Violeta de Anáhuac| Violencia en aulas

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Isabel Ortega Morales

SemMéxico, Chilpancingo, Gro; 13 de junio de 2022.- Juan no se levantó para ir a la escuela. Raro, porque se incorporaba antes de que su mamá le hiciera el primer llamado a su arreglo. Los días subsecuentes fueron también así. Miguel no se levantó para ir a la escuela. Tenía la cabeza debajo de la almohada. Los días subsecuentes fueron así.

María encaró a Gudelia, mamá de quien agrede a Juanito. Martha encaró a Sofía, Mamá de quien agrede a Miguel. La maestra de Juanito dice que es un asunto de chamacos, que ya pasará. El maestro de Miguel dice que éste está exagerando.

Recién iniciaba el trabajo presencial en aulas, no eran muchos, estaban distribuidos en dos grupos. En la entrada a la escuela estaba un bote de gel de menos de dos litros que habían donado las autoridades para combatir el covid-19, pero la mayoría de las niñas y niños portaban en sus mochilas un botecito de gel que sus maestros les decían ese ocuparan.

Una mañana, la mochila de Juanito no estaba en su butaca, preguntó. Le dijo a su maestra que no estaba y que ahí la había dejado. Revisaron el salón, venían del receso y cada cual llevaba un recipiente de comida que consumían en la cancha.

La mochila fue localizada en el patio. Estaba vacía. Ningún libro, cuaderno, lápiz, goma, nada había. Así se lo expuso llorando a su mamá que no entendía que había sucedido.

Miguel estaba muy serio cuando fueron por él a la escuela. Se limpiaba constantemente con el dorso del brazo la boca. No quiso la gelatina que habitualmente gustaba al salir de clases. Por la tarde no quiso comer y cruzando los brazos lloraba.

A Juanito se la cantaron derecho: “Si quieres que no te encajemos el lápiz en tu cara o tu corazón, tienes que darnos 20 pesos diarios”. A Miguel le jalaron las manos hacia su espalda sosteniendo su cuerpo entre tres, mientras lo obligaban a recibir los besos en su boca de otro compañero varón.

Miguel era perseguido hasta en el baño, donde ir solo para orinar era ser seguido por un grupito que lo agarraban “del pirrín” para “jugárselo”. Juanito ya no llevaba comida, le decía a sus papás que le gustaba lo que preparaban en la escuela y que el costo de los tacos era 20 pesos, aunque las cooperativas estaban cerradas y las vendedoras de antojitos tenían prohibido la venta en las escuelas.

Cuando las madres de ambos expusieron a las autoridades educativas los casos fueron desestimados. Por eso encararon a las madres de ambos agresores que, por supuesto, negaron la acción. Juanito vive Morelos y Miguel en Guerrero.

¿Qué están recibiendo de información que les hace actuar así a sus agresores? Lo escuchan en casa? Lo ven en las redes? La respuesta en ambos casos son las dos.

Es el comentario diario y son los videos-nana que exponen con mucha facilidad violencia. La revisión de esa realidad de violencia que están viviendo niñas y niños está afectando su desarrollo.

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