Por Dixie Edith
SemMéxico/SEMlac. La Habana, Cuba. 29 de diciembre de 2021.- La adolescencia y la juventud en Cuba son diversas, plurales y heterogéneas, pero comparten características comunes, entre ellas la persistencia de estereotipos machistas. Sin embargo, ese abanico de opiniones, que varía según territorio, grupo social, nivel educacional, entre otros determinantes, muestra señales de avance. Lo confirma la actualización de un estudio sobre los imaginarios sociales juveniles acerca de la violencia por razones de género, realizado en 2017 por el Grupo de Estudios de Juventudes, del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS) en colaboración con el Centro Oscar Arnulfo Romero (OAR).
La socióloga María Isabel Domínguez, coordinadora del equipo del CIPS, considera que ese avance está directamente relacionado con una mayor visualización y trabajo para la atención de esta problemática, tanto desde el punto de vista comunicacional, como de las políticas públicas y las normativas jurídicas. “Eso va a contribuir a continuar profundizando la transformación de imaginarios tradicionales relacionados con la violencia de género”, aseguró.
La investigación de 2017 confirmó la presencia de mitos y estereotipos patriarcales en la juventud. ¿Se ha modificado esa situación? ¿Cuáles son los principales puntos de giro según los estudios más recientes?
Es alentador que los resultados, en esta ocasión, muestran mayor reconocimiento de aquellos imaginarios que sustentan relaciones de poder basadas en género en las juventudes estudiadas. También una identificación de expresiones que dan como resultado el control de los cuerpos de las mujeres y de los prejuicios acerca de las orientaciones sexuales y las identidades de género diversas; así como de aquellos elementos que justifican y naturalizan comportamientos violentos. Sin embargo, hay que destacar que se mantienen diferencias entre hombres y mujeres en ese avance, ellos con mayores proporciones entre quienes sostienen las visiones más tradicionales.
En sentido positivo, se aprecia mayor conciencia de las desigualdades entre hombres y mujeres; menor aceptación del rol de cuidadora per se para ellas y un reconocimiento mayor de que las tareas del hogar y la familia son también responsabilidad de los hombres. Se encontró, igualmente, menor aceptación de los celos como prueba de amor y la legitimación del derecho de ellas a tomar sus propias decisiones respecto a apariencia, sexualidad y relaciones con otras personas, como amigas o amigos. Con matices y contradicciones, es decir, no de una manera totalmente aceptada ni lineal, se apreció un mayor reconocimiento de los derechos de la comunidad LGTBIQ+ a expresar su sexualidad y a ser respetada.
¿Qué imaginarios mostraron mayores cambios en relación con 2017?
Me gustaría llamar la atención sobre uno en particular, el referido a la condición de madre de la mujer como algo inherente a su condición femenina. Está claro que este no es un resultado que se pueda generalizar a toda la población, pues aquí está influyendo el hecho de que en la muestra hubo una proporción elevada de mujeres estudiantes universitarias, que son el grupo social que tiene una menor y más tardía fecundidad, con lo cual para ellas la maternidad es una opción y no una obligación. Pero, aun cuando el dato no se pueda generalizar como un cambio de imaginarios a nivel social, sí va marcando una pauta en su transformación, por lo menos en determinados grupos.
En tanto, entre las cuestiones en las que se apreció menos avance está el peso que aún conserva la aceptación del piropo, visto como algo propio de la cultura popular y con una práctica muy arraigada. Aunque se rechazan las ofensas, en general hay un condicionamiento a que, si los piropos son bonitos, estimulantes, pues son aceptados y bien vistos.
También, entre aquellos elementos que conservan cierto peso, está el responsabilizar a las mujeres que sufren acoso por su forma de vestir y de comportarse, con lo cual se justifican las conductas masculinas. Hay una contradicción entre el hecho de expresar que las mujeres deberían vestirse como quisieran, frente a la consideración de que hacerlo de determinada manera estimula que puedan ser discriminadas, acosadas e incluso violentadas.
En general, se avanzó en considerar muchos comportamientos como controladores y violentos en mayor proporción que en el estudio anterior. Sin embargo, eso no ocurrió de igual manera con algunas prácticas relacionadas con el uso de las tecnologías.
En síntesis, hay pasos de avance, transformación de imaginarios sobre todo en grupos sociales como las mujeres jóvenes, en particular las estudiantes de determinados niveles educativos. También se aprecian avances en grupos de jóvenes varones, lo cual significa una fortaleza. Sin embargo, quedan brechas de género, insuficientemente documentadas, como las referidas a otros grupos ocupacionales y otros territorios.
¿Se han profundizado las diferencias por regiones y zonas de residencia vinculadas a la socialización de género?
Identificar si hay diferencias sustanciales entre regiones hubiera requerido una profundización mayor del estudio entre zonas urbanas centrales, que fue donde se concentró el trabajo, y otras zonas periurbanas, rurales, donde podrían estarse dando otras expresiones de estos imaginarios. Pero, desafortunadamente, no fue posible llegar allí. Este trabajo se realizó en la etapa de confinamiento por la pandemia y estuvo centrado en la capital y en otras capitales de provincia.
Las diferencias fundamentales encontradas están más asociadas a los grupos sociales de pertenencia, teniendo en cuenta que estos imaginarios tienen un peso fuerte entre jóvenes con nivel educativo medio superior e incluso superior.
¿Y en la comunicación y consumo de información?
Como decía antes, hay un mayor consumo de tecnologías de comunicación y mayor acceso a información por diferentes vías, incluso se constató que una parte significativa de la muestra tenía presencia activa en las redes sociales. Sin embargo, solo alrededor de la mitad de las personas jóvenes entrevistadas pudo identificar, por ejemplo, la presencia de campañas como Evoluciona y otros productos comunicativos como las series Rompiendo el silencio.
Otra cuestión significativa es que, aunque tienen vida activa en las redes sociales, no siempre las utilizan para un activismo en relación con la promoción de los derechos de las mujeres y de la prevención de formas discriminatorias y violentas de manifestarse.