De vuelta a la realidad
Natalia Vidales Rodríguez
SemMéxico. 08 de enero 2020.- Pasada la guadalupana, las navidades, el Año Nuevo, y los Reyes Magos, en el llamado tramo vacacional Guadalupe /Reyes, que fue del 12 de Diciembre al 6 de Enero -en que se vale soñar con un 2020 mejor-, ya es hora de espabilarnos y –para luego no desilusionarnos de más– echarle un vistazo a la terca realidad.
Lo anterior no obsta, sino todo lo contrario, para refrendar nuestro ya manifestado deseo de Año Nuevo de que evite, como de la peste, a quienes intenten trasmitir su pesimismo. Pero, como veremos enseguida, también es nueva ocasión para evitar discutir con personas fanáticas, sobre todo en materia política, por aquello de que quienes los rodeen puedan no notar la diferencia entre quien es el aferrado… y Usted.
La esperanza y el optimismo, sobre todo a principios de año, nos hace suponer que el mundo avanza hacia un destino mejor; pero la historia nos demuestra otra cosa. Para no ir, por lo pronto, tan lejos, recordemos que en los últimos cien años se padecieron dos guerras mundiales y que la guerra fría (con un nuevo rostro) ha regresado al nuevo milenio con un equilibrio atómico aún más frágil que el de mediados del siglo pasado.
Salvo el periodo del neolítico, que el influyente antropólogo francés Lévi Srauss y otros estudiosos, ubican como probablemente la única época feliz que haya conocido el ser humano, el resto del pasado ( y que hay quien dice que siempre fue mejor), nos muestra que el devenir ha sido de altas y de bajas, repetidas una y otra vez, en el curso de la Historia; y que la ley de la entropía es la norma no solo del Universo físico, sino también de la sociología ( paradójicamente, el mundo tenderá a ser cada vez más confuso ¡para hacerlo posible!). Tal vez por eso los existencialistas se refieran al “ahora mismo” y no al pasado y mucho menos al porvenir para ser felices.
¡Vaya!, ni siquiera en los mismos últimos cien años, cuando la tecnología se ha desarrollado exponencialmente como nunca antes, puede hablarse realmente de un progreso cabal — porque, por definición, se requeriría que llevara aparejada alguna disminución de la pobreza, de la desigualdad, la discriminación y la violencia, para así calificarlo — si advertimos, además, que la producción de bienes ya es inferior y más perjudicial que la producción de desechos.
No: la idea del Plan Divino que incluye a los llamados “renglones torcidos de Dios” y que estarían por detrás del lienzo perfecto, cada vez más nos hace ver que, en realidad, estamos en el lado equivocado de ese tapiz ( es decir, formando parte de los cabos sueltos, de los deshilachos y las hebras retorcidas de la parte de atrás de tan famoso tapete), y no de su parte mostrable.
Cuando Hirohito fue felicitado por su ingenio al atacar Pearl Harbor, con la cual los Estados Unidos entraron a la Segunda Guerra Mundial, respondió que si en verdad fuera un hombre inteligente hubiera encontrado la fórmula para evitar la guerra ( y Harry S. Truman, por su parte, opinó lo mismo luego de mandar las bombas atómicas sobre Japón).
El ser humano, pues, no tiene mayor intelecto para hacer lo correcto (pero sí lo conveniente, que es otra cosa), aforismo que se demuestra por el estado del mundo actual ( y del anterior y seguramente que del que vendrá).
Recientemente se publicó el libro Las Leyes Fundamentales de la Estupidez Humana, de Carlo M. Cippola (una especie de zaga literaria del también italiano Oliviero Ponte di Pino, moderno precursor de ese persistente género), el cual nos conduce a que solo podemos vencer la concupiscencia al error (e incluso a la maldad) mediante la perseverancia, la instrucción, y la corrección en el actuar, exigible tanto en lo personal como en lo colectivo. Ahí es, como apuntó Platón hace siglos, donde hay que aplicarse.
La estupidez, se podría concluir de la lectura de Cippola, no es un error de la creación, sino un elemento de ella y, en consecuencia, pulula por doquier. Pero, desde luego, hace más daño colectivo cuando la ejercitan los políticos, particularmente los demagogos y los populistas. Por lo tanto debemos evitar que los estultos, pasándose de listos, lleguen al poder….una tarea que se ha vuelto difícil luego de que los políticos tradicionales no dieron el ancho y no le dejaron a la ciudadanía mayores alternativas.
Así, como Hirohito, al menos deberían de reconocer su falta de inteligencia, antes de pedir que se vuelva a confiar en ellos. Aunque tal vez ya sea un poco tarde: lo que se ve venir son Movimientos sociales con nuevos líderes, en sustitución de la partidocracia que ya huele a prehistórica.