Lorena Piedad
SemMéxico, Pachuca, Hidalgo, 2 de noviembre, 2021.- Lea con atención la siguiente historia y siéntase con la confianza de identificarse porque a todas nos ha sucedido:
Ocurre en la casa cuando emites un comentario y te callan “porque tú qué vas a saber de eso”. En el trabajo cuando un compañero que acaba de ser contratado comienza descartar nuestras ideas o proyectos, pese a la experiencia que tengamos en ello. En el médico que nos describe exactamente cómo debemos sentirnos físicamente porque pareciera que nosotras no tenemos idea. En el mecánico cuando no te explican a detalle lo que tiene tu auto porque “no vas a entender esas cosas de hombres”. En los deportes cuando tu opinión es más “tierna” que real. En todos y cada uno de nuestros ámbitos aparece un experto para explicarnos cómo son las cosas.
Cuando incomprensiblemente un hombre te explica cómo debe de ser una mujer (por ejemplo, “las mujeres no deben decir groserías, vestirse de tal o cual forma, etcétera). O una de mis favoritas: cuando te explican cómo debe ser el feminismo (“yo digo que sí está bien que protesten, pero se ven mal como mujeres destruyendo los monumentos”).
Por cierto, en la marcha del pasado 25 de noviembre mientras tomaba una foto a una de las chicas que pintaba la pared, un señor empezó a aplaudirle solo para comentar sarcásticamente: “muy bien, señorita, que bonitas se ven las universitarias, eso no se hace”. Para qué más ejemplos.
Quizá ya has escuchado alguna vez el término mansplaining, es una combinación de las palabras man y explaining que en nuestro idioma se traduce como «hombre explicando”. Y aunque no lo creas, aunque te rías, aunque pienses que soy una exagerada: también es violencia.
Este término fue visible por una anécdota en donde la escritora Rebecca Solnit estaba en una fiesta cuando un hombre se acercó a ella para preguntarle de qué trataban sus libros, ella comenzó a platicarle sobre el más reciente, pero fue interrumpida por él para explicarle que conocía de otra publicación con el mismo tema, pero que era “mucho mejor”. Y para no hacerles la historia larga, resultó que el libro al que se refería el sujeto también lo había escrito ella.
Pues el mansplaining (el hombre explicando) es cuando asume que él tiene un mejor manejo del tema y desacredita a una mujer, por eso simplemente, porque es mujer y ella no sabe tanto (o nada) del tema.
Comienza a resultarme un tanto difícil escribir esta columna sin ser cuestionada o sin que sea objeto de burlas o sarcasmos, pensarán algunos que no, eso no existe en este país. Casi puedo escucharlos: “ahora resulta que no les puedes dar una opinión porque ya es violencia. Pinches locas. Pinches exageradas”.
Exacto, esos discursos son mansplaining.
¿Cómo podemos enfrentarlo?
Las mujeres socialmente estamos programadas (para no escribir obligadas) a hablar con recato y mesura. Y cuando somos interrumpidas en un discurso el hombre suele alzar la voz. Por eso, no debemos avergonzarnos por alzar la voz y expresar nuestra opinión. Me pasó muchos años que por temor a no ser etiquetada como “agresiva, enojona o escandalosa” guardaba mis comentarios. Tú no lo hagas. Tú habla. Toma la palabra sin temor alguno.
Y ustedes los hombres, a los que también asesinan, a los que también les pegan, a los que también, también y también, pregúntense por y para qué lo hacen. ¡Sentirse superiores? ¿Consciente o inconscientemente dan por hecho que las mujeres no saben de ciertas cosas o temas? Y dejen de decir que “no son formas”.