso de las mujeres al goce de sus derechos está determinado no sólo por el género, sino por la clase o la casta, el estamento, la etnia y otras condiciones sociales. Sí, hay mujeres que gozan relativamente de algunos derechos se hace creer que es a costa de quienes no gozan de ellos.
Así, en lugar de que las mujeres, por ser mujeres, puedan aspirar a gozar de derechos modernos que impregnen el género y todo su ser condicionado por todas sus circunstancias, desde ideologías sectarias, se tiende a rechazarlos como privilegios género-clase, género-etnia, género-edad y, a afirmar como sus opuestos positivos, contenidos conservadores patriarcales, exaltados como tradición de clase, de etnia, de edad y de otras condiciones sociales, jurídicas o culturales, de mundo.
En otra variante ideológica acerca de los derechos humanos, afirman que al existir, las mujeres ya los tenemos. Entonces. Se nos dice ¿qué más quieren? Nuestra respuesta es: Queremos igualdad con equidad como respeto a la diferencia.
Fuertes bibliografías.
https://catedraunescodh.unam.mx/catedra/CONACYT/16_DiplomadoMujeres/lecturas/modulo
MarcelaLagarde_El_derecho_humano_de_las_mujeres_a_una_vida_libre_de_violencia.pdf