Los más juiciosos saben que AMLO no podrá arreglar realmente al país.
La ciudadanía, desde luego, sabe del tamaño del problema precisamente porque lo padece a diario.
SemMéxico. Sonora. 17 de septiembre de 2018.- Precisamente por el estado en que se encuentra nuestro país la ciudadanía votó como lo hizo en las elecciones del primero de julio, sacando al PRI otra vez de Los Pinos y dándole el mando a quien mejor señaló los yerros del gobierno y quien generó mayor esperanza de resolverlos: AMLO.
Pero ahora, dándose cuenta de la magnitud del problema, le baja unas rayitas a sus promesas al señalar que por la bancarrota de México “será difícil cumplir con todas las demandas que tiene la sociedad”.
La ciudadanía, desde luego, sabe del tamaño del problema precisamente porque lo padece a diario; y también sabemos que una cosa son las palabras de campaña (particularmente aquellas dirigidas a los más necesitados en que se les bajan el cielo, la luna y las estrellas), y muy otras las de quien ya está en el gobierno (como ya empezó AMLO a moderarse preparando el terreno rumbo al primero de Diciembre en que la gente tendrá que irse, también, olvidando de las promesas para entrar en el ámbito de las realidades).
Por fin, vimos un dejo de que el hombre reconoce sus limitaciones ante las expectativas generadas en la gente (50 millones de las cuales viven en la pobreza y diez millones más en la miseria) y que no podrán satisfacerse ni sustantiva ni rápidamente. Porque, los famosos 500 mil millones de pesos que zanjarían esa situación sencillamente no existen.
México no solo está en bancarrota económica, política, y social, así como arruinado en materia de seguridad, de empleo, de educación, de salud y demás, sino que se trata de que México es un país improductivo y tecnológicamente atrasado. El incipiente desarrollo y relativo éxito en el libre comercio, particularmente con los Estados Unidos, se ha basado en los bajos salarios con los cuales se subsidian las utilidades y las cuales, por cierto, han sido acaparadas por una minoría (rapaz, la llamaba AMLO en campaña, pero que ahora también ya califica con menos severidad al adentrarse en el terco camino de las realidades), en vez de, como se suponía, extenderían la distribución del ingreso.
Calculando, de una vez, el grado del reclamo público que se le hará al acotar sus promesas de bienestar ( y que originalmente incluían la felicidad de las personas ) AMLO señaló que por él no quedará: que si las cosas no marchan como se quisiera (inflación, bajo crecimiento, crisis), será culpa de alguna situación mundial, o del Banco de México que operará con autonomía (esto último es falso, porque es la Secretaría de Hacienda quien dicta los criterios generales de la política económica del país, no el Banxico). H. L. Mencken decía que “el hombre que sonríe cuando las cosas van mal es porque ha pensado en alguien a quien echarle la culpa”.
Los más juiciosos saben que AMLO no podrá arreglar realmente al país; y esperan simplemente un buen gobierno, uno diferente a los anteriores y que con eso deberá bastarnos. Y las recientes palabras de López Obrador parecen confirmarlo. Para otros, empero, si AMLO no cumple el pueblo se lo reclamará de la peor manera, precisamente por el tamaño de lo esperado. Y algunos más seguirán soñando, desengañados de por vida de la realidad y encantados de que hayan vuelto las promesas. ¿Usted, estimado lector-lectora, con qué grupo de ellos se identifica?