Desde julio de 2021 que se autoproclamó como el “destapador” de presidenciables, López Obrador recitó cientos de veces que se había acabado el “dedazo” para designar a su sucesor.
A los rotundos fracasos en seguridad, salud, educación y economía, ahora se suma el compromiso de campaña número 54 de López Obrador: la descentralización de dependencias federales, un proyecto absurdo por su inviabilidad ante el multimillonario gasto que representaba.
No fue el “pueblo bueno”, aquel que compra con programas sociales para que respalden “la transformación” -¿qué no es delito grave comprar votos con recursos públicos?- y mucho menos el jodón conservadurismo
Además de atenderse rutinariamente sus males como el hipertiroidismo, la gota, azúcar alta y corazón, sería conveniente que el populista López Obrador se realice una resonancia magnética porque en una de esas, de tanto estar pendiente de lo que escriben y dicen periodistas críticos, le salió un tumor en el cerebro.
Tras el golpazo del 13N, fastidiado, harto -hasta la madre- de que estos cabrones del “conservadurismo” no entiendan para nada su proyecto de la “cuarta transformación”.
Si nada de esto sucedió en cuatro años y, por el contrario, empeoró, tampoco nada garantiza que puedan cambiar las cosas en los próximos seis años. Paradójico.
A más de un año que inicie apenas la organización de la elección presidencial -septiembre de 2023-, técnicamente, no hay candidatos ni propuestas, aunque curiosamente, sí hay campañas. Y en Morena.