2020 fatídico para la humanidad: adaptación pandémica

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Por: Irma Lorena Márquez Torres

SemMéxico, Morelia, Michoacán, 13 de abril, 2021.-La pandemia por el Covid-19  nos ha descolocado en todo y no lo asimilamos todavía: desde lo más íntimo, en nuestras relaciones con la otra persona, nuestras rutinas y nuestro estilo de vida, viene a transformarla y rediseñarla como la conocíamos antes.  Y ante ello crece la incertidumbre y el mayor temor que podríamos tener. ¿Hemos aprendido algo de esto?

Valdría preguntarnos, qué perdimos, qué ganamos, qué aprendimos; esos “ques”, saltan a la vista. Ahora nos toca aprender a vivir en la incertidumbre, esa que al parecer ha venido a quedarse en nuestras vidas. Y por ello se ha acelerado la necesidad de prepararnos para ella y enfrentarla. Tener la capacidad de resiliencia.

En lo personal esta pandemia es también una cura de humildad, que nos ha hecho ver lo vulnerable de nuestra forma de vida. Quizá para la mayoría de quienes coexistimos en este mundo, nos invaden reacciones tan humanas, como la añoranza del contacto humano, la libertad del ir y venir a placer sin que el virus enemigo esté al acecho. Pero ahora nos enfrentamos al miedo, al desapego y la muerte. Y nos han obligado e impuesto un nuevo presente, pues la obligación de parar nos fuerza a bajar el ritmo, olvidar los planes y a trabajar en casa, quizá para algunas y algunos, esto es posible. Pero seamos realistas, no es para todas y todos.

Familias separadas, familias rotas por la incapacidad de relacionarse las 24 horas del día. Pareciera  extraño pensar que cada integrante de una familia  se sienta invadido en un espacio físico más allá de lo que estamos acostumbrados. Pero es una realidad.

Aunque el confinamiento también nos aleja de nuestros seres queridos y nos llevan a idealizar el contacto físico, los abrazos reconfortantes, las risas perfectas, las miradas que transmiten y comunican. También es un momento de auge del individualismo y, ante el peligro de contagiar o ser contagiados, las personas a nuestro lado son vistas como una amenaza, no como aliadas. Va más allá de los lazos de sangre.

No olvidemos los seres humanos somos cultura, interacción e intercambio.  Y cuando nos limitan a  estas actividades sociales nos produce malestar. Con el paso de los días caemos en la irritación, aburrimiento y ansiedad.

La evidencia del aislamiento social es clara. Qué hacer al respecto no lo es tanto.

Se me viene a la mente la educación, en esta necesidad acelerada aún no sabemos cómo enfrentarla, el stress constante de las y los estudiantes por estar frente a la computadora por horas y limitar la socialización entre la comunidad estudiantil, ha traído terribles consecuencias. Pero lo cierto es que vamos a requerir personas más adaptativas, flexibles, empáticas, rápidas para actuar y moverse en escenarios complicados.

O las horas extenuantes del homeoffice, las mujeres con la sobrecarga de trabajo, o las menos afortunadas y afortunados, quienes ante la amenaza de esta terrible enfermedad, tienen que salir cada día a buscar el sustento para sus familias. Se agrava la desigualdad social y la pobreza.

Todos los días nos enteremos de que la cifra de muertes aumenta.  Las  personas que han sido contagiadas por el coronavirus y los familiares que no pudieron despedirse de sus seres queridos fallecidos a causa de la enfermedad. No vivieron el duelo.

Que el sistema de salud pública se colapsa ante el aumento de contagios y rematamos con la esperanzadora pero retarda vacunación. El stress y la incertidumbre siguen.

Qué aprendimos… hoy, como en ningún otro momento, están dadas las condiciones para aplicar una especie de “reset”, pensemos en continuar con un modelo de vida sostenible, en buenos hábitos de salud, de convivencia, de movilidad y socialización. Usar la tecnología y la ciencia a nuestro beneficio.

Creo que todo es tan nuevo que nos obligará a reflexionar, no solo en conservar nuestra salud física, sino nuestra salud mental. Nos llevará a ser solidarios, porque quien se cuida, cuida a los demás.

 ¿Qué pasará mañana? No lo sabemos. ¿Cuándo terminará esto? Es incierto. Nos guste o no, es un mal que todas y todos luchamos para erradicar. Para sobrevivir y transformarnos.

Aún debemos tener esperanza en la humanidad, nos adaptaremos a los cambios, está en nuestra naturaleza y encontraremos la forma de recuperar lo que se ha perdido.

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