Florencio Salazar
Descansar de esta labor / de huracán, amor o infierno / no es posible, y el dolor / me hará a mi pesar
eterno. Miguel Hernández.
La inteligencia de Porfirio Muñoz Ledo era una inteligencia en llamas, como el Hidalgo de José
Clemente Orozco pintado en el Palacio de Gobierno de Jalisco. Una inteligencia que alumbraba y
consumía. Su vida fue de convicción: la democracia social, adoptar una nueva Constitución Política y
fundar la 4ª República.
Era un político-idea, por eso sus palabras impulsaban hacia los hechos. Aún las conversaciones casuales
eran articuladas sin detenerse en lo baladí o superficial. Más que un ideólogo, era un pensador al modo de
los enciclopedistas franceses. Su cabeza estaba puesta en los grandes problemas nacionales y globales
con una mirada de Estado. Acierta Víctor Flores Olea: “El político mexicano moderno más polémico de
los últimos años”.
Su pensamiento político torrente que desborda los marcos convencionales. Era un reformador. Vigía en la
cofa coronando el mástil en medio de la tormenta, dio voces de alarma. La nave del régimen de la
Revolución ya era insuficiente para resolver los problemas de la sociedad mexicana de la segunda mitad
del Siglo XX. En lugar de cambiar la ruta quitaron al vigía. Hoy vivimos la desmesura de un
presidencialismo sin control que actúa al margen del orden constitucional.
En los prolegómenos de la sucesión presidencial comprobamos la solidez de las reflexiones y propuestas
de Muñoz Ledo. Es necesario que, en su momento, el Frente Amplio por México convoque a foros sobre
la reforma del Estado. Habrá que revisar sus propuestas: la segunda vuelta en la elección presidencial y
de gobernadores, así como la estructuración de un sistema semi parlamentario en el cual el secretario de
Gobernación sea Jefe de Gabinete.
Es obvio que el actual sistema presidencial está agotado. El Ejecutivo violenta la Constitución y no
representa la moral pública. Gobernadores, legisladores y alcaldes impuestos por el señor de Macuspana
–la gran mayoría– son ignorantes, abusivos, impresentables. Los poderes están desequilibrados y el único
que sostiene la vigencia constitucional es objeto de ataques constantes del presidente. La Suprema Corte
de Justicia de la Nación mantiene la República a flote.
El Universal, al informar sobre su partida, da cuenta de la última intervención pública de Muñoz Ledo:
“Llamó a la movilización social pacífica para defender a la Corte”. El pasado 12 de mayo advirtió que “el
país está al borde del abismo por las prácticas montoneras y autoritarias del presidente López Obrador”.
A veces no nos damos cuenta de que estamos jugando con fuego cuando hay un deseo de acumular el
poder a costa de lo que sea –dijo Muñoz Ledo– y pidió a los mexicanos actuar con más carácter.
Porfirio Muñoz Ledo y Cuauhtémoc Cárdenas pretendieron reformar el PRI dentro del PRI. Ellos
emigraron cuando la dirigencia, en la XIV Asamblea Nacional, decidió ignorar las conversaciones
previamente pactadas y denostó a la Corriente Democrática. No hay ningún mérito en renunciar al PRI en
estos días; más bien es deleznable hacerle hoyos al barco que se hunde. Asunto de principios salir del
PRI cuando éste tenía todo el músculo del sistema político.
Tuve oportunidad de coincidir con él en las sesiones legislativas de la Comisión Permanente; Muñoz
Ledo, senador de la República y yo diputado de la LV Legislatura. Después nos encontramos en el
gobierno del presidente Fox. Siendo embajador de México ante la Unión Europea tuvo la generosidad de
organizar una reunión en Bruselas en donde expuse los objetivos del Plan Puebla Panamá. Él esperaba
integrarse al gabinete y al no ocurrir esto renunció a su cargo. Su pensamiento carecía de fronteras pero
estaba atado a México.
Posteriormente, ocupando yo la Secretaría de la Reforma Agraria lo invité a cenar. Las cenas se volvieron
–para fortuna mía– una cita mensual en el restaurante Oliver, situado en la avenida presidente Masaryk
en Polanco, ubicado frente a la Secretaría de Turismo. Compartíamos puntos de vista en una relación de
maestro-alumno. Estoy agradecido de esa cátedra y de algunas confidencias políticas.
Siendo embajador de México ante Naciones Unidas cenó en Nueva York con el ex presidente Luis
Echeverría. Al terminar, éste lo tomó del brazo y se echaron a caminar por la 5ª Avenida. ¿Cuál fue la
razón –pregunta Muñoz Ledo– por la que usted decidió que su sucesor fuera López Portillo? Echeverría
responde: Las condiciones económicas del país así lo exigieron. Muñoz Ledo ataja el argumento: No. Lo
puso porque usted sabía lo frívolo que era y creyó que lo iba a manipular.
Se lee en la Nota Editorial del libro Porfirio Muñoz Ledo, sumario de una izquierda republicana: “Carlos
Monsiváis ha ilustrado con maestría la escena: el inteligente anda como los leprosos en la Edad Media,
anunciando con una campanita que anda por allí, prodigando críticas de una manera gratuita, sin
intenciones positivas excepto el ejercicio de la verdad, mostrando a todos que el rey anda desnudo. Desde
luego, el inteligente es rechazado, excluido, desterrado; se le niegan sus derechos, no lo invitan a las
fiestas, se le tacha de envidioso, se le pone en cuarentena.” Ahí está la respuesta del porqué estorbaba a la
4t.
El pensamiento de Porfirio Muñoz Ledo lo anticipó Miguel Hernández: El rayo que no cesa.