¿Censura a los periodistas?
*Natalia Vidales Rodríguez
SemMéxico. Sonora. 5 de febrero de 2020.- Nunca hemos estado a favor de la utilización de adjetivos ofensivos y desprestigios al señalar críticas a acciones de quien sea (políticos, empresarios, religiosos, académicos, etc.).
Porque una cosa es condenar y señalar lo indebido -el hecho, el acto- pero otra muy distinta ofender y denostar por tales yerros a la persona… y a la familia entera, como vemos que con frecuencia se hace en las redes cuando algún comentario no es del agrado de alguien, sea o no el aludido.
Por ello, desde que el presidente Andrés Manuel López Obrador vociferaba e injuriaba en campaña hemos rechazado sus discursos. Y más aún cuando, llegando a la silla presidencial, ha continuado con su lenguaje soez más propio de una persona maleducada que del presidente de nuestro país.
Hemos criticado en diversas ocasiones el léxico especialmente a él, porque es la máxima figura pública y es referente para muchos, sobre todo para los jóvenes y para sus seguidores. Y si él habla de una manera… el ejemplo cunde. Así lo hemos visto a lo largo de este tiempo que ha gobernado nuestro país donde, sobre todo en las redes, las injurias, ofensas, y los improperios abundan -como nunca-, así como las descalificaciones, las denostaciones y el uso indebido del lenguaje. Parecería que hay una competencia de quien gana en creatividad de adjetivos ofensivos.
Y lo vimos en el pasado, cuando todo el gabinete y los simpatizantes del Ejecutivo en turno han utilizado un lenguaje similar al del presidente, incluso el mismo tono de voz; ¿recuerdan el lector los molestos sonsonetes?
No nos asustamos con el lenguaje que se usa en corto por quienes han acostumbrado hablar de forma altisonante. No nos asustamos…pero nos parece indebido que sobre todo quienes nos representan (diputados, senadores, el ejecutivo) lo utilicen al referirse a quienes no son sus incondicionales… o a los periodistas que los critican. Consideramos que hay lugares para ello: tal vez en reuniones de amigos, en los bares, en las fiestas -cuando se ha pasado de copas- pero de ahí a que ese sea el modo de expresarse de quien debe mostrar pulcritud en el hacer y en el decir…hay una gran diferencia. Hay lugares y momentos para todo.
El presidente ha aceptado -y él mismo ha propiciado- un lenguaje que deja mucho que desear. Y hoy… quiere calmar las aguas al vetar la libertad de expresión en México con el endurecimiento de las leyes porque el periodista Sergio Aguayo criticó fuertemente a uno de sus allegados, el exgobernador de Coahuila Humberto Moreira. El periodista, dijo lo que es bien sabido por los residentes del estado. ¿Cuál es, entonces, el pecado de decirlo?
López Obrador ha desprestigiado a muchos grupos y personas en sus ¨mañaneras¨ y ha utilizado toda clase de adjetivos calificativos para ellos, sin el menor recato…ni consecuencia legal. Ha menospreciado, agredido e insultado a quienes considera son sus enemigos políticos e incluso lo ha hecho con instituciones e integrantes de organizaciones de la sociedad civil, sin importarle el daño moral causado. Lo ha hecho en tribuna, públicamente, sin ningún respeto ni medida. ¿Y ahora pretende poner un bozal a los periodistas? Y a él….¿quién va a callarlo?.
La discordia, la división…la ha sembrado y fomentado, desafortunadamente, el propio presidente López Obrador, en una irresponsabilidad indigna de su investidura.
Y, desde aquí, desde el ejercicio respetuoso, pero firme, de la libertad de expresión, le manifestamos nuestra inconformidad al respecto y lo conminamos a que eleve el nivel de sus discursos ya que los mexicanos no necesitamos un lenguaje de baja calidad y plagado de calificativos negativos para entender las cosas.
Antes de querer vetar la libre expresión, que sea él mismo ejemplo de pulcritud al expresarse públicamente, eliminando de tajo los insultos, el menosprecio y las injurias de que ha hecho gala desde que asumió el poder.
Que le baje tres rayitas.