Elvira Hernández Carballido
¿Quién soy? ¿Quién es el otro, la otra? ¿Por qué hacemos lo que hacemos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Cuáles son las experiencias que determinan el destino de cada quién? ¿Cómo puede cambiarse el trazo del camino supuestamente predeterminado?
Mi mayor anhelo es buscar posibles respuestas a estas cuestiones básicas en la comunidad que, por definición, supone el teatro.
SemMéxico, Pachuca, Hidalgo, 2 de febrero, 2021.-Hace tiempo, Berta Hiriart respondió con estas preguntas a una entrevista donde se intentaba explorar su alma de dramaturga. Esa misma mujer que desde la infancia presentía que el teatro era un compromiso mágico que deseaba eternizar, ese juego preferido que jamás dejará de disfrutar.
Aunque ya la conocí en otro escenario, igual de mágico y comprometido como el del teatro, el periodismo feminista. Nunca olvidaré esa mañana de mayo en que me atreví a participar en una junta con la nueva directora de FEM, era el año de 1987.
La revista había decidido renovarse, fue así como se decidió que ya no habría una dirección colectiva y ahora solamente una persona quedaría al frente la emblemática publicación feminista. Fue así como quedó Berta. Y vaya que ya tenía una reconocida trayectoria, había pertenecido – en 1976 – al grupo La Revuelta, el cual fue descrito con verdadero acierto por Rosa María Roffiel:
“¡Aguas con las de La Revuelta] ¡Son unas radicales!” Desde entonces, siempre tuve noticias de ellas: “¡Armaron una bronca en Coalición!” “¿Ya leíste su periódico?” “Dieron una conferencia aquí, un seminario allá, un taller en El Chopo.” “¿Una agenda feminista?” “¿Te enteraste?: ya tienen su página en Uno más Uno.” Al principio, me preguntaba: ¿Y quiénes son esas Revueltas que a donde van revuelven tanto?” Recuerdo aquellas noches en la Coalición de Mujeres Feministas, en un departamentito de la Colonia Cuauhtémoc, cuando una llegaba de nuevita, casi casi de calcetas (en lo que a feminismo se refiere), sin atreverse siquiera a abrir la boca. Encontrarse entonces con las de la Revuelta era toda una experiencia. Seguras de sí mismas, estrafalarias, sin ningún recato en salir a la calle con playera y sin brasier, o en ponerse una de esas faldas exóticas que una quiso llevar siempre. Durante un tiempo fueron como seres mitológicos para mí. Claro, poco a poco fui conociéndolas. Dejaron de ser cíclopes y medusas terribles y aparecieron ante mis ojos simplemente como mujeres que buscan, iguales a tantas más.
La experiencia que dejó la edición de su revista independiente también llamada La Revuelta le permitió a Berta palpar la aventura de crear contenidos, publicarlos y circularlos. Más tarde, ella y sus cómplices tuvieron la osadía de atreverse a aceptar un espacio en el Uno más Uno. Las estrafalarias revoltosas escribieron una columna llamada “Traspatio”. Pero, ese periódico pese a tener poco tiempo de existencia y de garantizar que representaba un periodismo moderno, no comprendió, principalmente el director y editores, que un grupo de mujeres creara una tribuna para hacer referencia a lo personal, a lo llamado cosas de mujeres, al feminismo de los setenta en todo su esplendor:
Solas y aisladas nos quieren tener
Solas y calladas tenemos que ser
Solas y encerradas con nuestros problemas
Solas y engañadas con miles de emblemas.
Yo te digo ahora que no estamos solas
Que somos millones con la misma historia
Y que separadas nos quieren tener
Porque juntas jamás nos podrán vencer.
Al llegar la década de los ochenta Berta ya era una experta en temas de feminismo, de organización y provocaciones. Sin duda, esa trayectoria fue determinante para que fuera la elegida para quedarse al frente de FEM. Sensible y generosa, su dulce voz provoca de inmediato una total empatía con ella. Se dejó llevar por su instinto e inteligencia, para transformar la revista, segura de que debía llegar a más mujeres, no solamente a las académicas e intelectuales, también a las que trabajaban en fábricas u oficinas de gobierno, las jefas de familia y las chavas fresas, las que rompían prejuicios, seguras de que podían ser lo que deseaban ser sin seguir reglas ni destinos falsos. Fue de esa manera como empezó a hacer un llamado para que las jóvenes recien egresadas de carreras de periodismo o comunicación ayudaran a hacer una nueva publicación feminista.
No llegaron multitudes, pero quienes hicimos eco a su llamado, nunca olvidaremos la manera en que nos explicó la importancia de dar voz a las mujeres, de hacerlas visibles, cómo se debía denunciar toda desigualdad. Nos asignó una tarea a cada una y al regresar leyó en voz alta nuestros textos. Evocar su voz leyendo mi entrevista a Guadalupe Loaeza todavía me sacude y logra emocionarme. Fue así como Berta motivó, sobre todo a cuatro chavitas, a hacer periodismo feminista. Así nacieron las cuatro fantásticas: Isabel Barranco, Josefina Hernández, Maribel Inclán y Elvira Carballido. Éramos cuatro veinteañeras que nos comprometíamos a salir a reportear cualquier escenario donde las mujeres estuvieran presentes.
Y Berta siempre estuvo ahí, afinando nuestro tono, invitándonos a explorar ambientes e historias que de otra manera jamás habríamos conocido. Charlamos con escritoras y cineastas, hicimos crónicas de la jornada cotidiana de una costurera o de una mujer policía. Ella creó secciones para llenarlas de notas informativas, para hacer reseñas de libros o compartir algún querido diario, como lo hizo la inolvidable Marcela Guijosa. Se insertó una crítica mensual a los contenidos de los medios de comunicación a través de la mirada experta de Mercedes Charles. Las cuatro fantásticas estuvimos cubriendo mil eventos, entre ellos el encuentro feminista de América Latina llevado a cabo en Taxco, Guerrero.
Comprender y explicar, denunciar y sensibilizar, un año completo de aprendizaje bajo una tutela generosamente dulce, responsable, comprometida. Por eso, en 1988 casi lloramos cuando Berta dicidió dejar la revista, pero respetamos su decisión, comprendimos sus razones, sabiámos que pese a todo siempre estaría cerca de nosotras.
Fue así como luego me invitó a ser corresponsal en Fempress, qué tiempos. Escribía mi texto, que iba a dejar a su casa en Coyoacán, Berta lo revisaba, corregía y aprobaba para luego meterlo a un sobre e irnos a la oficina de correos para mandarlo directo hasta Santiago de Chile.
Fueron esas tardes en su casa donde palpé su alma y detalles de su vida, sus hijas hermosas, su nieta y hasta su perro guardián. Advertí su amor por el teatro, el gozo por la escritura, por eso, solidaria y llena de admiracion compré su novela “Feliz año nuevo” (1994). Fue revelador, pero muy puntual el comentario de la escritora María Luisa Puga en la contraportada del libro:
Berta Hiriart tiene la aguda conciencia de que narrar no es idealizar, sino recrear momentos. Lo hace con un lenguaje límpido y feliz. Su prosa nos permite ver que lo que es maravilloso no es la felicidad sino la capacidad humana para experimentar la vida en sus distintos momentos.
Me enteré que en 1974 ella había fundado la compañía de teatro infantil en la Universidad Veracruzana. Que también fundó talleres para mujeres en El Chopo, en 1982. Fue Becaria del Programa de Fomento a Proyectos y Coinversiones Culturales y de del Programa de Fomento a Proyectos y Coinversiones Culturale, en los últimos años del siglo XX.
La nueva época del XXI no podía empezarla mejor al convertirse en miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte SNCA (SC-FONCA) y empezaron a llegar las puestas en escena, las obras de teatro de su inspiración, los reconocimientos como el Premio Bellas Artes de Obra de Teatro para Niñas, Niños y Jóvenes Perla Szuchmacher (2008) y el Premio Nacional de Dramaturgia Joven Gerardo Mancebo del Castillo (2010). De todas sus obras, mi preferida es “Un día en la vida de Catalina”, seguramente porque me ocurrió algo parecido.
Todavía leo el manual que escribiera con otras dos maravillosas periodistas, Ana María Amado y Norma Valle, titulado “El abc del periodismo no sexista”. Otro texto, que hoy dejo leer a mis alumnas y que consulto continuamente es su “Taller de escritura creativa”, redactado junto con la querida Marcela Guijosa.
Y me gustaría compartir más momentos, cada consejo y charla, risas y lágrimas, su voz cariñosa diciéndome “Viví”, invitándome a nuevos espacios, aceptando participar en algún evento para estudiantes, compartir esas lágrimas cuando le escribí para preguntarle si era cierto que doña Guijosa ya no estaba en este mundo, el homenaje, sus palabras de amiga.
Por eso, este día que es su cumpleaños, 2 de febrero, tenía que escribir sobre ella, mi cómplice y angelita feminista, aliada eterna, maestra por siempre. Feliz cumple, querida Berta Hiriart. No olvido ese 1987 en FEM, cada consejo y tu certeza de apostar a nuestra necedad comprometida:No es fácil, sin embargo, que los medios de información acepten estos nuevos textos que rompen sus esquemas habituales: convierten en noticia lo que hasta ahora se ha considerado sin importancia, buscan la presencia de la mujer en cada hecho, y cuestionan todo acto de discriminación sexual, incluyendo los que cometen los propios medios. A pesar de esto, hay que escribirlos y procurar su publicación, como lo hace este mismo texto que tie