Dulce María Sauri
Hace 68 años, el 17 de octubre de 1953, se dio el primer paso efectivo hacia la igualdad entre mujeres y hombres.
Fue en esa fecha cuando el Diario Oficial de la Federación publicó la reforma al artículo 34 constitucional que estableció el derecho al voto para las mujeres mexicanas en las elecciones federales, esto es, para elegir al presidente de la república, senadores y diputados, así como integrantes de los congresos de los estados.
Apenas 6 años antes, en 1947, otra reforma había abierto la posibilidad del voto femenino en las elecciones municipales de todo el país.
El reconocimiento del derecho político fundamental —votar y ser electa— se había regateado a la mitad de la población de México durante más de 36 años.
Retroceso
El audaz Constituyente de Querétaro de 1917, el mismo que revolucionó los derechos sociales plasmados en los artículos 27 y 123, retrocedió cuando se trató la ciudadanía de las mujeres.
Ni siquiera el Gral. Lázaro Cárdenas, con el peso político de su investidura y su espíritu revolucionario, pudo culminar el compromiso de impulsar la reforma que despejara, de una vez por todas, la duda de si el plural masculino —tal como lo ordena la gramática castellana— abarcaba también a las mujeres: “Son ciudadanos los mexicanos…”
Insistentes demandas, movilizaciones y luchas culminaron con el envío de la iniciativa de cambios a la Constitución como primer acto de gobierno del recién estrenado presidente Adolfo Ruiz Cortínes.
Transcurrieron diez meses para que, finalmente, culminara el proceso de reforma que, como las margaritas en otoño, venció todas las resistencias para poder florecer. Meses después, en julio de 1954, las mujeres de Baja California fueron las primeras en ejercer su derecho de votar para elegir al primer gobernador constitucional del nuevo estado de la federación y a su segundo diputado al Congreso de la Unión.
La primera diputada
Así, Aurora Jiménez, triunfadora en la elección extraordinaria de ese año, fue electa como primera diputada federal de la XLII Legislatura (1952-1955), inaugurando una etapa que recientemente culminó con la paridad perfecta (50-50) en la LXV Legislatura (2021-2024).
A casi siete décadas, con más de 1,900 mujeres que han ejercido el cargo de diputadas federales, un balance somero arroja indudables logros, tal como aparece en el libro “Las mujeres de San Lázaro”, puntual publicación de la “Legislatura de la Paridad” en la que con nombre, rostro y trayectoria se aborda su paso por la Cámara de Diputados.
Pero la realidad también muestra los enormes retos pendientes, no sólo en la representación legislativa sino en la participación femenina en la toma de decisiones sobre asuntos de interés colectivo.
Es que no basta llegar, hay que ejercer plenamente la responsabilidad. Y para lograrlo, habrá que continuar salvando los obstáculos que se encuentran en los valores, actitudes, costumbres y tradiciones de una cultura que no reconoce en los hechos la igualdad de las mujeres.
Si imaginamos el paso de las mujeres por un túnel de tres puertas, la primera es el Acceso; la segunda, el Ejercicio; la tercera, puerta y techo a la vez, es la Permanencia.
Acceso. Fue primero una grieta, luego casi una ventana que había que asaltar para poder entrar a los recintos legislativos.
El nuevo siglo y milenio trajo las “cuotas de género”, obligatorias de cumplir para los partidos políticos en el registro de candidaturas a cargos de elección legislativa.
Su segunda década —2013— consagró el principio constitucional de la paridad, ya no como acción afirmativa —y por lo tanto, de carácter temporal— sino como elemento esencial en los procesos de postulación.
En 2019 se dio el paso trascendental al ser aprobada la “paridad en todo”, lo que significó establecer en el Estatuto máximo del país la obligación de la paridad en todos los órganos del Estado mexicano y los tres órdenes de gobierno. Es decir, nadie debería escapar del mandato constitucional.
Este fue el precepto que hizo valer el Instituto Nacional Electoral (INE) para la postulación a las candidaturas a gobernador/a este año, al obligar a los partidos a registrar “cuando menos” a siete mujeres en las 15 que estuvieron en juego recientemente. Por eso habrá 7 gobernadoras, número cercano al total previo desde Griselda Álvarez en 1979, hace 42 años.
La puerta del Acceso parece haber sido abierta de par en par, aunque en los municipios los obstáculos se mantienen a pesar de los avances. Si no, cómo explicar que de 106 municipios yucatecos, con 58 candidaturas de mujeres y otro tanto de hombres, sólo triunfaron 31 mujeres.
Ejercicio. Llegar no necesariamente implica ejercer el cargo, menos a plenitud. Aún se concibe como concesión graciosa, mal necesario o necesidad política que una mujer aplique sus facultades constitucionales y legales en su desempeño de su responsabilidad.
Dificultades propias
Cada orden de gobierno tiene sus propias dificultades. En el poder Legislativo eran las comisiones reservadas exclusivamente a hombres —las llamadas “duras”, como Puntos Constitucionales, Gobernación, Hacienda, entre otras—, en tanto que las mujeres podían participar y decidir en las que están más vinculadas a su papel tradicional en el ámbito doméstico.
Esto cambió en la legislatura anterior (LXIV), y en la actual, es mayor el número de presidencias femeninas que masculinas, aunque las “duras” enumeradas son ahora presididas por hombres.
El desempeño de las gobernadoras electas este año será muy relevante para avanzar hacia el reconocimiento de la sociedad a la gestión femenina en los cargos públicos. Está entreabierta esta puerta, pues varias áreas del gobierno y de la sociedad permanecen resistentes a la participación femenina.
Las fotos no mienten cuando proyectan imágenes de representantes de partidos opositores sin un solo rostro femenino; o el dominio absoluto de los trajes obscuros masculinos cuando de seguridad o finanzas se trata.
Permanencia. ¿Cometas? ¿Estrellas fugaces de una sola legislatura? ¿O mujeres que fraguan carreras políticas, administrativas, que alcanzan puestos de dirección donde se desarrollan hasta alcanzar los niveles más altos?
Los obstáculos son múltiples para mujeres y hombres cuando se trata de posiciones de poder —público o privado—, aunque distintos en razón de género. Esta puerta-techo estará abierta cuando una mujer gobierne México porque su partido o coalición la postuló y porque la mayoría del pueblo votó a su favor.
Aún entonces habrá que reconocer que ella abrirá una cuarta puerta, con una manera diferente y eficaz de ejercer la responsabilidad de gobernar para las y los mexicanos sin exclusión alguna. ¿2024?— Mérida, Yucatán.
dulcesauri@gmail.com