Opinión | Seguridad en la tierra y en el mar

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Dulce María Sauri Riancho*

SemMéxico, Mérida, Yuc., 23 de octubre 2024.- Las y los yucatecos nos preciamos de la imagen de seguridad de nuestro estado.

Conocemos las áreas obscuras, como son las relacionadas con la violencia hacia las mujeres, pero decimos no sufrimos consecuencias trágicas por la acción del crimen organizado.

Desde 2007, cuando el “bautizo” de iniciación del gobierno de Ivonne Ortega fue acompañado de 12 personas descabezadas, no hemos tenido episodio semejante a los de otras partes del país. Estamos y nos sentimos seguros, incluso con la llegada de “Milton”, una especie de bienvenida que la naturaleza quiso dar a la nueva administración de Joaquín Díaz Mena.

Parecía que el saldo de su paso había sido blanco, en cuanto a la preservación de las vidas humanas; que la cultura de la prevención civil que se ha implantado afortunadamente en la sociedad había permitido sortear sin daños el meteoro pese a la inexperiencia de los nuevos responsables.

La alerta que mantuvo paralizadas a ciudades y poblados se levantó cuando hubo la certeza que el huracán había cruzado el Golfo de México para descargar su fuerza devastadora en territorio de los Estados Unidos. El suspiro de alivio fue generalizado, menos en los hogares de los pescadores que se habían reportado como extraviados cuando realizaban su labor en medio del mar.

Sin reportes

Los tripulantes de las lanchas “Halcón I” y “Peyucsa 12” no se habían reportado y fue necesario activar los protocolos de emergencia que, en otras ocasiones, lograron la localización de los perdidos en el mar.

La lista se vio incrementada por el “Relax” de Sisal y el “San Crisanto 10”. El “Relax” ya fue localizado, con sus tres tripulantes a salvo. A la fecha, hay 8 personas que salieron de puertos yucatecos (unos, oriundos de esta tierra, otros de Sabancuy, Campeche, hermanos peninsulares), que no aparecen. La cifra es aterradora, sin precedentes. Las imágenes dramáticas de Lázaro, tripulante de “Peyucsa 12”, aferrado a la vida mientras esperaba el rescate que nunca llegó, ilustran la tragedia que, bajo circunstancia alguna, podemos simplemente dejar pasar.

Ni la fuerza devastadora de “Gilberto” en 1988, ni la acción de “Isidoro” en 2002, provocaron esta incertidumbre que, al paso de los días, se vuelve certeza de un desenlace fatal. En el estado más seguro de México tenemos la obligación de indagar las condiciones que propiciaron esta tragedia y, en consecuencia, la responsabilidad moral de corregir vicios, errores y deficiencias de alto costo medido en términos de sufrimiento y zozobra de las familias que buscan a sus seres queridos.

Embarcaciones

Por información aparecida en las páginas de Diario de Yucatán, ahora sabemos que las embarcaciones extraviadas formaban parte de una flota descrita como “patito”. Esos barcos fueron construidos para realizar pesca ribereña, esto es, salir de madrugada y regresar a puerto antes de que concluya el día. Pero fueron “adaptados” para realizar funciones de “flota mayor” y trabajar en el mar por varios días antes de regresar a puerto con el producto de su captura. Para darles esa autonomía de navegación, su borde fue “alzado” de 1.30 m., a 1.80 m.

Los 50 centímetros adicionales se emplean para instalar bodegas con hielo donde se deposita la pesca, se guardan combustible, comida y agua para sus 4 o 5 tripulantes, quienes en las tablas del piso descansan y duermen al aire libre.

En el argot del puerto a estos grandes lanchones se les denomina “lanchas realzadas”, una especie de palangana flotante que, al embate de las olas del mar embravecido, fácilmente “da el pantoque”, es decir, muestra la “parte casi plana del casco del barco que forma el fondo de una embarcación junto con la quilla”, esto es, se pone “panza arriba”, de cabeza.

Distancias

¿Cuántos días llevaban trabajando las embarcaciones extraviadas? ¿A qué distancia de la costa?

Sirva el ejemplo de “Peyucsa 12”, la del infortunado Lázaro, cuyas labores se realizaban a 116 millas náuticas del puerto, que equivalen a 214 km en tierra, la distancia que media entre Mérida y Nuevo Xcan, Quintana Roo. Carecía de chip satelital y no tenía radiocomunicación que les permitiera escuchar la alerta de proximidad del huracán.

Extrañé que el helicóptero de la Secretaría de Seguridad Pública de Yucatán no participara en la búsqueda y rescate de Lázaro, como lo hizo para localizar al “Relax” y a sus tripulantes.

Espero que no hayan sido discusiones burocráticas las causantes de la tardanza en el rescate del infortunado pescador del “Peyucsa 12”.

Revisemos la regulación, inaplicada por las autoridades responsables.

Contraste

En el caso de la flota mayor, con embarcaciones construidas y equipadas para permanecer por largos periodos en el mar, se exige autorización de la Capitanía del puerto de Yucalpetén para zarpar; sus tripulantes cuentan con libreta de mar cuya certificación demanda capacitación; además de aparatos de radio, deben contar con un chip de localización satelital que les permite a las autoridades encontrar rápidamente su ubicación en caso de naufragio.

En cambio, las “lanchas realzadas” pueden entrar y salir del puerto sin autorización de ningún tipo, bajo el supuesto que esa misma noche habrán de regresar.

No cuentan con instrumentos de comunicación, además de las condiciones infrahumanas que viven sus tripulantes a bordo.

Por lo que toca a las personas dedicadas a la pesca ribereña sufren de robos a sus motores y aperos de trabajo, trabajan bajo la amenaza de la captura ilegal de especies en veda o peligro de extinción, como el pepino de mar. Ahora se suma la precariedad de sus condiciones de trabajo a bordo de las “palanganas”. Aplicar las reglas existentes no basta.

Desde 2022 la Marina Armada de México es la responsable de la Capitanía de Puerto. A sus funciones tradicionales de proteger y salvaguardar los litorales y las aguas del país, le fue añadida la regulación de las actividades económicas relacionadas con la operación de los puertos, la pesca incluida.

“Milton” fue el primer huracán que se vivió con esta nueva distribución de facultades entre fuerzas armadas y civiles, entre federación y estado. Los resultados dejan ver que las autoridades fallaron, que la falta de coordinación generó naufragios y pérdida de vidas.

Se requiere una revisión integral de la actividad pesquera en la costa yucateca. Que las autoridades cumplan y hagan cumplir leyes y reglamentos. Que se proteja la vida y la fuente de ingresos de miles de familias yucatecas y de los vecinos estados que acuden a laborar a nuestros puertos, en condiciones de seguridad. Todo con el ánimo de proteger el bien más preciado, que es la vida humana.

Autoridades, armadores y patrones de las embarcaciones, pescadores, todos obligados a que el estado más seguro de México lo sea no solo en la tierra sino también en el mar.— Mérida, Yucatán

Correo: dulcesauri@gmail.com

*Licenciada en Sociología con doctorado en Historia. Exgobernadora de Yucatán

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