Vida y Lectura| Goldie Mabovitch

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Marcela Eternod Arámburu

SemMéxico, Aguascalientes, Ags. 25 de septiembre, 2023.- A mediados de los años setenta, Oriana Fallaci se había ganado el respeto de tirios y troyanos como periodista, destacaba por su profesionalismo, valentía y honestidad. Sus reportajes, crónicas y entrevistas eran ampliamente divulgadas y comentadas, no solo por los temas que abordaba sino también por su capacidad de iluminar los aspectos más peliagudos u oscuros de los hechos y circunstancias con los que escribían la historia quienes detentaban el poder.

Como analista internacional de las complejas realidades políticas, Fallaci había logrado entrevistar a las personalidades políticas más relevantes de distintos países; a las personas que estaban haciendo la historia contemporánea o a las que luchaban contra poderes tiránicos o dictatoriales. Así, logró integrar un libro en el que reunió su trabajo como entrevistadora sensible y crítica, “Entrevistas con la historia”, en donde confiesa que siempre se involucró apasionadamente en la conversación, que no temió preguntar ni incomodar, y se preocupó por transmitir sus puntos de vista sobre la persona entrevistada.

Una de las entrevistas más afectuosas, de las 27 que integran el libro, donde Fallaci expresa llanamente su admiración por la persona entrevistada es la que realizó en noviembre de 1972 a Golda Meir, en esos tiempos la primera ministra de Israel, quien generosamente le concedió —en varias sesiones— más de seis horas de conversación. Es una entrevista personal y política, en donde Meir confiesa que detesta la guerra, aunque la ganen los judíos, pero que ésta es inevitable mientras los árabes se nieguen a negociar la paz. Fallaci le pregunta a Golda si alguna vez ha matado a alguien, y la respuesta es no, pero sí: no, personalmente, pero sí he dado órdenes para que otros lo hagan y de ello soy responsable.

La vida de Goldie Mabovich (Kiev, 1898) es una vida fuera de serie. Es la vida de una pobre niña judía que emigra a los Estados Unidos huyendo de los constantes pogromos rusos. La vida de una jovencita que decide estudiar, pese a la oposición materna que pretende casarla, lo que provoca que escape del control materno y se refugie en la casa de su hermana mayor, donde se transforma en una sionista convencida que decide irse a vivir a Palestina, donde florece la esperanza de que el pueblo judío pueda construir una patria en la cual estar seguro y dejar atrás el miedo de ser aniquilado, acusado de haber asesinado a Cristo.

Ahora es Goldie Meyerson, está casada, vive en Palestina, forma parte de un kibutz y pertenece a una comunidad agrícola que tiene todo por hacer para transformar esa tierra avara en un vergel. Es una mujer que participa, trabaja y se esfuerza. No le teme a la pobreza, pero aspira a una vida digna, sin lujos, pero sin hambre. Son los años de asimilación y transformación de judíos norteamericanos en judíos palestinos que al esposo le cuesta mucho trabajo y la llevan a abandonar el kibutz. En esos años nacen sus dos hijos, Menájem en 1924 y Sara en 1926.

Vendrá luego la separación del esposo y su creciente participación en la política, al lado de las y los trabajadores, en los sindicatos, en los colectivos agrícolas, con los refugiados que van llegando de todas partes, que desatan la cólera de los árabes y exigen el constante diálogo con los británicos, quienes están a cargo del protectorado palestino y tratan de mantener el orden.

En 1938, la señora Meyerson asiste como observadora a la conferencia de Evian-les Bains, donde se aborda el tema de la persecución de los judíos en Alemania. Indignada y furiosa escuchó como nadie, ninguno de los 32 países que asistieron, se comprometió a acoger a los judíos que necesitaban refugio. Los judíos estaban solos, indefensos ante los nazis y nadie les ayudaría.

Es la indignación la que la lleva a trabajar más, es la indefensión en la que se encuentran lo que la impulsa a consolidar la colonización de las tierras y a velar por los asentamientos que más tarde serán parte de Israel. Inteligente y disciplinada, trabajó durante años al lado de David Ben Gurión para lograr la creación del Estado de Israel. Fue quien logró recaudar entre la judería estadounidense 50 millones de dólares para la defensa de Israel, cuando su meta eran cinco millones, gracias a su capacidad discursiva, caracterizada por un profundo conocimiento de la realidad, un apasionado sionismo y el convencimiento de que los judíos no podían seguir siendo corderos sobre los cuales cualquiera pudiera desenvainar sus espadas.

El Holocausto fue de tal magnitud y crueldad que los países horrorizados, ante las evidencias de la “solución nazi”, entendieron finalmente la necesidad que tenía el pueblo judío de tener un país, de construir Israel, con el reconocimiento de la sociedad de las naciones. Un territorio propio, donde los judíos de todo el mundo pudieran refugiarse de sus perseguidores, un lugar a donde regresar, pero sobre todo un lugar que toda la comunidad judía debía proteger.

Una vez creado el Estado de Israel (1948) la carrera política del más alto nivel era inevitable: embajadora, ministra del trabajo y, posteriormente, ministra de asuntos exteriores. Es ahí cuando la señora Goldie Meyerson se convierte en Golda Meir, por recomendación de la Comisión de Nomenclatura Hebrea, ya que el hebreo fue uno de los elementos de cohesión más importantes para los muy diversos grupos de judíos que llegaban a Israel y se hizo necesario hebraizar nombres y apellidos.

Golda Meir fue propuesta por el partido laborista para el cargo de primera ministra de Israel en 1969 y ganó las elecciones. Una anciana de 70 años lidereando un país veinteañero, en permanente conflicto con los países árabes que lo rodean, siempre amenazado por el terrorismo palestino, buscando acuerdos para la paz y defendiendo sus fronteras.

De eso y mucho más trata la notable autobiografía que escribió Golda Meir y que tituló sencillamente “Mi vida”. En ella, a los largo de 380 páginas, da cuenta desde su infancia en Kiev, hasta su retiro en 1974 de la vida política, cuando el pueblo de Israel la crucificó por no haber atacado primero a sirios y egipcios en la guerra del Yom Kippur. Es cierto que es una autobiografía, pero como decía Fallaci, la señora Meir es honesta, austera y sincera; además, siempre reconoció sus equivocaciones, a la par de sus defectos y su autobiografía es testimonio de ello.

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