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¿Pobres los Indígenas de Punta Chueca?

  • Gobiernos neoliberales no se olvidaron de los pueblos indígenas

Natalia Vidales Rodríguez

SemMéxico, 28 octubre 2019.- Por supuesto que, como lo afirmó este domingo el presidente López Obrador en el poblado de Punta Chueca -donde cerró su periplo de tres días por Sonora en sus Diálogos con los pueblos originarios- las comunidades indígenas son las más pobres de México…pero no todas.

Y menos tratándose de la nación Comca´ac (término yaqui que significa hombre de la arena, más conocida como Seri, en virtud de hablar ese dialecto).  

El presidente se refirió a esa pobreza en, paradójicamente, la etnia más acomodada del país, aunque a simple vista no lo parezca porque, ciertamente, sus costumbres los hacen vivir como si fuesen realmente pobres (salvo su gusto por los autos de modelos recientes, muchos de ellos robados, pero las autoridades no los molestan por ello). El gobierno les construyó casas de hormigón y amianto en los años 70, pero muchos de ellos siguen viviendo en paravientos de ocotillo doblado y amarrado que utilizan en sus fiestas tradicionales.

Actualmente los Seris no suman más de mil personas asentadas en dos poblados: Punta Chueca, del Municipio de Hermosillo y el Desemboque en el Municipio de Pitiquito. Sí,hasta allá llegan sus terrenos, y están perfectamente organizados y explotan suficientemente sus vastas propiedades que incluyen la Isla del Tiburón, la más grande del país,  y la de San Esteban, y la zona costera que suman una extensión de 211  mil hectáreas bajo el régimen ejidal y comunal (el más grande de México y que significa aproximadamente el 1.2 % de la superficie de Sonora). Así, su riqueza per cápita es envidiable.

Durante la época de Echeverría (como bien lo dijo AMLO en Punta Chueca) los indígenas de la República en general fueron apoyados por el gobierno revolucionario, y a los Seris se les concedió una zona costera de más de 100 kilómetros de pesca  exclusiva, incluyendo el rico estrecho de El Infiernillo donde se capturan toneladas cada año del famoso callo de hacha, cuya variedad de más calidad, el callo “riñón”, rebasa actualmente los 700 pesos por kilo (ni la mejor carne del Estado alcanza ese precio), independientemente de la captura de toda clase de pescados y mariscos en sus diversas temporadas; jaiba, langosta, caracol, cultivo de ostión y demás. Y durante todo el año comercializadores de la República y del extranjero llegan por productos del mar a esas playas.

AMLO exagera cuando dice que los gobiernos neoliberales se olvidaron de los indígenas, cuando menos no de los Seris, siendo en el sexenio pasado  que se pavimentó el tramo de 35 kilómetros  Bahía de Kino-Punta Chueca, y fue en la época de Miguel de la Madrid cuando se introdujo la corriente eléctrica a ese poblado (cuyos recibos, además, no pagan y no se les corta el servicio; como tampoco cubren el del agua  que se potabiliza en el poblado o que se surte al tinaco general de sus poblados).

Los pescadores que llegan de otros lugares (incluso de otros Estados dada la riqueza del lugar) que deseen bucear o tirar sus redes en su extensa zona exclusiva pagan rentas que les representan varios millones de pesos al año (que, desde luego, nadie fiscaliza ni pagan impuestos) y los barcos camaroneros pagan, también, cuotas por la captura del crustáceo en esa zona. Y los vendedores que entran a los poblados a ofrecer frutas, verduras, carnes y demás han de pagar, desde luego, por hacerlo.

Más aún: en la zona montañosa los Seris cuentan con minas que explota la Comisión Federal de Electricidad en onerosos contratos de extracción para su planta en Puerto Libertad, que colinda con sus propiedades; así como la producción de carbón vegetal; y tienen varios ranchos cinegéticos en el litoral y en sus islas que les reportan miles de dólares anuales de norteamericanos y canadienses por la caza del preciado borrego cimarrón, el venado bura y el cola blanca, así como los jabalíes (más el llamado turismo de aventura, para no mencionar el turismo cotidiano  que adquiere sus figuras de palo fierro y demás vistosas artesanías que no son poca cosa).  

La mayoría de las familias Seris cuentan, además, con varias “pangas” pescadoras a motores de gasolina (subsidiada), y toda clase de artes de captura que el gobierno les provee generalmente a fondo perdido y, desde luego, no pagan derechos por los permisos de pesca.  

Por supuesto que están en su derecho (sobre todo si recordamos que, durante muchos años, desde la Colonia, se procuró su exterminio al no lograr jamás colonizarlos ni evangelizarlos), pero eso de que son pobres no es cierto.

Tampoco los Yaquis son ningunos “pobrecitos”. Pero esa es otra historia.

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