Vida y lectura| La mujer que nació tres veces

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Marcela Eternod Arámburu

SemMéxico, Aguascalientes, 4 de septiembre, 2023.- “La mujer que nació tres veces” es el título de la novela biográfica que escribió Sandra Frid sobre Carmen Mondragón Valseca, mujer olvidada durante muchos años que brilló con luz propia como poeta, pintora, escritora y promotora de la cultura y las artes del México postrevolucionario en los años veinte y treinta y escandalizó en la década siguiente, para hundirse pocos años después en el injusto olvido del que la rescata Sandra Frid.

Carmen Mondragón fue la hija consentida del temible y famoso general porfirista Manuel Mondragón. Sí, aquél que participó en la Decena Trágica, liberó al general Bernardo Reyes y se alió con Victoriano Huerta contra Madero. El mismo que, acusado de traidor por Huerta, se exilió en París con toda su familia, incluyendo nueras, yernos, nietos, servidumbre y asistentes. Y el que más tarde, huyendo de la Gran Guerra, se refugió en San Sebastián, donde finalmente moriría.

Carmen Mondragón fue la esposa de Manuel Rodríguez Lozano, con quien se casó con dudas e incertidumbres inexplicables, en medio de una revolución, y se fue a vivir en 1913 a París, bajo el amparo de su padre. Ella fue la que, junto a Manuel, tomó clases de perspectiva, pintura, color y dibujo. La que conoció a la vanguardia de pintores, escritores y poetas de diversas nacionalidades que, junto a sus musas, pululaban por ese icónico París de los artistas, de la innovación y la rebeldía.

Fue en París donde Carmen Mondragón y Manuel Rodríguez Lozano conocen a Picasso, a Apollinaire, a Diego Rivera y a su esposa Angelina. Además, conocen a Juan Gris, Jean Charlot, Modigliani, Max Jacob y muchos otros. Son los años de formación y exploración de la pintora y de la paulatina liberación de la mujer que habla, opina, pregunta y gusta a todos. También son los años de San Sebastián en España, de Alfonso XIII y su neutralidad ante el conflicto armado, de las clases en la Escuela de Pintura, Escultura y Grabado, del embarazo de Carmen, y del descubrimiento de que su marido era un atormentado pero activo homosexual.

“La mujer que nació tres veces” es una narración centrada en una mujer inusual por inteligente, curiosa, talentosa, atípica, precursora feminista en muchos sentidos, vanguardista, rebelde, libre y notoriamente hermosa, a quien con frecuencia se le “desbocaban” los caballos de las pasiones. La biografía se organiza en tres partes. En la primera se recorre, con saltos temporales y espaciales, su infancia, y la relación con un padre consentidor que tiene un vínculo inexplicable con esa hija tan fuera del molde; con una madre tan sorprendida y atemorizada como rebasada por la inteligencia y libertad de una hija indomable y voluntariosa que, con la complicidad del padre, rompe todo intento de disciplina y gobierno. Una hija a la que necesita casar para no ser ella la responsable de sus arrebatos y a la que, finalmente, casa.

En la segunda parte, Carmen Mondragón Valseca se transforma en Nahui Olin, nombre con el que la bautizó el famoso Gerardo Murillo (Doctor Atl) con quien vivirá varios años de intensos, apasionados, violentos y complicados amores. Un duelo de afectos y desencuentros, de acercamientos y celos, de venganzas y reconciliaciones, de infidelidades mutuas que acabarán hundiéndolos en incontrolables espirales de amor y odio y en un gran duelo de egos que llevará al brutal rompimiento de los amantes.

Aquí aparecen Edward Weston, Tina Modotti, Carlos Chávez, Lupe Marín y varios más. Y nos enteramos de que Marie Louise Cresence, maestra del Colegio Francés de Santa María, le entrega al doctor Atl un cuaderno color canela escrito por Carmen Mondragón a los diez años donde, en palabras de la profesora, la niña escribía cosas que a ella le maravillaban. “—Soy un ser incomprendido que se ahoga en el volcán de pasiones, ideas, sensaciones, pensamientos y creaciones que ya no pueden contenerse en mi seno; estoy, pues, destinada a morir de amor, del único amor para el que mi alma fue creada, y del cual debo ser la más fiel vestal de mi templo sagrado…”. Eso escribió la niña que en 1904 regaló su cuaderno a su maestra preferida.

La tercera parte se centra en su breve incursión a Hollywood y su gran decepción con su vulgaridad sexual y cosificada. En el amor más sosegado que ya cuarentona encuentra con un capitán de barco, el español Eugenio Agacino, que tiene la mala suerte de morir absurdamente intoxicado por unos mariscos, dejándola sola. Y en los muchos años que ella vivió después de la muerte de Eugenio; años marcados por la paulatina soledad, el abandono de su familia, su pobreza y sus cada vez más notorias excentricidades.

La novela está llena de anécdotas interesantes, de personajes emblemáticos de un México empeñado en darle espacios al arte y la cultura, un México excéntrico y elitista que se esfuerza en salir del provincianismo y superar sus enormes limitaciones artísticas. En alguna parte aparece Antonio Garduño, el fotógrafo de novias que le hizo a la Mondragón un estudio fotográfico completo al desnudo de enorme calidad que, años después, ella vendería en un jardín, foto por foto para poder terminar el mes, porque su pequeño salario de maestra de pintura y la beca de Bellas Artes apenas le alcanzaban para sus gastos más apremiantes.

Realmente cautiva la gentileza de Carlos Pellicer ante una Carmen (Nahui) desconsolada en diversos momentos, sobre todo en su vejez ante la muerte de un gato. La empatía de Lola Álvarez Bravo que la cobija personal y profesionalmente varias veces. La cercanía de Tina Modotti en muchos momentos y la presencia, hacia el final de su vida, de su sobrina nieta Beatriz a quien le confiesa “Soy hermana de tu abuela. Nunca me quisieron, dicen que soy la vergüenza de la familia. Me acusan de padecer locura psíquica y carnal. Te apuesto que ni saben qué es eso.”

“La mujer que nació tres veces” es una biografía cuidadosamente novelada, muy bien documentada, precisa y amplia, sobre una personalidad fuera de serie en lo artístico, lo intelectual y lo personal; una mujer que a fuerza de romper paradigmas y moldes fue estigmatizada y condenada al olvido por una sociedad cultural cada vez más rígida y conservadora.

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