La hija fiel, Isabel Clara Eugenia

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Por: Sandra Ferrer Valero/Mujeres en la Historia

SemMéxico/Mujeres en la Historia. 12 de agosto 2020.- Primogénita de Felipe II, Isabel Clara Eugenia vivió gran parte de su vida al lado de su padre, de quien fue, sin duda, una hija predilecta. Mujer culta e inteligente, fue la fiel mano derecha del monarca hasta que su destino la llevó a Flandes, donde intentaría restablecer una difícil paz de la mano de su esposo el Archiduque Alberto.

Un nacimiento esperado
El segundo vástago real resultó ser una niña. Isabel Clara Eugenia nacía en Valsaín el 12 de agosto de 1566. Su triple nombre fue puesto en honor a su madre, Isabel de Valois, a Santa Clara, por haber nacido el mismo día que la fundadora de las clarisas, y a San Eugenio, conocido por su ayuda en los alumbramientos.

Felipe II sólo tenía un hijo, Don Carlos. Lo que hacía necesario otro varón para asegurar la dinastía, sobretodo debido a las constantes muertes prematuras de los infantes. Pero el nacimiento de una hija, lejos de defraudar al monarca, fue para él una alegría.

La infanta huérfana
Con tan sólo dos años, Isabel Clara Eugenia perdía a su madre en un mortal alumbramiento. Un año antes, Isabel de Valois había dado otra hija a su esposo Felipe, Catalina Micaela. Las dos niñas se harían inseparables. Aquel fatídico año de 1568 se llevó también al problemático y enfermizo heredero, Don Carlos.

Isabel Clara Eugenia con Magdalena Ruiz. Alonso Sánchez Coello. Museo del Prado. Wikimedia Commons

Felipe II encomendó la educación de las niñas a su hermana Juana. Desde el primer momento fue acogida con cariño por sus sobrinas a las que dio una educación espiritual acorde con las ideas contrarreformistas de la época.

Una prima como madrastra
El rey, viudo por tres veces, y con dos hijas como descendencia, debía volver a casarse. Su elección recayó en Ana de Austria, hija de su propia hermana, la Emperatriz María. La llegada de la nueva reina fue una alegría para las niñas y para el reino, pues dio a Felipe cinco herederos. Aunque la alegría duraría muy poco.

Madre de sus hermanastros
En 1580, Isabel Clara Eugenia lloró la muerte de Ana de Austria. Con su padre en Portugal, resolviendo el litigio de su propia herencia, la joven infanta tuvo que hacerse cargo de los pequeños huérfanos. A su lado aun estaba su querida hermana Catalina Micaela. Durante estos años el rey tuvo una abundante correspondencia con sus dos hijas mayores en las que se muestra como un padre afectuoso y preocupado por sus hijos más que como un frío y dominador monarca.

Retrato de Isabel Clara Eugenia. Juan Pantoja de la Cruz. Museo del Prado. Wikimedia Commons

Fiel secretaria del rey
Cinco años después, Catalina Micaela marchaba de su lado para casarse con el duque de Saboya. Todos sus hermanastros, excepto el que sería Felipe III, habían muerto. El viejo rey, resignado a su condición de viudo, aceptó la situación y empezó a trabajar en los asuntos de estado junto con su hija. Era común ver a Isabel en los Consejos o discutiendo con su padre sobre cuestiones políticas. Asumió, de hecho, el papel de primera señora del reino.

Pero viendo cercana su muerte, el rey Felipe empezó a buscar un marido para su más querida hija. Pocos meses antes de morir, cerraba el compromiso matrimonial de Isabel Clara Eugenia con su propio primo, el Archiduque Alberto. Felipe no pudo ver a su hija casada. Tras una larga agonía, el segundo Austria español moría el 13 de septiembre de 1598.

Archiduques de Flandes
Poco después de la muerte de su padre, Isabel Clara Eugenia dejaba España para embarcarse en su nuevo papel en los Países Bajos españoles. Atrás dejaba a un débil Felipe III, con un ingente imperio debilitado por su propia magnificencia.

La rebelión en los Países Bajos había estallado el mismo año del nacimiento de Isabel Clara Eugenia. Tras duros enfrentamientos y años de lucha, en 1576 se firmaba la pacificación de Gante que desembocaría en la división del territorio tres años después. El sur católico y más o menos fiel al imperio español, creaba la Unión de Arrás. El norte calvinista constituía la Unión de Utrecht.

Resignado a perder el norte, Felipe creía que el gobierno de su hija y el Archiduque Alberto, aseguraría su dominio bajo una aparente concesión de autonomía.

Isabel y su primo trabajaron durante años para restablecer la paz, mientras esperaban la llegada de un ansiado heredero que afianzara su situación política. El 1631, el Archiduque Alberto dejaba sola a su prima, sin descendencia, en la difícil tarea de gobernar un territorio inestable.

Defensora de la autonomía de los Países Bajos, Isabel se enfrentó al nuevo monarca español, su sobrino, Felipe IV, hasta el fin de sus días, sabedora de que la falta de descendientes devolvería Flandes al gobierno español. El 1 de diciembre de 1633 moría Isabel Clara Eugenia, amada y respetada por los que fueron sus súbditos.

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