Opinión | Ellas presentes en la Independencia de México

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Elvira Hernández Carballido

SemMéxico, Pachuca, Hidalgo, 18 de septiembre, 2024.-Muchos hogares aguardan con alegría celebrar su noche mexicana, esa fecha que se conmemora el grito de Miguel Hidalgo que dio inicio a la Independencia de México. Una buena charla que podemos sostener con familiares y amigos durante este festejo, entre el pozole o los pambazos, puede ser mencionar a las mexicanas que participaron en este importante movimiento. 

Aunque, señala Julia Tuñón, que al iniciar 1810, “el modelo de mujer seguía siendo la dotada de docilidad y sumisión, centrada en su hogar y sus hijos; la obrera cargaba además de la doble jornada, la acusación tácita o abierta de que abandonaba su estado natural y el convento era todavía una opción, pero cada vez menos atendida”, sin embargo un número representativo de mujeres se integró y participó de acuerdo a sus posibilidades para apoyar a los insurgentes.

En efecto, el movimiento de Independencia no les resultó ajeno, por eso participaron de diversas maneras, aunque la historia oficial solamente rescata algunos nombres principalmente a Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario, Mariana Rodríguez del Toro y Gertrudis Bocanegra. 

Gracias a la importante labor de Celia del Palacio, sobre todo en su libro Adictas a la Insurgencia, se identificó a diversos grupos conformados por una gran variedad de perfiles femeninos. Ahí estaban por ejemplo, las esposas, concubinas y madres que participaron por seguir a sus parejas e hijos. Los acompañaban, luchaban a su lado y poco a poco el amor hacia ellos se transformaba en un amor hacia su país. Entre ellas están La Fernandita o la esposa de Carlos María de Bustamante. 

Otra manera de participación de esas luchadoras del pasado fue el camino auténtico de tomar las armas, mujeres que dirigieron batallones y enfrentaron a sus rivales con un arma en la mano como lo hicieron la generala Antonia Nava, Catalina González, Cecilia Villarreal y María Josefa Martínez. 

Las llamadas seductoras y conspiradoras, son las mujeres que seducían a los realistas para persuadirlos de unirse a la causa insurgente. Eran mujeres que utilizaban estrategias de coqueteo o seducción para conquistar a los enemigos de la causa y saber sus secretos militares, posiblemente tomaban esta actitud porque reconocían que era la mejor arma que poseían. Entre ellas se menciona a María Teresa Medina, Carmen Camacho o las mil vírgenes de Apan.  

Finalmente están las simpatizantes, quienes sirvieron de correo o que a través de su discurso escandalizaban por su postura crítica y su convicción del triunfo insurgente como fue el caso de la señorita Avilés, Catalina Gómez, las hermanas González y Petra Teruel, llamada el ángel protector de los insurgentes. 

Fue así como durante once años, del 16 de septiembre de 1810 hasta el 27 de septiembre de 1821, nuestro territorio fue testigo de una lucha incansable por conseguir su independencia, donde los caudillos son memorables, pero también las mujeres que participaron a su lado. Al entrar el ejército Trigarante a la Ciudad de México una historia terminaba y una nueva iniciaba para nuestra patria. Sin embargo,  advirtió Silvia Arrom, el epílogo de esta historia para las mujeres no fue esperanzador.

“La Independencia no tuvo ningún efecto sobre la posición y los papeles subsiguientes de las mujeres. Después de la Independencia volvieron a sus casas y a sus roles tradicionales. La desaprobación de las actividades políticas de las mujeres en tiempos normales siguió siendo fuerte. La nueva república no les permitía votar ni ocupar cargos públicos y la literatura prescriptiva reforzaba sus papeles domésticos. Incluso, en un artículo en alabanza de las heroínas de la Independencia escrito en ese mismo periodo concluía que las buenas esposas y madres eran infinitamente más estimables que la heroína de novela.”

En efecto, algunas de ellas enfrentaron una serie de injurias por participar en el movimiento de 1810. Como señalé en mi columna anterior, Lucas Alamán afirmó que Vicario se había unido a la insurgencia “por un afán romancesco, es decir, persiguiendo a su novio y no por sentimientos patrióticos y que no merecía que se le hubiera premiado con propiedades”. Fue admirable que Leona se defendiera con una estrategia discursiva de réplica:

La gloria y el heroísmo no le son  sentimientos extraños o ajenos a las mujeres.

Por lo que a mí toca, sé decir que mis acciones y opiniones han sido siempre muy libres, nadie ha influido en ellas, y en ese punto he obrado siempre con tal independencia, y un atender que las opiniones que han tenido las personas que he estimado. Me persuado que así serán todas las mujeres, exceptuando a las muy estúpidas, y a las que por efecto de educación hayan contraído un hábito servil. Y de ambas clases también hay muchísimos hombres.

Otra mujer injuriada por intervenir en el movimiento fue la Güera Rodríguez. Ella en cualquier escenario social se declaró públicamente simpatizante de los insurgentes por ello el tipo de injuria que enfrentó fue directa por condena (legal) ya que se le descalificó al considerarla amante de muchos hombres y se le etiquetó de rebelde por su actitud crítica. Al ser enjuiciada, llegó al lugar con sus mejores ropas. Su estrategia discursiva de réplica fue el abandono de la vergüenza al teatralizar su habilidad de seducción en su comportamiento y en su discurso. Supo actuar mediante el chantaje del comportamiento sexual “punible socialmente” de los inquisidores, cuestionó su doble moral con gran astucia y no pudieron condenarla. 

Al estar frente a sus acusadores… les atronó las orejas al preguntarles con la mayor naturalidad del mundo y gran dulzura en la voz, si ellos que eran esto y lo otro y lo de más allá y que habían hecho tales y cuales cosas, muchas de ellas incalificables por ser actos de corrupción o de infidelidad ¿serían capaces de abrirle causa y sentenciarla?”.

Estos momentos emblemáticos que la historia oficial no detalla, es importante hacerlos visibles posibilitan afirmar la presencia de las mujeres vanguardistas y pensantes pero al mismo tiempo, señalan que pasado el momento coyuntural, se les intentó anular o frenar para regresarlas a los lugares asignados por la sociedad patriarcal. 

En este sentido, rescatar sus historias completas, desde el heroísmo natural hasta las injurias al terminar la causa por que luchaban tiene un doble sentido. Uno efectivo en su finalidad de acotar la participación de las mujeres en general, y el otro relativo, porque lejos de acallar o aplacar a estas independentistas las mueven a la interpelación, a la argumentación razonada e inteligente, aspectos que deben recuperarse para romper estereotipos y descubrir que ante la desacreditación o el olvido, la recuperación de sus biografías, acciones y discursos nos ofrece ejemplos dignos de destacar, de seguir y de motivar.

¡Viva las mujeres que nos dieron patria!

Ellas presentes en la Independencia de México

Elvira Hernández Carballido

Muchos hogares aguardan con alegría celebrar su noche mexicana, esa fecha que se conmemora el grito de Miguel Hidalgo que dio inicio a la Independencia de México. Una buena charla que podemos sostener con familiares y amigos durante este festejo, entre el pozole o los pambazos, puede ser mencionar a las mexicanas que participaron en este importante movimiento. 

Aunque, señala Julia Tuñón, que al iniciar 1810, “el modelo de mujer seguía siendo la dotada de docilidad y sumisión, centrada en su hogar y sus hijos; la obrera cargaba además de la doble jornada, la acusación tácita o abierta de que abandonaba su estado natural y el convento era todavía una opción, pero cada vez menos atendida”, sin embargo un número representativo de mujeres se integró y participó de acuerdo a sus posibilidades para apoyar a los insurgentes.

En efecto, el movimiento de Independencia no les resultó ajeno, por eso participaron de diversas maneras, aunque la historia oficial solamente rescata algunos nombres principalmente a Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario, Mariana Rodríguez del Toro y Gertrudis Bocanegra. 

Gracias a la importante labor de Celia del Palacio, sobre todo en su libro Adictas a la Insurgencia, se identificó a diversos grupos conformados por una gran variedad de perfiles femeninos. Ahí estaban por ejemplo, las esposas, concubinas y madres que participaron por seguir a sus parejas e hijos. Los acompañaban, luchaban a su lado y poco a poco el amor hacia ellos se transformaba en un amor hacia su país. Entre ellas están La Fernandita o la esposa de Carlos María de Bustamante. 

Otra manera de participación de esas luchadoras del pasado fue el camino auténtico de tomar las armas, mujeres que dirigieron batallones y enfrentaron a sus rivales con un arma en la mano como lo hicieron la generala Antonia Nava, Catalina González, Cecilia Villarreal y María Josefa Martínez. 

Las llamadas seductoras y conspiradoras, son las mujeres que seducían a los realistas para persuadirlos de unirse a la causa insurgente. Eran mujeres que utilizaban estrategias de coqueteo o seducción para conquistar a los enemigos de la causa y saber sus secretos militares, posiblemente tomaban esta actitud porque reconocían que era la mejor arma que poseían. Entre ellas se menciona a María Teresa Medina, Carmen Camacho o las mil vírgenes de Apan.  

Finalmente están las simpatizantes, quienes sirvieron de correo o que a través de su discurso escandalizaban por su postura crítica y su convicción del triunfo insurgente como fue el caso de la señorita Avilés, Catalina Gómez, las hermanas González y Petra Teruel, llamada el ángel protector de los insurgentes. 

Fue así como durante once años, del 16 de septiembre de 1810 hasta el 27 de septiembre de 1821, nuestro territorio fue testigo de una lucha incansable por conseguir su independencia, donde los caudillos son memorables, pero también las mujeres que participaron a su lado. Al entrar el ejército Trigarante a la Ciudad de México una historia terminaba y una nueva iniciaba para nuestra patria. Sin embargo,  advirtió Silvia Arrom, el epílogo de esta historia para las mujeres no fue esperanzador.

“La Independencia no tuvo ningún efecto sobre la posición y los papeles subsiguientes de las mujeres. Después de la Independencia volvieron a sus casas y a sus roles tradicionales. La desaprobación de las actividades políticas de las mujeres en tiempos normales siguió siendo fuerte. La nueva república no les permitía votar ni ocupar cargos públicos y la literatura prescriptiva reforzaba sus papeles domésticos. Incluso, en un artículo en alabanza de las heroínas de la Independencia escrito en ese mismo periodo concluía que las buenas esposas y madres eran infinitamente más estimables que la heroína de novela.”

En efecto, algunas de ellas enfrentaron una serie de injurias por participar en el movimiento de 1810. Como señalé en mi columna anterior, Lucas Alamán afirmó que Vicario se había unido a la insurgencia “por un afán romancesco, es decir, persiguiendo a su novio y no por sentimientos patrióticos y que no merecía que se le hubiera premiado con propiedades”. Fue admirable que Leona se defendiera con una estrategia discursiva de réplica:

La gloria y el heroísmo no le son  sentimientos extraños o ajenos a las mujeres.

Por lo que a mí toca, sé decir que mis acciones y opiniones han sido siempre muy libres, nadie ha influido en ellas, y en ese punto he obrado siempre con tal independencia, y un atender que las opiniones que han tenido las personas que he estimado. Me persuado que así serán todas las mujeres, exceptuando a las muy estúpidas, y a las que por efecto de educación hayan contraído un hábito servil. Y de ambas clases también hay muchísimos hombres.

Otra mujer injuriada por intervenir en el movimiento fue la Güera Rodríguez. Ella en cualquier escenario social se declaró públicamente simpatizante de los insurgentes por ello el tipo de injuria que enfrentó fue directa por condena (legal) ya que se le descalificó al considerarla amante de muchos hombres y se le etiquetó de rebelde por su actitud crítica. Al ser enjuiciada, llegó al lugar con sus mejores ropas. Su estrategia discursiva de réplica fue el abandono de la vergüenza al teatralizar su habilidad de seducción en su comportamiento y en su discurso. Supo actuar mediante el chantaje del comportamiento sexual “punible socialmente” de los inquisidores, cuestionó su doble moral con gran astucia y no pudieron condenarla. 

Al estar frente a sus acusadores… les atronó las orejas al preguntarles con la mayor naturalidad del mundo y gran dulzura en la voz, si ellos que eran esto y lo otro y lo de más allá y que habían hecho tales y cuales cosas, muchas de ellas incalificables por ser actos de corrupción o de infidelidad ¿serían capaces de abrirle causa y sentenciarla?”.

Estos momentos emblemáticos que la historia oficial no detalla, es importante hacerlos visibles posibilitan afirmar la presencia de las mujeres vanguardistas y pensantes pero al mismo tiempo, señalan que pasado el momento coyuntural, se les intentó anular o frenar para regresarlas a los lugares asignados por la sociedad patriarcal. 

En este sentido, rescatar sus historias completas, desde el heroísmo natural hasta las injurias al terminar la causa por que luchaban tiene un doble sentido. Uno efectivo en su finalidad de acotar la participación de las mujeres en general, y el otro relativo, porque lejos de acallar o aplacar a estas independentistas las mueven a la interpelación, a la argumentación razonada e inteligente, aspectos que deben recuperarse para romper estereotipos y descubrir que ante la desacreditación o el olvido, la recuperación de sus biografías, acciones y discursos nos ofrece ejemplos dignos de destacar, de seguir y de motivar.

¡Viva las mujeres que nos dieron patria!

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