Soledad Jarquín Edgar
SemMéxico, Oaxaca, 14 de marzo, 2025.- La noticia nos ha erizado la piel y nos ha devuelto la indignación, el rancho Izaguirre en Teuchitlán, Jalisco, es una muestra del amplísimo poder y las complicidades entre el poder real y los poderes fácticos, una frase que de tantas veces repetida en México ha sido normalizada por la ciudadanía y minimizada con una declaración por parte de los gobiernos.
Las madres buscadoras mexicanas, que se cuentan por miles frente al fenómeno de “desaparición” de sus hijas e hijos, son las únicas que siguen literalmente picando la tierra y con ello develando el escenario de una realidad que no queremos ver, escuchar, oler ni mucho menos sentir.
Teuchitlán era hasta hace poco tiempo un lugar turístico que aparece en las páginas dedicas a esa “industria”, donde quizá el atractivo principal sea el sitio arqueológico de Guachimontones, uno de los más importantes del occidente mexicano que recibe alrededor de 170 mil visitas al año, un atractivo descubierto hace apenas cuatro décadas y que está ubicado a casi dos horas de la capital jalisciense, Guadalajara.
Hace algunos meses, el colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco alertaron a las autoridades locales, sobre las actividades que el Cartel Jalisco Nueva Generación estaría realizando en rancho Izaguirre, del cual se apropiaron a la mala tiempo atrás.
Las madres y padres buscadores de sus hijas e hijos no obtuvieron entonces respuesta alguna, pero insistieron. El descubrimiento de presuntos hornos crematorios -que ya el gobierno mexicano descartó-, y la actividad de un centro de reclutamiento forzado y un centro de adiestramiento, ponen a México de cara a una realidad que taladra el alma.
400 pares de zapatos de hombres, la mayoría, mujeres e infancias, ropa, cartas, apuntes, pertenencias y mochilas nos regresa a ese lugar de la humanidad depredadora de su propia especie por parte de los grupos criminales que operan en total impunidad, y en contraparte nos abre la puerta a esa realidad brutal que viven miles de personas en México, principalmente las más vulnerables, porque la pobreza no se ha ido como dicen quienes gobiernan, en esa pretensión de esconder ese flagelo, autoridades estatales y federales que ven hacia otro lado y hacia otros contextos, a lugares lejanos como Teuchitlán, Jalisco.
Las madres buscadoras nos ponen de nuevo frente a ese abismo llamado impunidad, la permisibilidad, las omisiones, el valemadrismo de los gobiernos, en este caso de Jalisco y el gobierno federal mexicano, que ahora sí descobijados no pueden ocultar nada. Me pregunto ¿podrá el fiscalía general de la República actuar en esta ocasión?
Y vuelvo a preguntar ¿cuántos Teuchitlán tenemos en México? De nueva cuenta han sido las madres y los padres de los desaparecidos los que dan luz en esta tragedia mexicana y no las autoridades. Me preocupa mi país, porque lo hemos dicho hasta el cansancio, lo que pasa en Jalisco, en Sinaloa, en Guerrero, en Michoacán, en Tamaulipas, en Veracruz, en Guanajuato, en Baja California, en Chihuahua, pasa como un tren a máxima velocidad en el sureste mexicano, donde las grandes obras del lopezobradorismo son la miel para las moscas, la fauna nociva, y han ayudado a consolidar las fuerzas del crimen organizado vestidos de corderos constructores y operadores.