Estela Rojas: alma de pionera

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  • Con decisión cambió su destino en una familia tradicional
  • Se sobrepuso a los cuestionamientos machistas para ser una política diferente

Elvira Hernández Carballido

SemMéxico, Pachuca, Hgo, 14 de octubre, 2020.- La voz de Estela Rojas no duda al afirmar: “Debo decirle que me considero una mujer triunfadora, pero tuve que hacer, desde luego, un gran esfuerzo para lograr lo que he hecho.”[1]

De sus primeros años evoca a una familia tradicional donde lo más importante que había era el hombre, las mujeres estaban en un segundo plano, y ella tenía un hermano al que debía atender. “Él gozaba de todos los privilegios, se preocupaban para que fuera a la escuela. La mujer podía terminar la primaria y después esperar que un hombre se casara con ella y la mantuviera de por vida.”

Recuerda que ella sabía tocar el piano, y le habían sugerido que mientras se casaba podía dar clases a los niños. Pero no, su decisión a los diez años nadie pudo cambiarla: estudiaría la secundaria. Aunque, “dentro de las mujeres de mi familia ninguna había estudiado. Las que más, después de la primaria, durante dos años se les enseñaba taquigrafía y mecanografía y se metían a trabajar”.

En esa época, ya se preguntaba qué podía ser de grande. Primero quiso ser enfermera, pero su padre le aseguró que como mujer era muy difícil que soportara los casos de sangre y le impresionaría mucho querer atender un parto. Lo pensó mejor, y al poco tiempo dijo con toda seguridad: “Seré abogada”.

Pero no fue sencillo, en la sociedad lo “normal” era que una jovencita estudiara algo sencillo, o estudiara una carrera más acorde a la mujer, por ejemplo, ser maestra. Y después, casarse. “Y no, yo no quería solamente eso.  Decidí ir a hacer la preparatoria al Instituto Científico Literario y Autónomo que pasó a ser ahora la universidad. En mi casa había oposición de que yo fuera al instituto, mi hermano me decía que las cosas eran muy difíciles. No creas -me advertía- que es como tu escuelita, la secundaria Las Hijas de Allende, una escuela exclusivamente de mujeres. Me decía que no iba a ser tan fácil eso, que no se parecía en nada a una escuela de puras mujeres donde solamente nos consentían, que iba a ser más difícil para mí, que yo no iba a poder prosperar. Total, de todos modos, dije yo voy”.

Pero, al terminar el primer año de la preparatoria, obtuvo un premio en humanidades y entonces decidió hacer el bachillerato de Ciencias Sociales. Lo que sí representó un verdadero problema fue que no había la carrera de leyes en la Universidad de Hidalgo, entonces tuvo que irse a la ciudad de México para estudiar en la Universidad Nacional Autónoma de México.

Y otra vez las dudas paternas, las preocupaciones maternas: ¿dónde vas a vivir? ¿Cómo vas a vivir? ¿Con quién vas a vivir? Logró irse con dos amigas, las tres jóvenes de provincia se sentían ajenas a ese mundo citadino. Además, descubrieron que eran pocas mujeres las que iban a la universidad. Sin embargo, tuvo su ilusión por estudiar fue más fuerte. Un año antes de concluir sus estudios universitarios, empezó a trabajar en un despacho jurídico, daba clases de civismo en una secundaria técnica y “tuve que asumir una actitud de seriedad, de formalidad para que creyeran en mí”. 

En cuatro años concluyó su carrera, hizo su tesis, un estudio del sistema agrario con relación al sistema fiscal del Estado, y se tituló. De esta manera se convirtió en la primera mujer hidalguense en haber obtenido el título de licenciada en Derecho, por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Con su título de abogada regresó a Pachuca. Con gran iniciativa y seguridad habló con el gobernador y le manifestó que ya había terminado su carrera de Derecho. Le ofrecieron el cargo de defensor de oficio del fuero común y nuevamente fue pionera, se convirtió en la primera mujer del estado en ejercer ese puesto.

En 1957 se casó con Nicolás Soto Oliver, médico, cirujano. Su esposo se fue a Guanajuato, ya que debía cumplir con su servicio social. Lo acompañó y se regresó a Hidalgo cuando nació su primera hija, María Estela Rojas Soto.

Nuevamente en su estado natal se incorporó a su trabajo de defensoría de oficio y entró a trabajar a la escuela de Trabajo Social, donde al poco tiempo fue directora. Después, el Lic. Manuel Sánchez Vite la invitó a crear la Dirección General de Profesiones en el Estado.

Después recibió el Partido Revolucionario Institucional (PRI) la eligió para que fuera candidata a “diputado” federal por el tercer distrito con cabecera en Tula. Esa decisión la convertía en la primera mujer del estado que llega al congreso.

“Fue ahí donde obtuve mi primer aprendizaje político. Honestamente, yo me inicié políticamente no con los cargos de elección popular, yo me inicié como política en la universidad, un semillero que puede dar políticos porque ahí es la lucha de ideas es intensa y hasta apasionante. Nada de que todos levantaban las manos y ya. No, no, no aquí todo se cuestionaba, todo se decía el por qué, había oposición y llegábamos grupos de directores de diferentes escuelas con ideas ya bien definidas de lo que queríamos y a veces no correspondían a lo que el rector quería. Entonces, en la votación a veces le echábamos abajo las cosas al rector y por eso digo que yo ahí aprendí a ser política”. De manera honesta reconoce que fue “diputada de dedazo”. Es la verdad, “a mí me dijeron usted va a ser diputada y lo fui. Pero fue una campaña tan bella. Llegaba yo y la gente no sabía cómo recibirme, qué darme. Entonces me regalaban flores, cosas tejidas, artesanías, me hacían comidas y trataban de darme lo mejor que tenían”.

Para ella fue impactante llagar al Congreso de la Unión, la tribuna más grande del país y tuvo mucha aceptación. “Yo creo que me fue muy bien porque tuve muchas comisiones y participaciones. Subí a la tribuna varias veces, las comisiones que me dieron fueron muy importantes, inclusive me mandaron a New York a la Organización de las Naciones Unidas en representación de la cámara. Estuve en la Casa Blanca. Asistí a varias reuniones en distintos estados del país con mujeres legisladoras, participó activamente en las comisiones del año internacional de la mujer, en México”.

Su labor fue impecable y al concluirla la nombraron “presidente” del comité directivo estatal del PRI, en 1974 o 75. Entonces “soy la primera mujer a nivel nacional que nombran presidente del comité directivo estatal del PRI”. Más tarde, fue magistrada del estado. Cuando Lugo Verduzco fue electo gobernador, la invitó a trabajar en su gobierno como oficial mayor del gobierno del estado. Nuevamente es la “primera mujer en ocupar ese puesto”.

Nuevamente su trabajo es determinante para que sea elegida como candidata a diputada federal. “Que prendo la televisión y que voy viendo: la licenciada Estela Rojas nominada para el primer distrito de aquí. Y ahora otra vez a pensar y otra vez a hacer campaña, pero ya no resultó como la primera, tan agradable. Ahora ya le cuestionaban a una mucho nuestra presencia en los escenarios políticos y había poca asistencia a los mítines”. Pese a todo ganó las elecciones con bastante votación. La experiencia fue muy diferente a la primera ocasión, ahora había oposición, enfrentamientos constantes y la situación política en el país muy difícil al ser declarado presidente de México, Carlos Salinas.

Regresó a Pachuca pues su madre enfermó y murió. “Entonces como que me deprimí, me decaí y ya no salí. Hasta que me mandó llamar el Lic. Lugo Verduzco. En ese periodo se creó la Comisión de Derechos Humanos y me nombraron su presidenta”. Se dedicó a sanear la sociedad hidalguense desde esa perspectiva.

Ser la primera mujer en tantas experiencias del mundo académico, político y cultura es determinante para que se exprese con orgullo de sus compañeras de género, crea en ellas y aconseje o motive. “Una como mujer tiene que demostrar en el trabajo que lo sabe hacer, que lo puede hacer y que es mejor que los hombres. Siempre están vigilando cómo lo hicimos, y si hay un error de inmediato dicen: Ay, esta vieja, ¿mira lo que vino hacer… tenía que ser vieja no? Entonces, una debe hacer un doble un esfuerzo por hacer su trabajo lo mejor que puede. Ah, pero además tienes que ser buena esposa y buena madre y para eso no hay universidades ni escuelas. Una lo aprende sobre el camino. El trabajo más complejo creo que es el ser madre porque una quisiera que los hijos fueran perfectos y cualquier tropiezo de ellos, una lo sufre mucho. Fíjese, una de las críticas más constantes que siempre padecí siempre fue trabajar. La gente me decía, si ya tienes marido que te mantenga para qué trabajas ¿No te puede mantener? También me decían, “las mujeres que trabajan, abandonan a sus hijos” y eso, es mentira, porque depende de qué mujer. Las mujeres que trabajamos somos más organizadas.

Por ejemplo, yo hacía el mercado y en quince minutos llenaba dos bolsas. Salía a dar mis clases. A las once entraba al tribunal, pero ya tenía mis bolsas llenas y así me las llevaba. Cuando salía de ahí me las traía para la casa, si tenía servidumbre me ayudaban a guisar o sino lo hacía sola. Pero en mi casa siempre había comida a tiempo. Fue muy difícil… Siempre me preguntaba si estaba haciendo bien… yo creo que todas las que trabajamos nos hacemos esa pregunta ¿Valdrá la pena lo que estamos haciendo? ¿No estaré dejando a mis hijos el tiempo en que debería disfrutarlos más? Pero yo ahora digo: volvería hacer exactamente lo mismo”. Estela Rojas de Soto… Pionera de corazón.

SEM/ec


[1] El presenta apartado está redactado con la entrevista realizada a Estela Rojas para el libro “Bellas y Airosas: Mujeres en Hidalgo” (2011) , por lo que cada texto entre comillas corresponde a esa charla, de la cual viene la referencia completa al final del trabajo. 

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