Sara Lovera
SemMéxico, Ciudad de México, 15 de noviembre, 2021.-Esta semana, luego de 46 horas de discusión, se aprobó el presupuesto federal 2022. De ello hizo alarde la mayoría, al no admitir ni una sola modificación. Algo que no asombra; vivimos décadas la imposición del antiguo régimen. Lo que asombra es el tono, la manera cómo la asamblea se convirtió en un espectáculo rijoso, de insultos, descalificaciones y demostraciones visuales, propias de los enfrentamientos históricos solo entre hombres “maleducados”. Por ello, nos dolemos profundamente.
¿Para eso llegamos a la paridad? Me pregunto. ¿Para no distinguirnos las unas de los otros? En nada. Con excepciones dignas de contar, el intercambio de insultos, descalificaciones y carteles ofensivos entre hombres y mujeres, entre mujeres no legisladoras y mujeres legisladoras no indigna; lastima y hace evidente que no podemos vanagloriarnos de la paridad, mientras muchas beneficiarias de ella no se transforman a sí mismas.
Las crónicas radiadas y televisadas, las escritas sin recato, no dejaron dudas. No puedo describir lo que ahí se mostró en una especie de pancarta de una legisladora a otra. Ni atinar a desenredar con alguna lógica de pensamiento el modo lingüístico y las gesticulaciones marcadamente masculinas que a ratos invadieron toda la asamblea.
No asombra, ni siquiera indigna; más bien, desencanta confirmar que el ascenso de las mujeres en paridad no indica progreso ni cambio transformador, sino que suma a la lucha partidaria/patriarcal, en fondo y forma. Además, hecho lamentable, oscureció los acuerdos entre legisladoras, fundados en el interés de género, para abatir la desigualdad y la violencia contra las mujeres. Acuerdos suscritos en pluralidad, que en otros tiempos dieron muchos frutos, como la creación del Anexo 13 y la transversalidad de género en el presupuesto.
¿Tenían razón quienes desde la minoría reclamaban? Era que estaban desesperadas. El cuarto de al lado que armaron legisladoras para restituir el sentido del Anexo 13, instituido en 2008 y denominado Erogaciones para la Igualdad entre Mujeres y Hombres, buscando avanzar en la disminución y erradicación de las desigualdades por razones de género, hoy —se asegura— no sólo se despojó en esencia, sino que, de todo el presupuesto, 8 de cada 10 pesos carece de perspectiva de género.
Para restituir el sentido del Anexo 13, desviado desde 2019, esta vez se hizo un Parlamento Abierto y se elaboraron observaciones entregadas en tiempo y formas, sostenidas con razonamientos válidos, y que serían analizadas por la Comisión de Hacienda. Pero ninguna, ni una sola, fue considerada, a pesar de que son irreductibles, según la ley.
Ese anexo se mantiene, al menos su nombre, pero en más de 80 por ciento está destinado a los programas asistenciales del gobierno, argumentando que en cada uno se incluye a las mujeres, mientras se pierden recursos etiquetados para acciones que promuevan la erradicación de cualquier forma de discriminación de género, la erradicación de la violencia contra las mujeres y acciones para promover la igualdad entre mujeres y hombres.
El documento de observaciones, tanto del cuarto de al lado —con legisladoras feministas o de oposición— fue firmado por las diputadas de la mayoría morenista y la Comisión de Igualdad de la Cámara, pero durante la tortuosa discusión, simplemente fue olvidado.
Lo más grave es que desde 1996 mujeres legisladoras tejieron alianzas plurales con la sociedad civil. Una historia profundamente herida y lastimada. Alguien me dijo: “Ya nos dividieron”. Desgraciadamente. Veremos…
*Periodista. Directora del portal informativo SemMéxico.mx