Botella al Mar

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Aún en la noche más obscura se logran ver las estrellas

* Que si salgo viva de esto, ¡no puedo ni debo ser la misma!

Martha Canseco González.

SemMéxico, 6 de abril, 2020.- Me quedo con el Giraluna de Luis Eduardo Aute.

Es en los momentos más difíciles cuando sale lo mejor y lo peor de los seres humanos. Lo he visto en más de una ocasión.

Durante la masacre de Tlatelolco en 1968, mi familia y yo ya vivíamos en el edificio Nuevo León -sí, el que se cayó en el terremoto del 85- y por primera vez fui testigo de esa condición humana, tenía catorce años.

Mientras caía la lluvia de balas, mis hermanas, mi mamá y yo la escuchábamos encerradas en el pequeño espacio de la regadera, percibíamos a través del cubo del elevador ruido de puertas que se abrían, eran vecinos y vecinas que albergaban a jóvenes, hombres y mujeres que huían de la muerte. Al mismo tiempo una mujer gritaba a los soldados desde su ventana: – ¡Vengan, aquí están estos pinches estudiantes muertos de hambre, mátenlos a todos! – no lo puedo olvidar.

En los días que siguieron al terremoto del 85, yo me movía entre guardias que había que hacer frente a los restos del Nuevo León, no sabíamos en que momento nos darían oportunidad de bajar nuestras cosas de los departamentos que quedaron en pie, el de mi familia era uno de ellos. Además, estábamos haciendo un conteo de muertos y heridos, ubicar en los hospitales a nuestros vecinos. Al mismo tiempo hacia guardias en Canal 13, a los de mesa internacional nos encomendaron llevar las listas de muertos y heridos que nos hacían llegar hospitales públicos y privados.

Recibíamos las llamadas de las personas que querían saber de sus familiares, nos tocó dar buenas y malas noticias.

Un día, cuando estaba en Tlatelolco haciendo guardia, llegaron dos camionetas de donde descendieron un grupo de mujeres que venían del Cerro de la Estrella, bajaron con anafres y enormes cazuelas con arroz, mole, frijoles y pollo. Nos dieron de comer a todos, yo fui de las últimas, estaba enviando mi reporte noticioso.

Cuando me senté en la banqueta a comer junto a una de ellas, ¡ese sabor lo tengo grabado en la memoria!, me di cuenta entonces que era mi primera comida caliente en más de un mes. La mujer me platicó que nos veían desde el cerro y decidieron llevarnos de comer lo que hacían cuando estaban de fiesta. A los pocos días, el ejército nos dio oportunidad de entrar a los departamentos, mis vecinas de enfrente no encontraron nada, les robaron todo, en su carrera por salvar la vida, dejaron la puerta abierta.

En 1990, ya viviendo en Pachuca, me tocó cubrir la semana de la solidaridad, esa que inventó la administración Salinas, me mandaron a Huejutla donde el gobernador iba a inaugurar tomas de agua potable, nunca llegó. El Huracán Diana azotó al estado y devastó la capital de la huasteca dejando varios muertos. Ahí vi comerciantes aumentando los precios de manera desorbitada, tanto como vi a otros sacando su mercancía y regalándola a quien necesitara.

Ahora con la pandemia y la cuarentena del coronavirus, vuelvo a ver lo mismo. En Nueva York, la ciudad más castigada de Estados Unidos, el FBI descubrió a un judío que tenía escondidos dos millones de tapabocas y 24 respiradores. En España, mientras todos y todas salen a su balcón a aplaudirles a médicos y enfermeras, en México, los bajan del camión, no les quieren vender en las tiendas y los discriminan.

Al mismo tiempo que algunos se encargan de hacerle la compra a sus vecinas y vecinos más viejos, la necro política decide que a los mayores de 80 años no les pondrán respiración asistida, que son desechables vamos.

Reflexiono mucho sobre esto, me pregunto ¿por qué en una situación extrema, unos reaccionan de una manera y otros de otra? Deduzco entonces que la diferencia es sistémica. Qué, si partimos de la verdad verdadera de que vivimos un sistema hegemónico y que ser hegemónico, hegemónica es la filosofía del ¡primero yo, después yo y antes que nadie yo, todo para mí y nada para las y los demás! Aquellas personas que obedecen ciegamente al sistema, al binarismo, a los roles establecidos de género, se niegan a ser empáticos, cuando es una de las maneras más humanas de ser.

Que esta idea de los derechos humanos para todas, todos y todes, está apenas detenido con frágiles alfileres. ¡Que el problema es el sistema hegemónico! Y que esta es una oportunidad para cambiarlo. Que cuando todo esto termine no podemos y no debemos ser las mismas ni los mismos.

Acaba de decir Angela Davis que ahora más que nunca se impone una economía feminista en vez de la mierda neoliberal, y yo abogo porque vaya más allá, que el feminismo toque a toda la sociedad y la cultura, hasta ahora eminentemente perversa y mortal.

Habremos de empezar por cada una y cada uno de nosotros, habremos de tener conciencia de que estaremos empujando a un nuevo sistema, a una nueva manera de ser. Que si salgo viva de esto, ¡no puedo ni debo ser la misma!

Que para que aún en la noche más obscura, seamos capaces de ver las estrellas, tenemos que mirar con otros ojos, con otro ánimo y con otra perspectiva. Que esta pandemia no puede ser inocua.

botellalmar2017@gmail.com

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