¿Qué le dejaron 45 años de periodismo a Lolita Ayala?

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La certeza de que los periodistas informamos, escribimos, reseñamos para un futuro.

En entrevista, la otrora líder de opinión y figura emblemática de Televisa, asegura que aprendió a tolerar la fama. A sobrellevarla sin perder el piso.

Redacción

Miguel Reyes Razo/Foto: Alejandro Aguilar

SemMéxico/Sol de México. 29 de abril 2019.- “No me vayas a preguntar de política”, advierte amistosa Lolita Ayala, quien se define: “Nacida para ayudar. A seres humanos. Y a los animales. Jamás me preocupó planear mi vida. ¡Y resultó maravillosa! Ser mujer me favoreció. Aunque existan mujeres que no me crean. Ser mujer me abrió puertas y facilitó mi desarrollo. Sé, conozco, vivo el dolor. Y crece mi certeza. Dios me dejó en el mundo para ayudar a pobres, enfermos y hambrientos. Desde 1985 fundé «Sólo para ayudar». Casi 35 años en el empeño. Aliento de filántropos generosos. Velados por la incertidumbre. No sabemos cuál será su destino. Si este gobierno retira la deducibilidad de los donantes… Desapareceremos”.

Para las orejas. Se tensa. Se acomoda a su lado la educada Rita. Una perra boxer así bautizada en memoria de la admirada Rita Gánem. Brillante, soberbia reportera. De la «fuente» obrera con Don Fidel Velázquez y Jorge Durán Chávez, a la narración de la reapertura del Canal de Suez y las turbulencias de la delincuencia en Colombia. “Fuimos muy amigas. Juntas trabajamos mucho. Esta Rita me la regaló Virginia Lemaitre, reportera de 24 HORAS.

 “Iba a cumplir 30 años el noticiario que yo dirigía en el Canal 2 de Televisa. Y ¡cataplún! lo cancelaron. Televisa es y será parte esencial de mi vida. Más de la mitad de mi existencia transcurrió ahí. Siempre la amaré.

 “Tuve el privilegio de ser amiga de Emilio Azcárraga Milmo. 25 años fue mi jefe. Nos caíamos bien. Fue un hombre maravilloso. Protector, generoso. Fui una de sus pocas amigas. Podía pasar dos horas en su oficina. De sus amores y de sus enfermedades me platicaba. Quizá su médico no previó el avance de su mal. Su muerte me causó un dolor profundo. Lo quise muchísimo. Y sí. Reconozco que no era muy tolerante.

–Más bien todo lo contrario, Lolita. Se sabía que su genio era explosivo. Hasta a Jacobo Zabludovsky zarandeaba–, le recuerda el reportero.

–Si le caías bien era «calabacitas tiernas». Si no, mejor ni acercársele. Pero los que sabían que no los tragaba, procuraban mantenerse lejos. ¡Para qué le buscaban! Jacobo y Emilio se admiraban. La forma de ser de Emilio hacía diferencia. Recuerdo que en una de las juntas de los lunes con los responsables de noticieros Emilio puso como “lazo de cochino” a Jacobo. Enrojecía, se le congestionaba el rostro –hasta casi parecer morado–, el rostro a Jacobo. Mudo, aguantaba el chaparrón. Uno clavaba la mirada ya en el techo, ya en las tarjetas recién garabateadas. Se asfixiaba. Unos minutos después, cuando ya todos estábamos en nuestras oficinas un mensajero llegó a la de Jacobo. Le entregó las llaves de un automóvil. El Mercedes-Benz blindado que Emilio usaba. “Discúlpame, Jacobo. Se me pasó la mano. Quiero cuidarte. Este es mi obsequio”.

–¿Escribirías un libro que narrara esos años y situaciones, Lolita?

–¡No! ¡Nunca! ¡Jamás! En los primeros días extrañé la intensidad de las horas dedicadas al periodismo. Para informar me arreglaba contra reloj. A las 10 dejaba mi casa. El noticiero condicionó mi vida. Si mucho me apuras diré que me esclavizó. Imposible planear un viaje familiar. Despertar para pensar: ¿Qué pasará hoy? ¿Cómo lo voy a decir? ¿Qué me voy a poner? ¿Esa blusa, aquel vestido? Preparaba el ánimo. Me duele el sufrimiento ajeno. Comprendo que la información tiene su peso. Y que hay que transmitirla; comunicarla. Procuré, no obstante, que no estimulara el morbo. Apelé al buen gusto, a la sensibilidad para no herir la de los televidentes. Conté con un equipo que compartió puntos de vista. ¡Si duró casi 30 años es que no era malo! ¿Tú, que crees?

Elegancia de Dolores Ayala Nieto. Su fortaleza. Elegante chaqueta verde. Fino pantalón negro. Sobrio maquillaje. Moderación ante los chocolatines y bocadillos.

–¿Qué le dejaron 45 años de periodismo, Lolita?

–La certeza de que los periodistas informamos, escribimos, reseñamos para un futuro. Contamos este tiempo. Damos fe de sus hechos. Contemporáneos nos leen, se enteran. Pocas horas después nuestra labor se transformará en Historia. Debo confesar que el periodismo –mi aprendizaje– me dio mucho. Me enseñó a trabajar. A conocer y a tratar a grandes personalidades. Y a rozarme con personas grandes. Seres que irradiaban –y poseían– grandeza. También aprendí a tolerar la fama. A sobrellevarla sin perder el piso. ¡No es fácil! Tan problemática la celebridad como el poder. Requiere un serio aprendizaje vivirlos. Es tratar a la gente con educación y afecto. Se me acercan, me cuentan, me abrazan, solicitan. O elogian. Aseguran que me extrañan. Quieren saber cuándo volveré a la televisión. O me confían un problema. Y piden mi ayuda. Y los remito a la Fundación “Sólo por Ayudar”. Quieren extirparse una catarata. Los remitimos a la Conde de la Valenciana. O al Hospital de la Luz. seis mil pesos con todo y anteojos nuevos. Mira Reyes Razo sé de oftalmólogos que cobran ¡75 mil pesos!. Una injusticia. Un abuso. Yo atiendo a todos. Percibo sus buenas “vibras”. Su trato me llena de alegría…

«Al periodismo debo el cauce para ayudar a los demás. Información, periodismo y televisión resultaron útiles. Abrieron puertas a enfermos y a pobres. A enfermos pobres. Mis 45 años en Televisa sirvieron para desarrollar «Sólo por Ayudar». Sus 11 programas –llámalos causas– abarcan a todo el país”.

Once programas repitió Lolita Ayala, quien citó algunos:

 “Cáncer de pulmón. 950 trasplantes de riñón. Cáncer de mama. Leucemia linfoblástica que daña a niños. Leucemia mieloide que afecta adultos. Y la Casa de Niños de la calle. Y el Banco de Alimentos. Trabajamos desde los días del sismo de 1985. Temblor, terremoto del 19 de septiembre. Servimos. Ya te dije: Yo no planee mi vida. Y así o asá es maravillosa. Creo en la existencia de un Ser Superior. Veo a Dios. Nunca, jamás me sentí ni pensé en vivir la televisión. La Medicina era mi meta. Estudiarla para curar. Médico. Doctora. Preparaba mi ingreso la Facultad de Medicina. Regularizaba papeles. Homologaba mis estudios del College en que estudié en Estados Unidos. Una amiga me tentó: “En el Canal 8 buscan a una muchacha para que pase un noticiero. Ve”. Me resistí. En seis meses ya estaría en Medicina. Me presenté. Una nube de muchachas quería el empleo. Me hicieron leer unas cuartillas. Enmudecí al día siguiente. Me eligieron.

“Podré trabajar 6 meses. Y no más”, dijo. “De acuerdo», le respondieron. “No sé nada de periodismo”, comunicó. “No se preocupe”, le devolvieron. “No redacto, ni reporteo”, se sinceró. “Ya aprenderá”, le contestaron. Era Rolando Ortega Director de Notimex. Pocas horas después estaba “al aire” con Roberto Armendáriz y Jorge Kellog.

 “Rolando Ortega hizo que Don Julián de Llantada me mostrase secretos del periodismo. Mis conocimientos de cultura general –mi conocimiento y dominio– de algunos idiomas y mi responsabilidad hicieron todo. Los seis meses se convirtieron en 45 años. Mi vida. Empecé en febrero del 71. En 1973 con la fusión de TIM-Telesistema Mexicano llegué a 24 HORAS con Jacobo Zabludovsky. Llegué a ser directora de ese noticiero. Me parece que me la pusieron muy fácil. Ser mujer me ayudó. ¡Aunque las mujeres no me lo crean! Ser mujer me abrió puertas. ¡Pum! ¡Pum!¡Pum! Secretaría de Salud. Medicinas. Probé mi amor por la medicina. Algo increíble. Soy un persona muy afortunada”.

Un terrible accidente de helicóptero en serranías chihuahuenses. El aparato se quedó sin combustible y cayó en plomada más de 30 metros, la lesionó. Salvó su vida. Perdió movilidad, agilidad. “No olvidaré jamás la exigencia del gobernador que demandaba al piloto: “¡Juégatela! ¡Juégatela!. Y que, accidentados, rotos, agónicos el piloto al borde del llanto pedía: “¡Discúlpeme señor, le fallé!”.

“He tenido golpes muy graves, muy fuertes. Los digiero. La vida sigue. Trabajo entre dolores y sufrimientos. Doy mi mejor sonrisa. Vivo la alegría de estar viva… La otra opción no me atrae nada; nadita”.

–¿Se fomenta, se estimula la Filantropía en México, Lolita?

–Íba bien hasta 2016. Las lecciones la detuvieron un poco. Me entristece saber que el gobierno actual asegure que las fundaciones como “Solo por Ayudar” no son necesarias. Se rehúsa a conceder la deducibilidad –de impuestos– a los donantes. Filántropos muy importantes se resisten a entregar aportaciones que no hace mucho donaban con sonrisas. La deducibilidad no es evasión de impuestos. Equivale a lo que cotiza un médico en su consultorio. Como un 30 por ciento. Si el gobierno no concede la deducibilidad muchas fundaciones desapareceremos.

SEM/El Sol de México

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