Por Sara Más
SemMéxico/SemLac. La Habana, 07 de diciembre 2020.- La pandemia de covid-19 y los fundamentalismos religiosos agravan las desigualdades y los imaginarios que sostienen a las violencias machistas, reconocieron especialistas en La Habana, el 4 de diciembre, durante el Coloquio 2020 «Juventudes, violencias y fundamentalismos en los nuevos escenarios».
«Es real que la pandemia ha provocado un escenario social proclive a incrementar situaciones de maltrato, abuso y violencia», señaló la psicóloga Patricia Arés en la cita, organizada por la Sociedad Cubana Multidisciplinaria para el Estudio de la Sexualidad (Socumes) y el Centro Oscar Arnulfo Romero (OAR), junto a la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) y otras instituciones.
Las medidas sanitarias confinan la vida al ámbito doméstico y familiar, con gran sobrecarga de funciones, señaló la experta, al tiempo que se debilitan factores protectores de la violencia, como la socialización de la vida.
Quienes ejercen violenta aíslan, controlan y distancian a sus víctimas, algo que ahora ocurre voluntariamente con las medidas de distanciamiento físico, apuntó.
La experta señaló que igualmente se agudizan desigualdades preexistentes y existe una violencia estructural contra la mujer en familias que son matricéntricas en última instancia y donde las mujeres, sobre todo madres y abuelas, sostienen la carga doméstica y de cuidados.
En el imaginario social se invisibiliza la violencia y no se identifican acciones abusivas. «El maltrato psicológico se ha normalizado y ha entrado en una cadena de complicidad y aceptación social», agregó.
En este contexto emergen con fuerza los fundamentalismos religiosos cristianos, en particular el evangélico, sostuvo la pastora Dora Arce, cuyos contenidos patriarcales atacan los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, la educación sexual sana y liberadora y el aborto, entre otros.
«Ese fundamentalismo es una de las propuestas más sólidas de los imaginarios sociales hoy a favor de la ideología patriarcal», sostuvo. «Es una fuerza impulsora de conflictos en la sociedad, que ha llegado a calar en sectores disímiles», alertó.
Para avanzar en el perfeccionamiento y actualización de la estrategia integral de prevención y atención de la violencia de género e intrafamiliar, se necesitan alianzas y la integración a varios sectores, puntualizó Osmayda Hernández, del Secretariado nacional de la FMC.
Una de las líneas de trabajo se enfoca en colocar en el texto de las leyes el término de violencia de género, para que aparezca de manera clara y precisa en la norma, explicó la profesora de Derecho Arlín Pérez Duharte.
La jurista insistió en la necesidad de desarrollar una cultura de derecho con enfoque de género y de preparar al personal jurídico que reformará y aplicará las leyes, entre otras acciones de formación.
Para la psiquiatra Ada Alfonso, especialista del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), es clave entender la violencia de género como un problema, social, de derechos humanos y también de salud pública. «No solo por las consecuencias que genera, sino también por los servicios que desde ese sector se deben brindar», apuntó.
En la etapa más crítica de la pandemia, servicios como la Consejería a distancia de OAR y los Psicogrupos de WhatsApp dieron apoyo y atendieron a mujeres en situaciones de violencia.
«Muchos jóvenes decidieron convivir juntos en estas circunstancias y ello generó conflictos», relató Jorge Enrique Torralbas, profesor de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana.
«Otro aspecto es la sobrecarga del cuidador, vivenciada con especial intensidad, sobre todo, por mujeres jóvenes», dijo el investigador, al intervenir en el panel Juventudes desafiando al patriarcado en tiempos de pandemia.
Muchos de estos conflictos quedaron reflejados en un estudio exploratorio impulsado por el Centro de Estudios sobra la Juventud: «Violencia de género en relaciones de parejas jóvenes en tiempos de covid-19».
La investigación abarcó a 54 estudiantes universitarios que cursan la licenciatura en Relaciones Internacionales, entre ellos 42 mujeres y 12 hombres entre 19 y 24 años de edad, detalló Danay Pusseaux Moreno, una de las autoras.
El cuestionario fue enviado por un grupo de WhatsApp conformado por los jóvenes para sus actividades docentes e indagó sobre mitos y creencias que intervienen en la relación de pareja, la idealización del amor y los tipos de violencia vivenciados.
Sobresalió en los resultados la aceptación de la idealización del amor, bajo la idea de que «el amor todo lo puede» o «la pasión inicial de los tres primeros meses va a durar a lo largo de la relación», sostuvo la panelista. Asimismo, el alto grado de rechazo al maltrato, pues «consideran que no se debe maltratar a la persona amada», lo cual «vemos como un logro», dijo.
Entre las manifestaciones de maltrato, predominaron en hombres y mujeres la violencia psicológica, marcada por «celos y reclamos» y la violencia virtual, en «el reproche por la no respuesta con inmediatez de sus mensajes» y la incomodidad ante la interacción con otras personas en estas plataformas.
La atención psicológica durante la pandemia a mujeres jóvenes en situaciones de violencia, mediante redes sociales, demostró la necesidad de incrementar los espacios de atención, asesoría y acompañamiento a las víctimas y las potencialidades existentes para crearlos, aun en medio de una crisis.
«El aislamiento necesario para el control de la enfermedad tuvo grandes efectos psicológicos y físicos para algunas personas, incluso con amenazas de suicidio. También evidenció otras violencias como el acoso y la persecución, fundamentalmente hacia mujeres, por sus parejas u otras personas», indicó Claudia Cancio-Bello Ayes, profesora de la Facultad de Psicología e integrante de los Psicogrupos de WhatsApp
Por esa vía se atendió a 57 mujeres jóvenes víctimas de violencia. «Una pequeña muestra de lo que ocurre, porque muchas no tenían acceso a las redes sociales», subrayó.
«Estas mujeres llegaron de distintas maneras y si no tenían WhatsApp, nos encontraban en las líneas telefónicas habilitadas. Lo interesante de este tipo de atención es el desafío que implicó para nosotros como profesionales. «Pero la lejanía física no es lejanía afectiva», concluyó.
Para la psicóloga Iyamira Hernández, identificar diferentes formas de violencia a través de estos grupos de mensajería «nos dice que hay una necesidad urgente de integrarnos, porque para atender de modo integral este tipo de situaciones se necesitan redes, pues los costos son importantes a corto y a largo plazo».
La investigadora subrayó la necesidad de que las investigaciones sobre las relaciones de pareja incluyan no solo a las heterosexuales. «En todo vínculo de pareja, estas suelen montarse en el mismo modelo de las relaciones de género tradicionales, que traen al interior de esa relación dificultades en la comunicación y, por tanto, tensiones», dijo.
A juicio de Beatriz Torres, presidenta de la Socumes, «el espacio íntimo de las parejas debe continuarse estudiando porque ahí se están reproduciendo y naturalizando las violencias».