Elvira Hernández Carballido
SemMéxico, Pachuca, Hidalgo, 3 de julio, 2024.- Cuando reconoces que el amor no es romántico, solamente posible a destellos, con límites precisos, aliado de tu fuerza, es posible escribir:
Tus manos recorren este cuerpo que es mío, pero también de todas las mujeres que soy y de todas las mujeres que he querido ser. Ellas, nosotras, todas y yo compartimos cada noche esta cama, nuestra cama, tu cama.
Es así como retiro lentamente la hoja de parra de mi sexo bendecido por tu mano para que Eva repose en tu lecho. Pero no es esa Eva ingenua que mordió una manzana por creer en las palabras de una serpiente y por eso la expulsaron del paraíso. No, en esta cama está la otra Eva, la que mi amiga Norma describe en su manual. Una Eva que se enamora del mar, porque le recuerda tu olor. Esa Eva que peca gozosa y se extravía en laberintos poéticos. La que imagina un Adán que cree en los milagros. Un Adán ingenuo que penetró su alma con la misma pasión como cada noche lo haces conmigo.
Pero al lado izquierdo de esta cama encuentro también una bruja que fue quemada durante la época de la Inquisición. La misma que se enamoró de la luna y vuela feliz a las doce de la noche. La que convierte su cuerpo en brebaje de amor, que no necesita un espejo porque tu mirada le comprueba que todavía es hermosa.
La dulce mirada de María Magdalena te hace titubear un poco, por eso tu mano no sabe si posarse en lo que has bautizado como unas caderas sagradas o rezar ante lo que has bendecido como unas piernas gloriosas. Y pecadoras seguimos al mismo ritmo tu voz que suelta demonios de pasión bendita.
También puedo ver a Ruth, la misma que enternecía a Booz, según la Biblia, mientras la miraba dormir. Pero la que nos acompaña es la Ruth del poema de Gilberto Owen. Esa Ruth que no tiene la manzana de Adán en su cuello, aunque se la hayas cedido a través de tus profundos besos.
Descubro la “sombra de mi bien esquivo” y aunque seas un fugitivo que luego se burle de mí, la misma Sor Juana comparte este lecho queriéndote bien y tratándote mal para provocar lo que tu amor pretende. Diablo, carne y mundo se convierten en testigos de estos murmullos de placer que resuenan en esta habitación.
Ahí está la Frida sedienta que brinda por ti con la luna. La Frida vestida que espera ansiosa la despojes de este huipil que esconde un corazón remendado. La Frida bigotona que le gusta presumir ese bozo porque sabe que ha marcado el destino de sus caderas.
Invito a las periodistas del siglo XIX que escribían sobre sí mismas intentado explicarse y justificarse ante los demás. Junto con ellas me convierto en una violeta del Anáhuac para decirte que vengo a tu cama para llenar la necesidad de sentirme viva y mujer.
La Adelita asomada en el estribo de un tren revolucionario también nos acompaña durante toda la noche. La misma que un sargento idolatraba y que me aconseja cómo lograrlo contigo. Confía que puede orientarme para que seas mi vida y yo tu querer. Al menos por hoy, te prometo que yo no me iría con otro.
Rosario está sentada en la orilla de tu cama y juega ajedrez, porque sabe que somos amigos y a ratos nos amamos. Después de observar mi sonrisa, ella ya sabe que junto a ti no puedo sentirme piedra, contigo soy nube, aire, bella, airosa.
Anaïs deja escapar sus pájaros de fuego en esta cama compartida. Así me logra persuadir de que sus relatos pueden ser testimoniales y reales cuando dos amorosos se entregan como cada noche tú y yo lo hacemos. Junto con ella descubro que también me dividido y me complemento. Soy dos mujeres en este mismo cuerpo cuando estoy contigo, pues entre tus sábanas soy pausada y desesperada, curiosa e impetuosa, ingenua y rebelde, pecadora e inocente.
Ángeles me pide que no me arranque la vida cada vez que acepto la invitación para compartir esta cama. Con prudencia me recuerda la existencia del mal de amores, pero también que no hay ninguna eternidad como la nuestra.
Y en vez de maldecirte, como advierte en su novela Hortensia Moreno, repito con ella que en esta cama pueden estar las testarudas, las locas, las despojadas, las desgracias, las bigotonas, las peludas y las nada interesantes. Y que tengo la fortaleza suficiente para darle espacio a las exitosas, a las perfumadas, madrugadoras, sensuales, musas, divas, abnegadas, renegadas, únicas, virtuosas e independientes.
Ellas y yo nos acurrucamos a tu lado. Cómplices y gozosas. Convoco a mujeres espejo en tu cama para no enamorarme de ti. Que el amor romántico sea ese sueño del que simplemente un día, despiertas.