¡Ya basta de nota roja!
Natalia Vidales Rodríguez
SemMéxico. 24 de junio 2019.- Los únicos que parecen no darse cuenta de que ya es suficiente el divulgar hasta el extremo en que lo hacen las llamadas notas rojas -cada vez más grotescas y explícitas- son, sin duda, los medios de comunicación que las divulgan: la TV, la radio, y la prensa. Suponen el mayor interés de la audiencia en ese morbo, cuando en realidad no es así.
Paradójicamente, la proporción de esas noticias y sus comentarios son menores en las redes sociales –ocupadas en tantas variadas cosas– que en los medios tradicionales, donde los noticieros suelen abrir sus emisiones con el crimen de la mañana y cerrar la señal por las noches con el último hecho de sangre de la jornada (solo para volver a repetir la historia al día siguiente una y otra vez).
En un sencillo monitoreo, Mujer y Poder 2.0 detectó que los mexicanos reciben al menos diez veces en un solo día la repetición de una misma nota roja (en el mismo o en diferentes medios de comunicación) y además, tocan el mismo tema al día siguiente volver, como si no hubiese –y vaya que los hay– tantos asuntos que presentarle a la ciudadanía.
Pero como cada día hay “nuevo” material de la misma o peor especie que publicar, entonces se ocupa buena parte de las emisiones en el mismo tema , como si fuera el pedido de la audiencia, cuando en realidad cada vez le merece menos atención (es difícil presentar como un atractivo lo mismo de siempre, sobre todo si no es agradable ). Suponemos que los medios, al machacar sobre lo mismo, de manera similar a cuando se promociona insistentemente un dentífrico, o una marca de papel sanitario y demás, dan por sentado que la gente continuará consumiéndolo (independientemente de su calidad).
Esta semana le preguntaremos también a los anunciantes de los medios qué les parece que sus productos sean publicitados enseguida de, por ejemplo, la escena de un cadáver colgando de un puente, o de la balacera del día.
Da pena ver a conductores de noticieros –antaño, de prestigio- dar incluso los detalles del atentado del día, pidiéndole al espectador que tenga “discreción” por las escenas dantescas que verá enseguida. Uno de ellos nos comentó que el área de producción los obliga a divulgar esos contenidos como parte de la programación habitual del medio.
Otro de ellos nos informa que el motivo tiene que ver –también– con lo económico que resulta la nota roja para las empresas del ramo, porque no requieren de mayores gastos de producción: un reportero y un camarógrafo, bastan para sacar una nota roja periodística de bajo costo, a diferencia de otros temas informativos relevantes que requieren de mayor presupuesto.
La Ley de Fuller del periodismo del siglo pasado decía que entre más lejos acontecía un hecho de sangre, mayor era el número de muertos y heridos requeridos para que se convirtiera en noticia, y que ya de por sí era una afrenta a la profesión, vino a ser relevada por la peor de ellas , cuando resulta que la nota roja es hoy la reina de los noticieros, al enterarnos de inmediato, y a veces en tiempo real de quien mató a quién y porqué, así sea al otro lado del mundo.
Los íconos históricos del destripador de Londres, o del estrangulador de Boston que cubrió escandalosamente la prensa del siglo pasado, ya quedaron rebasados con el día a día de las escenas de crímenes entre los narcos, accidentes, feminicidios, ajustes de cuentas y demás cotidianos en los medios de comunicación como las notas importantes de hoy.
Llegó la hora de revisar si la cobertura informativa donde las peores noticias sean las privilegiadas bajo el concepto de que son las que mejor se venden, está acorde con el derecho de las audiencias a una información de calidad, más allá del video de muerte más impactante del día.
Hace algunos años un pasquín nacional llamado “Alerta” detallaba toda clase de crímenes y fue proscrito por el gobierno; pero hoy impunemente no solo los concesionarios de la radio y de la TV, sino incluso los canales oficiales compiten en quien sacará la nota roja más explícita del día… con lo que sin duda influyen de una manera negativa en el ánimo y las acciones de la población.