Soledad Jarquín Edgar
SemMéxico, 7 de septiembre, 2020.- ¿Y usted, cuándo se indigna?
Esta pregunta la hago a quien me lea, en especial a las mujeres, a todas y de todas las edades, todas pueden opinar, desde las grandes hasta las chiquitas porque todas tenemos que opinar.
Mi duda sobre lo que nos debe impacientar a las mujeres es porque seguimos mirando, detrás o delante de la pantalla, cómo se caen las promesas, cómo no se cumple con las leyes, cómo se violentan nuestros derechos como humanas.
Cada día, dice la organización México Evalúa, en este país son asesinadas 11 mujeres y 86 son violadas sexualmente. Esta indignación nace pues de nuestros cuerpos, de nuestras formas de ser mujeres que por serlo somos castigadas por el estado patriarcal.
Cada día 11 familias viven el drama de ser cercenadas por la violencia del feminicidio y casi 100 por la violencia sexual. El enojo de las mujeres tiene una razón para surgir y manifestarse de muy diversas maneras porque no hay respuesta del Estado mexicano para reducir, evitar y terminar para siempre con ese lastre.
Es decir, en México no hay justicia. Las mujeres, ni las familias tenemos respuesta para nuestras hijas asesinadas, para nuestras conocidas violentadas sexualmente, para las desaparecidas. Lo que impera es el escándalo, se rasgan las vestiduras, pero ninguna solución.
Las fiscalías o procuradurías se han convertido en almacenes de denuncias, de kilos de expedientes que se acumulan, pero no se resuelven. El número de hombres, principalmente hombres, castigados por cometer esos aberrantes actos, delitos según las normas jurídicas mexicanas, son escasos, apenas unos cuantos, la gran mayoría siguen impunes y muchos otros son olvidados por las instituciones, no así por las familias.
Hay un estado de protección al delito, se llama corrupción y quien comete corrupción son las instituciones que no hacen su trabajo. Al presidente mexicano le molesta que un retrato, una pintura de Francisco I. Madero sea pintado, alterado por un grupo de mujeres que tomaron las oficinas de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), en el centro histórico de la Ciudad de México. No hay o no conozco la medición de la impunidad en México específica en el caso de las mujeres, pero hay datos generales que hablan de más del 90 por ciento de casos denunciados sin justicia en México. Eso sí es una vergüenza. Eso sí debe indignar. Eso debería tenerlo preocupado señor Presidente.
No se molesta ni se indigna, como sí nos indigna a muchas otras, el cúmulo de agravios cometidos contra nosotras. Durante 50 días un grupo de madres buscó una audiencia con el presidente Andrés Manuel López Obrador, no las vio ni las recibió. Hoy, en su mañanera, dictó cátedra de historia sobre Francisco I. Madero, lo llamó “luchador social” y citó ese lugar común, que de tanto decirlo, ya se le rompió el jarrito: “El que afecta la imagen de Madero o no conoce la historia, lo hace de manera inconsciente o es un conservador”. Conservador Madero, como dice una amiga que sí sabe de historia.
Se indignó en 2019 cuando marcharon, pintaron, quemaron puertas, paredes o monumentos, pero no escuchó nunca por qué lo estaban haciendo. Se atrevió, como lo hacen ahora con la toma de la CNDH, a señalar que hay detrás otros intereses y eso es todavía peor. Porque en el fondo pareciera que las mujeres no sólo no tenemos motivos para quemar y romperlo todo (claro lo que prima en su cabeza es que ya se acabó la corrupción. Cuando quiera Presidente, cuando quiera escucharnos le mostramos que la corrupción sigue vigente). Además, infantiliza a las mujeres que protestan cuando afirma que detrás de ellas hay otros intereses, los mandatados por “los conservadores”. O sea, a las mujeres siempre hay quien nos mande ¿o qué Señor Presidente?
Por eso creo que es tiempo que cada una de las mexicanas, de todas las edades, le digamos al Presidente, a los 30 gobernadores y dos gobernadoras de las 32 entidades del país, a los fiscales o procuradores, a los titulares de seguridad pública… ¡por qué chingaos estamos indignadas! Debemos pedirles que se pongan en los zapatos de cada una de las víctimas y sus familias, que respondan con lo que constitucionalmente aceptaron hacer: proteger la vida de cada una y cada uno de quienes aquí habitamos. Pero no lo harán porque no les importa o les importa poco.
Son muchos años de resistencia de las mujeres, pero como dice la arenga feminista: ¡nunca más contarán con nuestro silencio! y eso sí que les incomoda, por eso aseguran que detrás nuestro están sus enemigos políticos o ideológicos, enemigos reales o imaginarios. Nada más infundado, una equivocación, una mentira que gana terreno, polariza.
Cuando una madre se ata a una silla hasta que la atiendan o, mejor dicho, hasta que resuelvan su demanda, es porque ha llegado a su límite, como lo hizo Marcela Alemán y cómo, está visto, lo seguirán haciendo cientos de madres en todo el país.
Así lo han hecho y seguirán haciendo las jóvenes, esas que como en Guanajuato hace días y en Chihuahua este fin de semana salieron a la calle para protestar por la violencia y terminaron siendo detenidas, torturadas sexualmente, golpeadas, pagando multas para obtener su libertad. Pregunto, el próximo 28 de septiembre habrá marchas en casi todo el país, ¿sacarán a la fuerza policíaca para amedrentar y encarcelas, para violentar la vida de las mujeres? Es posible, porque les incomoda la verdad, pero no así la delincuencia, los delincuentes de cuello blanco o los del narcotráfico. A ellos se les protege, es más, recordemos que el mismo presidente ordenó la no detención del hijo del Chapo.
En este país, aunque no les guste, lo que hay es una protesta permanente, sistemática, ante la falta de justicia, una protesta de mujeres por sus derechos: madres picando la tierra para buscar restos de sus hijos e hijas en fosas clandestinas, madres esperando una respuesta a las puertas del Palacio Nacional durante días o en los palacios virreinales de los gobernadores donde nada de lo que sucede en la calle puede llegar hasta sus despachos, ni las ven ni las oyen. Hay madres exigiendo que los gobernadores dejen de proteger a los asesinos, directos o indirectos, como es mi caso, hay madres exigiendo justicia para sus hijas asesinadas, esta es la lucha de las mujeres contra la violencia…del otro lado el vituperio, la descalificación, la perversidad de un sistema y sus ejecutores, y el vacío perpetuo, la nada.
Por eso pregunto ¿Y usted cuándo se indigna?