Drina Ergueta
SemMéxico, La Paz-Bolivia, 18 de julio, 2024.- Muchas portadas de medios de comunicación físicos y digitales, además de las redes sociales, han destacado las imágenes de los futbolistas españoles Lamine Yamal y Nico Williams como protagonistas del campeonato europeo de fútbol y lo han hecho tanto por la calidad de su participación deportiva como por su particularidad de ser negros en una selección blanca. Esta inusual aparición puede extrapolarse a Bolivia.
Una parte de esa repercusión mediática y de redes fue de rechazo por razones racistas, ya que “ese tipo” de representación nacional no podía concebirse ni permitirse; la otra, era para destacar la diversidad de una selección y de un Estado que, para algunos, tiene también diversidad de naciones, entre ellas les correspondería por nacimiento la vasca a Williams y la catalana a Yamal.
Ese rechazo ya lo pasaron las selecciones francesas, alemanas o inglesas (donde una buena parte de sus integrantes tiene raíces africanas, turcas o árabes), con más años de migración extranjera en sus territorios. En España es un hecho que podría considerarse reciente, de este siglo, siendo Cataluña una de las que más registra con un 24% de población proveniente de otros países.
En Bolivia la migración es insignificante; al contrario, es un país de emigrantes, por lo que la comparación con lo que ocurre en la selección española y las reacciones racistas que produce sólo puede hacerse no con la población que llega sino con la originaria. Se podría decir que la selección de fútbol boliviana es el reflejo de la revolución republicana criolla de hace 200 años, donde la indianidad no tiene cabida.
No hay futbolistas que apelliden Mamani o Quispe o Choque en la selección boliviana y eso no es un hecho casual, es la consecuencia de un marginamiento consuetudinario histórico. Ni la resistencia física ni las capacidades lo justifican, sólo se trata de un resultado de discriminación social.
Por otra parte, ya se conoce la discriminación que por razón de género existe en el fútbol, ya que se trata de un deporte marcadamente masculino y masculinizado. Las conquistas de los equipos y selecciones de fútbol femeninas son recientes y muy importantes, especialmente en España donde han ganado un peso y presencia mediática y publicitaria relevantes. En este aspecto, en Bolivia no hay comparación posible, el impacto de los equipos y selección femeninos es mínimo y eso también es consecuencia de una discriminación social, esta vez por razón de género.
A las mujeres no les corresponde las luces del éxito deportivo, de la competencia y representación, mucho menos los premios y pagos económicos que generan. La población LGTBI está excluida, no puede caber gente que no sea hombre en el fútbol masculino, por eso sólo se hacen explícitas otras opciones sexuales en las selecciones femeninas.
El deporte tiene la facultad de otorgar a deportistas una representación identitaria de un grupo, un gremio, un barrio, una ciudad, un país, según el nivel de la competición. Las personas que hacen fútbol, al recibir esa idolatría por ser representantes sociales en una lucha contra otras representaciones, tienen (o tendrían) que ser ejemplares en su desempeño deportivo y también en su comportamiento personal. Además, el deporte no está al margen de un mundo de códigos estéticos corporales muy definidos por la moda y concepciones raciales, allí ciertos fenotipos tienen menos éxito que otros.
Ser deportista, y en especial ser futbolista, otorga a éste un áurea especial ante la sociedad unos brillos que seducen y por los que sueñan desde muy jóvenes muchos chicos y chicas. Por ello, quien puede paga por un aprendizaje y entrenamiento y aquí vuelven a salir las condiciones sociales discriminatorias que relegan a quien no tiene recursos.
Durante el gobierno de Evo Morales se construyeron infinidad de canchas de fútbol en poblaciones urbanas y rurales, lo que fue muy criticado en su momento. En Bolivia hay gran afición por el fútbol, como deporte, por lo que tener cierta infraestructura es positivo. El problema está en que hace falta un sistema de escuela deportiva seria y estatal (ya hay privadas) que ofrezca oportunidades a toda la población, en su diversidad social, racial y de género, de lograr una profesionalización y una conformación de equipos competitivos y con representatividad social real y no elitista de la población.