Florencio Salazar Adame
Está por verse hasta qué punto se sostiene este análisis: Caspar Henderson.
SemMéxico, Chilpancingo, Guerrero, 23 de junio, 2024.- ¿Cuál es el futuro de la democracia en un mundo globalizado, en el que avanza aceleradamente el uso generalizado de la inteligencia artificial? Está demostrado que las granjas de robots y los algoritmos influyen decididamente en las preferencias y toma de decisiones de los usuarios de las redes.
Hoy la democracia parece insuficiente para resolver los problemas esenciales de la población. Elegir entre varias opciones no agota las exigencias de la voluntad plural y colectiva. El ciudadano espera que los gobernantes solucionen sus problemas. Ese es el objetivo de los programas de los partidos políticos y de su asunción al poder.
Sin embargo, hoy los partidos políticos son camaleónicos. Ya no tratan de convencer al elector sino de cortejarlo diciéndole lo que quiere escuchar. Así, las elecciones se convierten en una competencia de habilidades y prácticas tramposas desnaturalizando una de las sustancias básicas de la democracia, que es su diversidad.
Los problemas nacionales son globales y los globales son nacionales y locales. Es fácil advertir cómo la violencia, el narcotráfico y la migración desbordan a los países y sus gobiernos se muestran incapacitados para detener estas olas que debilitan a los Estados.
Por lo que ocurre en El Salvador con el gobierno de Bukele y en Estados Unidos con la candidatura de Trump, puede considerarse que la población se inclina por líderes fuertes, radicalmente derechistas, que ofrecen seguridad a cambio de buenas dosis de libertad.
Los organismos multilaterales, tanto la Organización de Estados Americanos como Naciones Unidas, están comprometidas una con la influencias de los países que la sostiene económicamente, especialmente EE.UU, y la otra por los equilibrios del club nuclear, que forma el Consejo de Seguridad.
Una rápida mirada corrobora lo antes dicho. Cuba, El Salvador, Nicaragua y Venezuela -de izquierda o derecha- son naciones sin o con débil democracia; y las guerra de Rusia contra Ucrania, así como las masacres en Gaza por parte de Israel, son suficientes para suponer que es más fácil una escalada de la violencia, que la pacificación.
Nuevos problemas exigen nuevas soluciones. Los bloques continentales parecen una solución posible. El agrupamiento de países que comparten territorios naturales, desarrollo económico y políticas de seguridad, deberían integrarse en alianzas sustantivas en áreas sensibles, como posibles proyecciones para que, sus componentes, pudieran convertirse en estados federados.
El cine futurista ha venido mostrando repetidamente un futuro catastrófico (Mad Max), como consecuencia de la devastación nuclear. En el mejor de los casos, las instauración de gobiernos planetarios, como en Star Wars, que no impide la guerra, pero en el cual prevalece la convicción por la ley. La cuestión es: ¿Cómo podría prevalecer la unidad internacional por encima de ideologías regionales e intereses en disputa?
Lo que se observa en la microhistoria contemporánea es cuestión de amplificarlo. El futuro nos está alcanzando y en vez de prepararnos para enfrentarlo y conducirlo estamos desarticulando la cohesión social y cultural; es decir, perdiendo los valores colectivos. A pueblos sin rumbo no les puede esperar más que un mal desenlace.
Confiemos en el instinto de supervivencia que caracteriza al ser humano.