Gloria Analco
SemMéxico, Cd. de México, 15 de agosto, 2024.- Ya había sido publicado el plan de Washington para tumbar a Maduro un mes antes de la elección presidencial en Venezuela, y a los “abajo firmantes” -acusando a Maduro de fraude electoral-, la información les había pasado de noche.
Estados Unidos se había metido hasta la cocina en los comicios electorales venezolanos desde el principio, con preparativos para colocar en la boleta a María Corina Machado y encumbrarla en muy poco tiempo, para convertirla en una fuerte rival de Nicolás Maduro en las presidenciales del 28 de julio.
A sabiendas que para enterrar a Maduro políticamente no bastaba con el respaldo de la Unión Europea y otros países latinoamericanos con gobiernos de derecha, utilizó la diplomacia con los gobiernos de Gustavo Petro en Colombia y Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, para que le echaran la mano con Machado y altos funcionarios de sus gobiernos la recibieron, en la búsqueda de fortalecerla políticamente y que ganara su simpatía.
Quien no fue considerado en este guion fue el presidente Andrés Manuel López Obrador, de sobra conocido que él no se prestaría a ningún enjuague.
Pero nada de esto, que venía ocurriendo desde octubre de 2023, cuando Estados Unidos consiguió darle nuevo aire a la oposición venezolana, impulsando a María Corina Machado en unas primarias de la oposición, sabía la famosa autonombrada intelectualidad mexicana -compuesta por académicos, periodistas e intelectuales- que firmó un desplegado en contra de Nicolás Maduro acusándolo de cometer fraude electoral.
Lo más calumnioso fue que lanzaron ese desplegado el 1 de agosto, apenas cuatro días después de haberse celebrado las elecciones presidenciales y el mismo día que el gobierno de EE.UU. reconoció a Edmundo González como ganador de esos comicios, que las autoridades electorales locales todavía no tenían por qué haber calificado, de acuerdo a su marco legal.
Se trataba, según la estrategia estadounidense, de dar un golpe mediático apresurado, al que debía sumarse la comunidad internacional poniendo en duda la viabilidad de las elecciones por un régimen dictatorial que “seguramente tenía sometida a la autoridad electoral”, alegarían.
Se preveía que ya para esos momentos las calles de Venezuela deberían estar incendiadas, aparentando que la ciudadanía estaba muy a disgusto con el resultado dado a conocer la misma noche de los comicios a favor de Maduro.
Procedía entonces que, ante seguros muertos que estarían arrojando las calles, pillaje y violencia desatada en varios puntos del país, se alzaría en todo lo alto la voz de la comunidad internacional, incluidos Brasil y Colombia, que ya habían pactado con Estados Unidos.
Pero Nicolás Maduro ya estaba advertido de estos planes por intelectuales españoles que sí habían leído el plan de Washington contra su gobierno, publicado en la web del Wilson Center (institución estadounidense dedicada al debate internacional), por uno de sus principales gestores, Mark Feierstein, alto funcionario de USAID, y quien ha trabajado como asesor de Seguridad Nacional de Ronald Regan, Bill Clinton y Barack Obama, y participado en las estrategias políticas contra Bolivia, Nicaragua, Paraguay, y ahora en Venezuela.
La Inteligencia del gobierno de Maduro tenía detectados a los grupos que estaban organizados para desatar la violencia, por tanto, las fuerzas de seguridad fueron desplegadas en los puntos geográficos clave donde se dispararía el golpe opositor, y en cuestión de horas fue desactivada la ola de violencia que sólo logró tener lugar brevemente.
La infamia cometida por la intelectualidad mexicana contra Maduro, dejándose llevar por la corriente, al suscribir un documento en tono de “expertos” pero que, como dice el analista geopolítico Alberto Carral: “Se dicen intelectuales, y no leen”.
Por supuesto, no es la primera vez que los “abajo firmantes”, como ya se les conoce, distorsionan los hechos, caen en la calumnia, la difamación, y hasta en la injuria al lanzar acusaciones infundadas, lo cual los ha ido apartando del espectro nacional.
Las cosas entonces no iban bien para los planes estadounidenses: las calles estaban tranquilas, y Petro y Lula no pudieron desconocer el resultado oficial del Consejo Nacional Electoral (CNE), que es el órgano rector que ejerce el poder electoral de la República Bolivariana, a favor de Maduro, lo cual sí hubiera tenido un efecto demoledor para el mandatario venezolano.
El presidente López Obrador se les había adelantado, sin proponérselo, al informar que su gobierno esperaría a los resultados oficiales, una vez evaluados por la autoridad electoral, para reconocer los resultados que arrojaran.
A los presidentes de Brasil y Colombia no les quedó más remedio que sumarse también a esa opción, y así los tres países con gobiernos progresistas y las más grandes economías de la región, terminaron por apagar el fuego que ya no pudo poner al rojo vivo Washington.
El baño frío en realidad vendría después, cuando Nicolás Maduro, en una interlocución pública dijo en tono muy enérgico:
“Si esta gente de allá del norte y sus asociados en el mundo cometen el error de su vida, entonces, esos bloques de petróleo y gas que ya estaban firmados, pasarán a nuestros aliados de los BRICS”.