Vida y lectura| El libro de Eva

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Marcela Eternod Arámburu

SemMéxico, Aguascalientes, 11 de septiembre, 2023.- Uno de los géneros narrativos más creativos debido a la cantidad de elementos sobrenaturales e inexplicables que combina se denomina género fantástico. Se trata de narraciones donde la imaginación se mueve en distintos planos y entreteje historias siempre sorprendentes donde las circunstancias y los contextos están inmersos en lo inverosímil. Las mitologías antiguas, que para nosotros son historias fantásticas, para las personas en esas épocas eran el fundamento de sus creencias, sus obligaciones y la única manera de protegerse de las adversidades cotidianas.

En todas las culturas, la magia, las mitologías y las leyendas se alimentaban de sucesos históricos, envueltos en lo sobrenatural y lo fantástico. Entre más inverosímil fuera la narración y más sorprendentes fueran los desenlaces, más apreciadas y atesoradas eran las historias. Los miedos irracionales lograban la búsqueda inalcanzable de protección para todo, para las constantes enfermedades, para alcanzar la victoria contra los enemigos, para garantizar alimentos suficientes, para obtener el favor de las múltiples divinidades o para emprender una aventura con apenas un rayito de esperanza en el regreso.

La mayoría de esas narraciones dieron origen a las religiones del mundo. Y es un hecho comprobable que la religión que más se ocupó de inventar y difundir una sola narrativa, utilizando todas las estratagemas a su alcance, fue la religión cristiana. Cuando la palabra no bastó, vino la imposición y la guerra santa; los tribunales guardianes de la fe, la jerarquía que exigía obediencia, y la fantástica invención de los demonios, grandes y pequeños, que ya estaban presentes en las mitologías nórdica o griega, por ejemplo, pero que ahora podían ser expulsados por la fuerza de la fe y con un pago proporcional a su tamaño.

“El libro de Eva” es un relato fantástico ubicado en un convento donde hay mujeres desempeñando todos los oficios que se requieren. Un convento con terrenos de cultivo, vergel, río, pradera, cobertizos, gallineros, corrales, establos y apiarios. Un convento con biblioteca, sala capitular, celdas, residencia para las novicias, aulas, enfermería, capilla, cocina, almacenes, lavaderos, letrinas, reformatorio para albergar a otras mujeres y hospedería. Un convento que genera ingresos, con hermanas duchas en el comercio y en el contrabando, en la confección de ropa, velas, harinas, que produce vegetales, frutas, dulces, charcutería fina y un largo etcétera.  Un convento amurallado, bien organizado, donde solo un hombre, el viejo Poggio, resguarda el portón. Un espacio donde las mujeres son capaces de hacer todo lo que se necesita y de hacerlo bien.

En ese ambiente, Meg Clothier construye un relato fantástico donde un incidente va a poner en peligro a todas las hermanas y novicias del convento, trastocando el orden, la organización y la armonía. Ese incidente tiene que ver con la llegada de dos mujeres moribundas, una madre y su hija, que fueron atacadas por fieros perseguidores y que ni siquiera pueden comunicarse con las hermanas. Las dos mujeres fallecen al día siguiente de su llegada, dejando en manos de la bibliotecaria del convento un libro mágico, intraducible, ilegible, pero codiciado por el líder de los hombres puros, el malvado hermano Abramo.

La historia es fascinante. Desde los tiempos remotos cuando las mujeres se dieron cuenta de que los hombres habían tomado para sí la voz, la fuerza y el poder, ellas idearon una manera de preservar sus saberes y poderes en unos libros primigenios, mágicos, que respondían a los llamados de otras mujeres. Así, mientras que mantenían los preceptos de obediencia y sujeción que la religión imponía, iban construyendo espacios para las mujeres. Mientras la religión sujetaba a un padre dios despiadado e inmisericorde y a un hijo sacrificado, iban construyendo conventos donde las mujeres podían vivir libres del yugo, aceptando pagar los tributos que la jerarquía eclesiástica imponía. Iban construyendo redes de apoyo con otras mujeres ilustres y en situaciones de poder.

Una vez que “El libro de Eva” entra al convento se desencadenan los más extraños sucesos, se conocen las historias de las mujeres que llegaron al convento, se viven las envidias, las vanidades, las desobediencias, las traiciones. Se percibe la bonhomía de la madre Chiara, la directora del convento. La vileza de Emilia que cambió su nombre por Arcángela cuando ingresó y que quiere tomar el lugar de la superiora, llegando a traicionar a sus hermanas. La valentía de todas las mujeres que fueron ayudadas por Chiara y resguardadas de los males que las asechaban, los hombres que las maltrataban o los hijos que las explotaban, al entrar al convento.

Aparece la contradictoria y extraña pureza del hermano Abramo capaz de invadir el convento, destruir parte de la biblioteca, encarcelar a Chiara, amenazar a Beatrice, la bibliotecaria, que obedeciendo a la Madre superiora se niega a entregar el libro mágico. Los personajes se dibujan en toda su complejidad y se definen por su pasado común, por los lazos de gratitud y afecto, por su valentía forzada. Pero también por sus equivocaciones y sus errores.

Lleno de magia el libro presenta las transmutaciones de algunas mujeres, sus transformaciones, sus inexplicables cambios cuando se hacen una con la tierra, los árboles o las aves. Donde no se espera, aparece la firmeza y el valor; donde es imposible, surge la transformación. De quien parece imposible surge una idea, una propuesta. Las historias de Gulia, Silvia, Ortelana, Diana y muchas otras dan cuenta de las inflexibles leyes del padre que resguardan los obispos, los arzobispos, los hombres de dios. Esos que muchas veces creyéndose el mismo dios embarazaban a las ingenuas novicias, las doncellas y las muchachas del servicio. Esos que con una mano tomaban todo cuanto les apetecía y con la otra compraban indulgencias.

El libro termina cuando la Mater Nostra se manifiesta en toda su grandeza y tomando la forma de la que siempre ha sido, la querida serpiente, habla con el hermano Abramo que vocifera que las matará a todas, las talará a todas cuando se conviertan en árboles, las eliminará a todas. Pensando que él siempre debe tener la última palabra, decidir el destino de los demás, hacer lo que la omnipotente voluntad del padre quiere y que solo él sabe qué es. “La serpiente se detiene y habla. Su voz es un estruendo, un rugido, un susurro; es la voz del libro, la voz de los antiguos lugares de la Madre”, es la voz de los miles de años que callaron las mujeres, es la voz de sibilas, videntes, sacerdotisas, de las madres, de todas las madres, y de Chiara que murió para acabar con la fuerza de Abramo. Éste rendido y enloquecido, derrotado porque la serpiente le cuenta lo que ocurrió, lo que ocurrió de verdad, acepta revelarles a todos lo que son las mujeres. Y ante lo inverosímil que les resulta a los hombres del padre creer lo que dice, lo persiguen por loco.

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