Lorena Piedad
SemMéxico, Pachuca, Hidalgo, 4 de enero, 2022.- Ya comenzó 2022 y Sara Lovera me ha convencido de continuar con esta columna en donde tratamos de poner sobre la mesa cuáles son las prácticas machistas que el tiempo ha permitido que sean normalizadas, que sean parte de la vida cotidiana y que algunos piensen que exageramos cuando las exhibimos. Algunas veces tengo la sensación de que es una pérdida de tiempo escribir si nadie (o pocas personas) leen los Macromachismos, así que a ti que me lees: Gracias.
Mi gratitud también para Guadalupe, mi feminista favorita y la mujer que me enseñó a cuestionar mi lugar en el mundo desde que me trajo a él, que me lee y escucha a donde quiera que vaya. A Mariel por decirme que no dejara de escribir la columna porque estos textos la han ayudado a mirar todo desde otra perspectiva. ¡Gracias!
En esta primera columna del año escribimos sobre la maternidad desde el concepto construido por la sociedad como un sinónimo de abnegación, de resistencia física, mental y espiritual, de amor incondicional hacia otros seres humanos, un sinónimo de desplazar tus sueños para dar lugar al cumplimiento de los deseos de los hijos, de las hijas en cualquier etapa de sus vidas. Dejar de ser mujer para convertirse en madre…
“No, yo amo a mis hijos”, “yo no me arrepiento de tenerlos”, “a mí no me ha importado dejar mis sueños por estar con ellos”, “son lo mejor de mi vida”. Tranquilas. Les creo y nadie juzga sus motivos ni su amor de madres, pero ¿cuántas veces se han sentido fastidiadas, agotadas, desgastadas en esta tarea de la maternidad? ¿Con cuánta confianza pueden desahogarse con alguien sobre ello sin temor a ser señaladas como malas madres?
Y no, no tengo hijos, no tengo hijas y quizá no tendría derecho a escribir sobre el tema, pero tengo amigas, primas, hermana, madre, abuela en las que muchas veces he encontrado en su mirada cansancio y eso no significa que no exista amor, solo me pregunto, ¿por qué es tan difícil en esta sociedad que una madre exprese su tedio ante la maternidad?
Aquí es donde quiero contarles sobre la película La hija oscura (The lost daughter) que se estrenó en Netflix el último día del 2021 y que ha generado olas de controversia por su forma de narrar la maternidad.
Es una película incómoda porque es una historia que nos describe esta compleja tarea desde la perspectiva de una mujer y no desde la simple (y estereotipada) mirada de madre amorosa que exige esta sociedad.
Se trata de una adaptación de la novela ‘La figlia oscura’ (La hija oscura) de la escritora italiana Elena Ferrante, que merecería un texto aparte porque su identidad es un misterio que nadie ha descifrado, ya que su nombre es solo un seudónimo de una escritora de la que no existe información, pero que ha tenido éxitos literarios en Italia que ya fueron traducidos a diversos idiomas.
Entonces Maggie Gyllenhaal (a quien vimos como Giselle Levy en La sonrisa de Mona Lisa o como Lisa Spinelli en La maestra de kínder) retoma la historia de Ferrante para convertirla en su debut como directora y crear un filme que cuestiona la forma social de ver a las madres y cuestiona al público que frente a la pantalla observa cómo una mujer joven se aleja de sus hijas sin voltear atrás pese a las súplicas. ¿Qué pensamos de esto? ¿Qué es una pésima madre? ¿Qué con los años pagó con culpa? Quizá eso es lo que quiero destacar de esta película, la forma en la que nos incomoda.
No quiero ser ahondar en detalles por si no la han visto ojalá se tomen un tiempo frente a la pantalla para analizar la interpretación de Olivia Colman como Leda, una académica de 48 años que es una eminencia en literatura que en su juventud tuvo necesidad profesional y personal de buscar algo más para su vida pese al amor que siente por sus hijas que es profundo y verdadero.
La juventud de Leda (interpretada por Jessie Buckley) nos describe un panorama con el que muchas madres (si no es que todas) pueden identificarse: el desgaste diario de la crianza. La grieta surge cuando nos muestra que el amor propio es mayor al que le tiene a sus hijas. ¿Qué? ¿Cómo que una madre se ama más que a sus hijos? ¿Es posible sin que nazca la culpa con el paso de los años?
Quienes tengan hijos, hijas respóndanse esas preguntas.
Leda es un personaje que nos lleva por los bordes más oscuros de la maternidad. Vean La hija oscura, disponible en Netflix.
Deseo de 2022. Leí en redes sociales lo siguiente y comparto con ustedes: que logremos entender que estamos en constante cambio y crecimiento, es normal cuestionarnos hoy lo que antes creíamos (y defendíamos) como nuestra única verdad. Que este año podamos abandonar viejas ideas machistas y revolucionemos nuestras mentes sin temor a ser juzgadas.