ilustraciones: Jacqueline Bautista y Daniel González
De acuerdo con la OMS, el 70% de las mujeres que sufren síndrome de ovario poliquístico no están diagnosticadas.
El Síndrome de ovario poliquístico (SOP) es una condición frecuente entre las mujeres mexicanas
Su diagnóstico es poco común, porque los estándares de belleza suelen obstaculizar el acceso a una atención adecuada
Maleny Navarro
SemMéxico / El Sol de México, Cd. de México, 23 de noviembre, 2024.- Cuando Alexa era adolescente experimentó meses sin menstruar. En un principio sintió alivio porque eso le ahorraba las molestias del ciclo menstrual: no necesitaba usar toallas ni soportar los cólicos abdominales. Sin embargo, ese alivio fue temporal.
Marlen, por su parte, descubrió que tenía anemia cuando intentó donar sangre. Empezó a tratarse con una nutrióloga, pero pronto su cuerpo comenzó a manifestar otros cambios, como una súbita pérdida de peso.
Noemy, en cambio, notó síntomas después de recibir la vacuna contra COVID-19: un aumento de peso repentino, caída del cabello, cansancio extremo y cólicos fuertes, lo que la llevó a consultar a una ginecóloga.
Lo que estas tres mujeres compartían eran síntomas del Síndrome de Ovario Poliquístico (SOP), un desequilibrio hormonal que afecta la vida de millones de mujeres en el mundo. Tras múltiples visitas a especialistas y diagnósticos tardíos, descubrieron que sus síntomas no solo estaban relacionados con la salud reproductiva, sino también con estereotipos de belleza que obstaculizan un diagnóstico adecuado y una atención médica integral.
El SOP, que según datos de la Secretaría de Salud afecta a alrededor del 22% de las mexicanas, incrementa el riesgo de infertilidad, sangrado disfuncional, cáncer endometrial, obesidad, diabetes tipo 2, entre otros problemas de salud graves. Entre sus síntomas más comunes están el acné, la aparición de vello y cambios físicos que suelen ser duramente juzgados en las mujeres por alejarse de los estándares de belleza impuestos por la sociedad.
Para Noemy, esos prejuicios dificultaron su diagnóstico. Cuando acudió al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), sus preocupaciones fueron minimizadas debido a su peso.
«Me dijeron que era una ‘gordita sana’. No me canalizaron para seguir un tratamiento adecuado porque, según el médico, mis estudios no mostraban colesterol alto ni triglicéridos. Quedé muy desencantada y decidí que no me iba a atender ahí», cuenta Noemy.
Ante la intensidad de sus cólicos, decidió buscar ayuda con una ginecóloga en el sector privado, quien tampoco pudo identificar la causa de su dolor. Finalmente, fue referida a una endocrinóloga, donde, una vez más, se topó con prejuicios que minimizaron sus síntomas.
Fueron tres meses de consultas y estudios para descartar problemas de tiroides y diabetes. A lo largo del proceso, la endocrinóloga con la que se trató le dijo que la causa de sus síntomas era que «comía mucho».
«Fue una experiencia medio violenta. Me dijo que subía de peso porque comía en exceso, cuando yo sabía que eso no era cierto, porque soy muy cuidadosa con mis alimentos», relata.
Según la Guía de Práctica Clínica del IMSS, la prevalencia de obesidad y resistencia a la insulina entre la población mexicana aumenta la susceptibilidad al SOP. Sin embargo, los prejuicios relacionados con el peso muchas veces impiden que las mujeres reciban un diagnóstico oportuno y tratamiento adecuado.
La endocrinóloga e investigadora Lourdes Basurto explica que, aunque el Síndrome de Ovario Poliquístico (SOP) es una condición relativamente común, muchas mujeres siguen sin recibir un diagnóstico. Basurto atribuye esta situación en parte al desconocimiento sobre el SOP y a la dificultad para reconocer algunos de sus síntomas.
La Organización Mundial de la Salud estima que hasta un 70% de las mujeres con SOP en el mundo no están diagnosticadas, aunque en México no existen datos específicos sobre esta cifra.
Basurto explica que la obesidad y el SOP suelen ir de la mano; en algunos casos, la obesidad puede ser un factor que contribuya al desarrollo de la condición.
«Dado el alto índice de obesidad en México hay más alteraciones de este tipo de ovario poliquístico. Pero no contamos con las estadísticas necesarias para identificarlo. Suponemos que es superior al 10% y hay estudios con población para saber el impacto», detalla.
En los últimos 10 años, el IMSS ha atendido a 252 mil 63 mujeres diagnosticadas con SOP. Según datos obtenidos vía transparencia, la mayoría de las consultas de especialidad relacionadas con SOP se concentra en mujeres de entre 20 y 24 años, sumando 62 mil 263 casos, lo que representa el 1.1% de la población mexicana en ese rango de edad. El siguiente grupo más afectado es el de mujeres entre 25 y 29 años, con un total de 56 mil 33 consultas.
Yuriria Rodríguez Martínez, responsable del Programa de Estudios de Género en Salud de la Facultad de Medicina de la UNAM, afirma que en la medicina existe una visión androcéntrica, es decir basada solo en los cuerpos de los hombres y sus padecimientos.
«Básicamente podemos decir que tenemos tres décadas tratando de visibilizar este androcentrismo en donde por un lado se prepara al personal médico y se establece que la medicina se estudia a partir de cuerpos masculinos, a partir del estándar anatómico y fisiológico de un cuerpo de hombre. Y en su caso en algunas investigaciones biomédicas básicas, cuando se estudia con animales, pues se prioriza que se investigue con animales machos y se dice que cuando no se quieren incorporar animales hembra es porque meten ruido entre comillas, eso lo acabo de escuchar en una reunión hace poco con autoridades de carreras de medicina”, cuenta.
Rodríguez también destaca la falta de representación de las mujeres en puestos de liderazgo en la medicina, incluyendo la Academia Nacional, donde solo una mujer ha liderado el gremio.
«El androcentrismo se refleja en la dirección de las universidades y espacios formadores de personal médico en la forma de enseñar y de aprender a que el modelo de animales machos o de hombres va en el caso de estudios clínicos e incluso en salud pública y estudios sociomédicos.
«Lo que ocurre con las estadísticas de inequidades en salud pública es que toman mucho en cuenta el tema de los ingresos, de la posición socioeconómica o la clase social, pero no cruzan con la variable sexo. Menos o poco, muy poco y de manera muy específica, con la variable identidad de género que es algo que se suma a estas brechas de género en salud y a estos sesgos de género a la hora de la investigación. Entonces el androcentrismo por supuesto que persiste y persiste en un amplio número de especialistas y de profesionales de la salud en medicina, todavía nos queda mucho por hacer al respecto para mostrar la importancia y la necesidad de transformar este androcentrismo», afirma.
SOP: un tratamiento agotador y caro
Los primeros síntomas de SOP que experimentó Alexa en su adolescencia incluyeron menstruaciones irregulares, cólicos intensos y mareos. Con el tiempo, también empezó a padecer depresión, ansiedad y oscurecimiento de la piel.
Su primera consulta fue con un ginecólogo, a quien acudió por recomendación de su tía, sin estar completamente segura de qué tipo de especialista podría atenderla mejor. Partió de la idea generalizada de que los ginecólogos son quienes tratan los problemas de salud de la mujer.
El diagnóstico inicial de Alexa se basó en sus síntomas físicos y en los resultados de un ultrasonido; le recetaron un tratamiento hormonal que, recuerda, le ayudó a recuperar la menstruación.
«Prácticamente me dijo que tenía SOP por todos los signos que presentaba, incluyendo la presencia de vello en zonas donde usualmente una mujer no tendría. Me hicieron un ultrasonido y confirmaron el diagnóstico, aunque no recuerdo fechas exactas porque ha sido un proceso de idas y venidas. No he logrado tratarme como debería», cuenta Alexa.
Alexa ha sido inconsistente con su tratamiento y lo atribuye a la falta de información sobre el SOP, las dificultades para acceder a una atención médica accesible y el propio costo de los tratamientos.
«Es cansado y es caro. Creo que no hay nada gratuito para las personas con SOP: no hay información, ni charlas, ni orientación sobre cómo vivir con esta condición. En los videos que he visto, el tratamiento implica mucha disciplina y mucho dinero, desde hacer ejercicio y seguir una dieta adecuada, hasta pagar ginecólogos, exámenes y medicamentos, que no son baratos. Creo que debería existir una opción para quienes no podemos cubrir todos esos gastos,” explica Alexa.
A lo largo de su diagnóstico, ha probado diferentes tratamientos, incluyendo hormonas y medicamentos para regular la insulina, pero hasta ahora no ha encontrado una solución duradera.
Para Alexa, el movimiento feminista ha sido crucial en su proceso de aceptación y en la transformación de cómo percibe tanto su cuerpo como el SOP. Gracias al feminismo, ha descubierto la diversidad corporal y ha comenzado a cuestionar los estándares de belleza que solían hacerla sentir insegura.
Sin embargo, aún enfrenta inseguridades relacionadas con su apariencia física, en especial con el vello corporal y el oscurecimiento de su piel, aspectos que describe como factores que la hacen sentir «sucia» y «no atractiva».
La psicoterapeuta Isaen Estrada, fundadora del espacio Radicar entre Mujeres, explica que priorizar las soluciones basadas en mejorar el aspecto físico abona los sentimientos de culpa que pueden experimentar las pacientes.
“Cuando nos recomiendan bajar de peso sin tomar en cuenta que nuestro bienestar es integral, se está reportando la creencia de que la salud únicamente está relacionada con el aspecto físico, es decir los avances en el tratamiento dependerán de un ideal estético. Es el mensaje constante que nos dan, esto potencializa las sensaciones de frustración, estrés, en lugar de explicarnos que hay diferentes aspectos que componen una salud integral.
“Este mensaje de que solo se tenga que centrar la atención en el peso o un aspecto físico genera una presión que perjudica nuestra salud mental, pues todas estas visiones van a contribuir a las sensaciones de insuficiencia o de fracaso. Las mujeres pueden pensar ‘si no bajo de peso quiere decir que ese tratamiento no está funcionando’, entonces eso deriva en síntomas de ansiedad o que puedan generar conductas de riesgo alimentario, una disyuntiva constante de lucir de cierta manera o centrarnos específicamente en nuestro propio deseo de mejorar nuestra salud de manera integral”, afirma.
Salud Mental y SOP: una lucha más allá de los síntomas físicos
Marlen ha consultado al menos a nueve especialistas, sin contar a los múltiples ginecólogos y endocrinólogos que no lograron ofrecerle soluciones satisfactorias. Además de los síntomas físicos, al igual que Alexa, desarrolló depresión y ansiedad, efectos que en muchos casos son ignorados por los especialistas.
La atención médica que recibió se centró en lo estético, tratando de aliviar principalmente los síntomas visibles como el acné, la caída del cabello y el sobrepeso, sin prestar la atención necesaria a su salud mental y emocional.
Además, Marlen experimentó un trato desigual por parte de los especialistas hombres, a quienes describe como poco comprensivos y carentes de empatía hacia su situación. Esta falta de apoyo la llevó a investigar por su cuenta sobre el SOP, conectarse con otras mujeres que también lo padecen y buscar alternativas al tratamiento convencional.
Impulsada por su propia experiencia, Marlen, que es estudiante de la Facultad de Psicología de la UNAM, inició un estudio especializado sobre el impacto del SOP en la salud mental. Su tesis explora la relación entre los síntomas de ansiedad y depresión y la calidad de vida en mujeres mexicanas diagnosticadas con esta condición. En la primera fase de su investigación ha recopilado datos de 572 mujeres.
“El estudio es para conocer el impacto de Síndrome de Ovario Poliquístico en relación con la salud mental, los mandatos de belleza y el mandato de maternidad que, desde mi perspectiva, va muy de la mano con la salud mental y también con estos síntomas de ansiedad, claro que impactan en tu calidad de vida”, asegura.
Destaca la importancia de priorizar un enfoque multidisciplinario para el tratamiento del SOP, uno que aborde tanto la salud física como mental de quienes lo padecen.
Marlen ya completó la primera fase de su estudio y ahora se encuentra en la segunda y última etapa, en la cual busca que los resultados no se limiten a cifras y estadísticas, sino que reflejen los rostros y las historias de quienes padecen esta condición.
Quiero demostrar que detrás de cada número hay una persona
“De cierta forma, quiero demostrar que detrás de cada número hay una persona, una mujer real que enfrenta esta lucha a diario, desde que se despierta hasta que se acuesta», explica.Este reportaje fue realizado con el apoyo de la International Women’s Media Foundation (IWMF) como parte de su iniciativa de ¡Exprésate! en América Latina