Elvira Hernández Carballido
SemMéxico, Pachuca, Hidalgo, 2 de octubre, 2024. -Hoy por primera vez en México una mujer será nuestra presidenta: Claudia Sheinbaum Pardo.
Y mientras ella iba rumbo al recinto legislativo, quienes sabemos que este momento no es resultado de la casualidad o de una moda política lo valoramos porque sabemos que es resultado de una larga lucha de las mexicanas.
Nuestra Historia
Desde el siglo XIX las mexicanas empezaron a participar en la vida política del país, no siempre con un reconocimiento. Durante la lucha por la Independencia un número representativo de ellas participaron, estuvieron en los campos de batalla, apoyando a los caudillos con dinero, transformándose en sus correos o transportando armas. Sin embargo, poco se reconoció su compromiso político. Por ejemplo, Leona Vicario tuvo que responder a las injurias de Lucas Alamán quien la descalificaba considerando que participaba en el movimiento insurgente por simple amor. Vicario argumentó su defensa con verdadera inteligencia y determinación,
Al iniciar el siglo XX, las mujeres mexicanas a través de la prensa manifestaron su interés por la vida política. Un caso ejemplar fue Vesper, periódico fundado por Juana Gutiérrez de Mendoza quien, al sentirse parte del sistema político, reprochaba las acciones de la dictadura de Porfirio.
La revolución mexicana provocó cambios determinantes y las mujeres no fueron ajenas a ello. El periódico El Imparcial dio primera plana a este encabezado: “Las mujeres solicitan tomar parte en la lucha electoral”. Se destacó una carta firmada por más de cuatrocientas mujeres que manifestaban su interés en la política.
Sin embargo, no todas coincidían y durante el Congreso Feminista de 1916, celebrado en Yucatán, las congresistas aceptaron que la mujer podía votar, pero no ser votada. Así, noventa delegadas eligieron el derecho a ser elegidas y sesenta que no podían aspirar “aún” a ese derecho. La luchadora social Porfiria Ávila aseguró: “Seré perseverante. Soy vieja, pero no le hace. Hoy no he conseguido mi propósito, pero con el tiempo lo conseguiré…”
El debate se mantuvo latente hasta el momento en que se firmó la Constitución de 1917, donde las mexicanas se sintieron traicionadas. Mujeres como Hermila Galindo denunciaron que en la Carta Magna no se les reconocía como ciudadanas. Si bien se les otorgó la igualdad desde el punto de vista jurídico y laboral, se les negó el derecho al voto. El panorama fue desalentador para muchas de ellas, pero no dejaron de luchar. En la década 20s aparecieron diferentes colectivos y grupos como el Centro Feminista Mexicano que insistió en el reconocimiento ciudadano de las mujeres. Fue así como entre 1923-1925 en los estados de Chiapas, Yucatán y Tabasco se concedió igualdad política a la mujer para votar y ser votada.
En 1935 surgió el Frente Único Pro Derechos de la Mujer que representó la organización femenina más importante del siglo XX. Aglutinó a más de cincuenta mil mujeres de diferentes ideologías, clases, profesiones, edades y estados. Su objetivo: conseguir que las mujeres pudieran votar. Pese al compromiso e intensidad de las demandas el 7 de marzo de 1937 el Senado dio un dictamen adverso. Se asentó que “en el tiempo actual la mujer mexicana aún no está capacitada para el ejercicio de derechos políticos y por tal motivo, se desecha la petición”.
Las protestas contra dicha decisión no se hicieron esperar, destacó Amalia González Caballero de Castillo Ledón, la primera mexicana en formar parte de un gabinete presidencial. En un discurso advirtió: “Hasta ahora no se ha podido conseguir que votemos. Pero la simiente está sembrada y no habrá de transcurrir mucho tiempo sin que nosotras las mujeres tengamos el derecho a participar en la elección de nuestros gobernantes y cooperar en la gobernación del país”.
En 1940 más de tres mil mujeres se manifestaron portando carteles donde se leía: “La mujer organizada y consciente tiene derecho al sufragio”. Los discursos seguían escuchándose en cualquier espacio público del país. Por desgracia el Frente Único empezó a desarticularse, entre el desgaste y la división, principalmente provocada por los partidos políticos que las jalaron a sus filas.
En 1941, la periodista y feminista, María Río Cárdenas publicó La mujer mexicana es ciudadana. En su estudio presentó tres argumentos muy claros: Abogó por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, rechazó la idea de que la falta de práctica política femenina ha impedido la participación política de la mujer y señaló que en la redacción de la Constitución de 1917 no se excluye implícitamente a la mujer, pero hizo falta definir la ciudadanía femenina.
Pese a esta postura clara y transgresora, la sociedad mexicana continuaba con su postura conservadora. La declaración del diputado del Partido Acción Nacional, Aquiles Olorduy, es un claro ejemplo: “No creo yo que vaya a representar una fuerza pública en la política, diferente de los individuos que forman un hogar. Si va a guiar su votación por el hombre de su casa, no tiene objeto que voten…”
Entonces llegó el 17 de octubre de 1953 que representó el inicio de un proceso, un punto de partida en la participación, oficialmente reconocida, de las mujeres en la política pública. El inicio de una transformación democrática que las mujeres en México viviremos por siempre. No fue una simple concesión, fue resultado de una lucha de todas las mujeres anteriormente mencionadas y de muchas más.
Después de ese 17 de octubre de 1953 hasta el 1 de octubre de 2024 han pasado muchas cosas. Las primeras diputadas fueron Aurora Jiménez, Marcelina Galindo Arce, María Guadalupe Ursúa, Remedios Albertina Ezeta y Margarita García Flores. En 1964 fueron elegidas como senadoras María Lavalle Urbina y Alicia Arellano. En 1979 Griselda Álvarez fue la primera gobernadora. Rosario Ibarra de Piedra es la primera candidata a la presidencia del país en 1982 y 1988. El siglo XXI marcó una lucha tenaz por las cuotas y paridad de género. La violencia de genero ha manchado muchos comicios… Y hoy una mujer será nuestra presidenta