Marcela Eternod Arámburu
SemMéxico, Aguascalientes, 13 de noviembre, 2021.- El nueve de noviembre se recuerda en algunos países a las personas que con sus inventos e innovaciones han hecho posible el avance de la ciencia y la tecnología, con todas sus repercusiones en amplios y diversos campos que van de la medicina a la astronomía o desde la biología hasta las comunicaciones.
Esta conmemoración tiene importancia para nosotras porque su origen obedece a la admiración y el reconocimiento que suscitó en Gerhard Muthenthaler (un empresario alemán) una inventora austriaca del siglo pasado, para muchos absolutamente desconocida, Hedwig Eva María Kiesler. Admiración que lo llevó a proponer el nueve de noviembre como el Día del Inventor Internacional, que esta semana recibió cierta atención en la prensa.
Como siempre, han tenido que pasar muchos años para que la historia de Hedy Lamarr —nombre que adoptó la austriaca cuando llegó a los Estados Unidos— se conozca. Por eso, es obligado señalar que en esta búsqueda de esos muchos talentos femeninos olvidados todavía falta mucho por hacer.
Actualmente hay muchos esfuerzos por visibilizar a las mujeres, sus contribuciones al conocimiento y la recuperación de su presencia y aportaciones en todas las esferas y disciplinas. Y cada vez aparecen más investigaciones que demuestran que las mujeres han estado ahí, contribuyendo con sus trabajos, investigaciones e inventos.
Marie Benedict —que está logrando visibilizar a mujeres destacadas contando sus historias— escribió hace un par de años una biografía de Hedy Lamarr, conocida como una de las más bellas actrices de los años 30 y 40. Benedict se dio a la tarea de llenar los huecos biográficos de Lamarr con la imaginación para novelar su vida, excluyendo sus múltiples problemas psicológicos, sus cíclicas decepciones, sus debilidades y su constante frustración por los roles que le asignaban y el rechazo a sus ideas, conocimientos e inventos, por el hecho de ser una mujer y, sobre todo, una mujer muy guapa.
En “La única mujer” queda claro que esa judía europea con una inteligencia excepcional, que vivió en un contexto trágico y brutal construido por los nacionalsocialistas alemanes, fue orillada a un matrimonio impuesto, sufrió violencia de pareja, escapó a fuerza de voluntad y se exilió en los Estados Unidos con el único afán de sobrevivir.
Pero, sin duda, lo más destacado de la biografía de Lamarr que escribe Marie Benedict se centra en su inclinación a la ciencia, su capacidad para entender cuestiones de ingeniería y armamento complejas, sus estrategias para hacerse de información relevante producto de su odio a los nazis, su capacidad inventiva, su claridad conceptual y su habilidad para relacionar conocimientos y proponer soluciones técnicas de altísimo nivel.
Hoy se acepta, con mucha vergüenza, que el más importante invento de Hedy Lamarr es el Espectro Ensanchado de Saltos de Frecuencias (Frequency Hopping Spread Spectrum) que desarrolló en equipo con George Antheil, y fue patentado en 1942. Invento que durmió el sueño de los justos por años, dado que en su momento no fue ni comprendido ni valorado por el ejército americano a quien se le ofreció y que despreció su utilidad para ganar la guerra, solamente porque era una mujer hermosa quien lo presentaba.
Este invento es tan importante que hace posible que las telecomunicaciones actuales funcionen como lo hacen porque evita que las señales se superpongan unas con otras, es decir, asigna distintas frecuencias para evitar que se mezclen. Es gracias a Lamarr que hoy es posible que tengamos Wi-Fi, GPS, celulares y Bluetooth.
Su invento que ha tenido utilidad por más de 80 años y quedó demostrada en aplicaciones diversas durante años, desde su uso para el bloqueo de señales, la detección de torpedos teledirigidos, sus aplicaciones para los radares y su relevancia para desarrollar las técnicas antimisiles, tan necesarias durante la guerra fría.
La biógrafa no deja de señalar como los prejuicios triunfaron sobre la inteligencia y la inventiva, como el ejército americano prefirió a la actriz para recaudar fondos y no a la científica que les ofreció un notable invento, y como fueron cuestionados sus conocimientos sobre el armamento alemán y las estrategias nazis, despreciando parte del material que les entregó, porque también fue una especie de espía voluntaria e indetectable.
Y ya que estamos en este tema de los inventos, podemos preguntarnos quién inventó los limpiaparabrisas, la calculadora gráfica, el lavavajillas, la jeringuilla, las escaleras de incendios, el líquido corrector —ahora en desuso—, los tamices moleculares, los pañales desechables, el kevlar, el periscopio o las bolsas de papel con fondo rectangular. Todas estas cosas fueron inventadas por mujeres.
La historia de las bolsas de papel con base cuadrada o rectangular que inventó Margaret Ellen Knight es ilustrativa. La historia es conocida ya que su invento fue robado por Charles Annan, lo que la obligó a llevarlo a juicio por robo de patente. El señor Annan basó su defensa en el argumento de que era a todas luces imposible que una mujer pudiera inventar algo así. Con mucha sorpresa recibió la sentencia, la cual indicaba que sí era posible y que la señora Knigh había demostrado que todo el desarrollo y los diseños eran de ella, mientras explicaba cómo llegó a cada una de sus ideas y mostraba desde los bocetos hasta las máquinas diseñadas en madera o en hierro.
Quizá una de las novelas que más ayuden a comprender que siempre las mujeres han estado presentes, a pesar de los reiterados esfuerzos por hacerlas invisibles, sea “Talentos ocultos” de Margot Lee Shetterly, quien después de una larga investigación logró integrar un bellísimo texto que destaca la notable, aunque por años oculta, participación de tres brillantes mujeres afroamericanas en el desarrollo espacial norteamericano: Dorothy Vaughan, Mary Jackson y Katherine Johnson. Ellas nunca ganaron lo que otros varones con mucho menos méritos, ni desempeñaron los puestos que merecían, pero finalmente cinco décadas después ocupan su lugar en la historia.
Ojalá estos esfuerzos por visibilizar a las mujeres continúen y que las mujeres del futuro nunca vean sus contribuciones desechadas, devaluadas, minimizadas o robadas, sino reconocidas, apreciadas y agradecidas.