El constitucionalismo y las mujeres

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 Ruth Zavaleta

SemMéxico/BillieParkerNoticias, 6 de febrero, 2022.- ¿Qué es una Constitución? Es el título del libro de Ferdinand Lassalle en donde definió “ (…) lo que es, en esencia, la Constitución de un país: la suma de factores reales de poder que rigen en ese país”. La cita es a propósito, porque el día de hoy, 5 de febrero, se conmemora el día de la Constitución vigente en México. La de 1857 fue promulgada también en febrero, pero un día 12 y la de 1824 un 4 de octubre.

Cuando Lassalle dictó la conferencia para explicar qué era una Constitución, lo hizo para analizar por qué el Rey Friedrich Wilhelm II de Prusia no pudo cumplir con su promesa de dar a su nación una Constitución cuando Napoleón fue expulsado, pero permítaseme retomar su concepto de los factores reales de poder para reflexionar sobre la contundente exclusión de las mujeres en la historia del constitucionalismo mexicano. Y es que las imágenes son transparentes, en las fotos históricas de los diferentes congresos constituyentes, ninguna mujer ha sido fotografiada porque nunca han sido integrantes de algún congreso federal constituyente. Porque durante un siglo y medio, en el soberano y libre Estado mexicano, un factor real de poder determinante era la cultura patriarcal por la que sólo los hombres podían participar en la actividad política (y en la mayoría de los países del mundo).

Desde 1813, que don José María Morelos y Pavón convocó al Congreso Constituyente para redactar la Constitución de Apatzingán (Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana), que se promulgó el 22 de octubre de 1814, hasta el Congreso Constituyente de 1916, convocado por el presidente Venustiano Carranza para crear la Constitución, que fue promulgada un día como hoy, pero de 1917, sólo los hombres podían participar.

Formalmente fue la Constitución de 1857 la que estableció en su artículo 40 que la República, además de ser representativa y federal, era democrática, pero eso no implicó que las mujeres fueran consideradas como parte “del pueblo” que decidía sobre quiénes serían sus gobernantes. Incluso, si leemos con atención esa Carta Magna, podremos constatar que sólo existía la palabra “hombre” (Por ejemplo, los artículos 4, 10 y 11) y nunca la palabra “mujer”.

Con el reconocimiento constitucional del derecho de las mujeres a votar y ser electas, la historia de la democracia constitucional mexicana comenzó a transformarse. Si bien es cierto, la pobre presencia numérica de mujeres en el Congreso de la Unión prevaleció hasta 1993, la experiencia que fueron adquiriendo las mujeres en el quehacer legislativo cotidiano empezó a rendir sus frutos. A mayor presencia numérica de diputadas en el Poder Legislativo, mayores cambios se han producido para garantizar los derechos de las mujeres. Así ha quedado demostrado con las reformas constitucionales de paridad política de 2014 y de paridad total de 2019, por ejemplo. Pero no sólo eso, para bien o para mal, en los debates de mayor confrontación, las mujeres han reafirmado su presencia paritaria en el Congreso de la Unión y, si bien es cierto, las mujeres todavía no logran encabezar las principales comisiones en donde se toman las decisiones más importantes de ese órgano de poder político, están aprendiendo y adquiriendo experiencia para hacerlo.

En el imaginario colectivo de la población también hay un cambio importante y, poco a poco, se va produciendo una nueva cultura de la igualdad política. Hoy se ha “normalizado” que las mujeres compitan para cualquier cargo de elección popular. Incluso, poco a poco, la participación política de las mujeres se impone en las comunidades indígenas que se rigen bajo sus propios sistemas normativos. Esto ha dado como resultado que algunos congresos locales se conformen por más del 50% de mujeres y que, las agendas legislativas se “feminicen”, es decir, las iniciativas que se presentan, toman más en serio las reales necesidades de esa población que, en la mayoría de las entidades federativas, representan más del 50% de población.

Es en ese contexto es que pienso que, si se convocara un Congreso Constituyente para redactar una nueva Constitución, la imagen que por fin vamos a ver será la de constituyentes hombres y mujeres.

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