Mujeres y Política

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#MeToo entre la acción y la reacción.

El poder patriarcal molesto.

Soledad Jarquín Edgar

SemMéxico, 4 abril 2019.- Sin duda #MeToo… ha puesto patas para arriba al patriarcado, al menos en el nivel de cuestionamiento y ha exhibido lo que la enorme mayoría de las mujeres sabíamos: la realidad silenciosa del acoso que ha sucedido en al menos una ocasión en nuestras vidas. También han aflorado algunos machismos de apellido “morales” que se rasgan las vestiduras ante el “atrevimiento” de las mujeres. Hay pronunciamientos en todos los ámbitos, a favor y en contra, porque no todas las personas que opinan –mujeres y hombres- dan la razón a las víctimas, hay quienes las acusan de escudarse detrás del anonimato con declaraciones muchas veces infamantes a las buenas conciencias y al prestigio de muchos “buenos” varones. #MeToo, incluso, aflora lo que políticamente correcto resulta trascendentalmente incorrecto, como el boletín de prensa emitido por INMUJERES, donde se adjudica a su titular, Nadine Gasman, la afirmación de que las denuncias deben ser ante las instancias correspondientes, como si realmente la procuración e impartición de justicia existieran en este país.

En suma, en sólo unos cuantos días, la punta del iceberg creció como si los niveles de los océanos mexicanos hubieran bajado. Al fin un buen principio para contar la desgracia de las mujeres que vivimos en un país profundamente machista, donde hablar públicamente o de manera anónima sobre la violencia y, en específico, sobre el acoso sexual, la violencia sexual o la violación sexual en los ámbitos laboral o escolar, como se hace en #MeToo, es resultado de décadas de cincelar las consciencias de las mujeres para que reconozcan esa violencia que, de tan normalizada, para algunas personas todavía resulta ofensivo el método MeToo. Así nada más.

No es que hoy el problema sea más grave que antes, siempre han existido jefes, compañeros de trabajo y también maestros -en el ámbito escolar-, que piden favores sexuales, que tocan nuestros cuerpos sólo porque se les da la gana, que nos hablan al oído molestando con propuestas que no queremos escuchar, que condicionan nuestra permanencia en el trabajo o que nos harán la vida de cuadritos por “despreciarlos”, por herir su hombría. Hoy como ayer esos linchamientos a quien se atreve a denunciar a su jefe siguen, la diferencia es que entonces no había redes sociales. Así, las mujeres terminaban sin trabajo, señaladas y hasta perseguidas. Porque en el fondo sigue permeando la idea machista de que las mujeres somos para el divertimento de los hombres, esa tan repetida frase sobre los cuerpos de las mujeres como objetos y sobre los cuáles los señores pueden hacer lo que les venga en gana.

En Oaxaca recuerdo el caso de un exfuncionario en la administración de José Murat, de apellido Zárate, acusado por su víctima de violencia sexual. El funcionario no fue molestado, pero en cambio la víctima fue señalada por sus compañeras y compañeros de trabajo y claro por un amplio sector de la población, mientas el entonces gobernador chacoteaba sobre el acto “viril” de Zárate para defenderlo. Y así, en cada entidad, podemos encontrar cómo la complicidad misógina de hombres y mujeres se hace presente en ese tránsito que las víctimas viven y cuando ellas encuentran el cómo hacer las denuncias públicas vienen los golpes de pecho para acusar y responsabilizar a las mujeres por su atrevimiento y sus posibles consecuencias. Pero antes, a ellas, nadie les preguntó cómo ha sido vivir bajo ese estigma, cómo ha sido vivir sintiéndose culpables porque así se les hizo creer, cómo se vive en el mar de la impunidad bajo la mirada burlona de sus victimarios. Lo sucedido entonces dio paso a la protesta del movimiento amplio de mujeres, el famoso MAM, pese a todo, prevaleció la impunidad.

La diferencia es que hoy, las mujeres tenemos a nuestro favor la que hasta hoy es la forma de comunicación más rápida de la historia a través de las redes sociales, lo que hace que en solo segundos se distribuya, se mueva, llegue, se comparta y, como sucedió en estos últimos días, se sumen más y más voces de mujeres para hacer lo que se llama “justicia pública” frente a un inoperante sistema de justicia mexicano que sigue sin dar resultados sea como sea y que las dejó en la indefensión por siempre, considerando que quizá ellos, los acosadores nunca pisen la cárcel porque las leyes mexicanas así se los permite. Recordemos que las leyes las hacen los varones, por lo que nunca se dispararían a sus pies.

Las acusaciones hechas a este movimiento de mujeres que han denunciado a sus agresores, tras muchos años de callar, no tendrá efecto alguno, eran de esperarse los ataques, quizá se apresuró la reacción tras el lamentable suicidio de Armando Vega Gil, pero tarde o temprano habría expresiones en defensa del machismo mexicano y sus privilegios.

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