Carlos Slim y Alberto Bailleres, no se prestaron al besamanos.
Por supuesto que se vale el apoyo al nuevo régimen, pero no incondicionalmente.
SemMéxico. Sonora. 9 de julio de 2018.- Conforme a la Constitución, los poderes públicos están perfectamente separados en tres órdenes de gobierno: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, de acuerdo con la teoría filosófica y política de Montesquieu en El Espíritu de las Leyes, y como un requisito previo de la Democracia, en contravención con Maquiavelo y su Tratado del Príncipeen pro de un mandatario fuerte en que se concentre el mando.
Pero en la práctica, aun en los regímenes democráticos en que formalmente está dividido el poder, como en el nuestro, la intromisión del poder ejecutivo en los otros dos –para tenerlos bajo su control y órdenes — fue la regla durante gran parte del siglo pasado en el régimen hegemónico del PRI, y aun una tentación en la alternancia electoral luego del año 2000 en que continuó el afán presidencialista.
Pero el Poder Económico no forma parte de nuestro régimen de gobierno, sino de la iniciativa privada, un derecho también consagrado en la Constitución, pero de un orden distinto. Ahí la división no se discute por obvia. Pero al igual que ocurre entre los poderes oficiales también el Poder Económico se ha confundido con el Poder Público (y viceversa si recordamos que “un político pobre es un pobre político”), influyendo en la toma de decisiones no solo en la Presidencia de la República, sino en el Poder Legislativo (mediante el cabildeo de los intereses particulares en la elaboración de las leyes), y en el Poder Judicial (para la obtención de sentencias favorables).
Uno de los últimos espotes de AMLO en su campaña, se refiere a que así como Juárez separó el Poder Político del Poder Eclesiástico, con las Leyes de Reforma(en la segunda transformación radical de México, luego de la primera que fue la Independencia), así él separaría el Poder Público del Poder Económico ahora (en la cuarta trasformación de la República, luego de la tercera que fue la Revolución).
Esa declaración de AMLO alertó a buena parte de nuestra cúpula empresarial al grado de que, de motu propio, y muy en contra de su posicionamiento previo, publicó la semana pasada una serie de desplegados en los medios apoyándolo incondicionalmente ahora que será el nuevo Presidente (entre los firmantes aparece incluso el autor de aquella frase de que López Obrador era “un peligro para México”, y para el cual ahora es una bendición).
Se han querido comparar esos desplegados con aquellos durante el priato del siglo pasado en que la hora del día era la que el Presidente decía, pero eso es falso: aquellas publicaciones zalameras eran redactadas y mandadas publicar por el propio gobierno con las siglas y los nombres de los líderes empresariales de entonces, y pobre de aquel que señalara de apócrifa su firma. Pero hoy sí son ellos quienes las rubrican. Y para que no haya duda divulgaron también un espot donde aparecen, de viva presencia y voz, apoyando a AMLO en una contradicción con lo dicho hace apenas unos días. Y es que, ciertamente, la separación del Poder Económico con el Político les significaría la ruina a muchos de ellos.
Por supuesto que se vale el apoyo al nuevo régimen, pero no incondicionalmente. Lo menos que se esperaba era pedir que cesara el ataque por parte de los voceros de AMLO que continúan contra sus “enemigos”, pese al final de la campaña y aun en contravención a la actitud conciliadora de su jefe.
Afortunadamente los dos más grandes empresarios de México, Carlos Slim y Alberto Bailleres, no se prestaron al besamanos. No se postraron, así nomás, ante López Obrador, quien ahora verá cómo se los quita de encima.