Martha Canseco González.
SemMéxico, 8 de noviembre, 2021.- Como les he platicado en esta columna, muy joven e inquieta acompañé distintos movimientos ahora históricos de nuestro país, algunas huelgas en la UNAM y luego el movimiento de liberación homosexual que en los años ochenta, empujaba a sus primeras candidatas y candidatos al Congreso de la Unión y la candidatura de la primera mujer a la presidencia de México, la señora Rosario Ibarra de Piedra.
Mis inicios en el periodismo televisivo en Canal 13 me absorbían mucho tiempo así que no podía dedicarle tanto al activismo como yo hubiera querido. Aun así, viví momentos significativos que están muy presentes en mi memoria.
Aquí también lo relaté en forma de cuento, la represión de que fuimos objeto las lesbianas y los homosexuales organizados en el Parque México, durante una campaña para recaudar fondos a favor de Rosario Ibarra y nuestras candidatas y candidatos.
No crean, en esos momentos, tanto como durante las primeras marchas del orgullo homosexual, entre botellazos, insultos, pedradas, aventadas de automóvil y mentadas de madre, yo me preguntaba ¿qué estoy haciendo aquí? Pronto la duda se disipaba, ¡estoy luchando por mí derecho a ser, a existir y sobre todo a ser feliz! como cualquier otra ciudadana.
Así es, yo pensaba que estaba luchando por mis derechos, pero resulta que todo trasciende.
Tengo y vivo en una familia totalmente diversa como algunas hay en este país. Tres sobrinos y dos sobrinas tienen una orientación sexual distinta a la de la mayoría.
Hace años cuando mi sobrino Hugo se casó, estando en la celebración yo pensaba ¡claro para esto también marché y me manifesté! Para que él tuviera la libertad de enamorarse de quien quisiera sin mayor riesgo, me sentí realmente muy contenta.
Hace varias semanas muy temprano, recibí una llamada telefónica de mi hermana, me avisaba que la pareja de mi sobrina Arianna, una joven de apenas 33 años había muerto de manera totalmente repentina a causa del rompimiento de un aneurisma cerebral.
¡Qué dolor!, no podía dejar de pensar en Arianna y por lo que estaba pasando, una verdadera tragedia. Pero esto va más allá del pesar que te da que alguna, alguno de tus seres queridos sufra y viva momentos tan difíciles.
Ilusamente pensé que lo único que necesitaban mis sobrinos y sobrinas para ser felices era que fueran aceptados y respetados por su orientación sexual porque pare eso luché y me esforcé, jamás me pasaron por la cabeza los vaivenes que tiene la vida misma.
¡Lo siento mucho preciosa Arianna!, no hay marcha ni manifestación que pudiera encabezar para evitarte esta pena, no puedo hacer nada para que puedas eludir los malos momentos que forman también parte de la vida.
Sólo te puedo decir que pasará, que va a pasar, que recuperarás la alegría y las ganas de vivir, que este infierno, como tú lo has descrito tiene fecha de caducidad.
¡Ánimo mí amor!
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