Elvira Hernández Carballido
Yo no canto.
Para dejar testimonio de mi estancia.
Ni para que me escuchen los que conmigo mueren.
Ni para sobrevivirme en las palabras.
Canto para salir de mi rostro en tinieblas.
A recordar los muros de mi casa.
Porque entrando en mis ojos quedé ciega.
Y a tientas reconozco, cuanto canto.
El infinito umbral de mi morada.
SemMéxico, Pachuca, Hgo., 27 de marzo, 2024.- Un viento suave comenzó a jugar con sus cabellos, Margarita imaginó que cada ráfaga de esa brisa se convertía en mariposas traviesas o luciérnagas bulliciosas. De inmediato se puso a escribir en un cuaderno esa sensación. Creyó que a todas las niñas le pasaba lo mismo: hacer magia con las palabras. No sabía que eso le pasaba solamente a las poetas.
No quiero recordarla muerta, callada y dormida para siempre. Margarita Michelena se volvió eterna el 27 de marzo de 1998. Quiero evocarla inspirada, bella y airosa.
Durante su infancia hacer poesía para ella era un juego más que la divertía como cuando brincaba la cuerda o corría alrededor del majestuoso reloj de Pachuca, ciudad en la que nació. Entonces, las campanadas que daban puntualmente la hora, para ella eran rumores de una estrella, de un velo centellante que podía bordarse en noches diminutas de dulzura. Y que más allá de la niebla podía escuchar a pájaros musicales posados en infinitos umbrales.
Su nana otomí la recibió una noche del 21 de julio de 1917 y le gustaba contarle que al nacer el llanto que brotó de la pequeña Margarita parecía un tallo que al elevarse ya sostenía la flor de sus palabras. Desde ese momento, la vieja sabia musitó un conjuro bondadoso: “De ti brotarán poemas, Margatira airosa, Margarita bella”. Y no se equivocó.
Pero, en un principio, esa chiquilla preocupaba a la gente que no entendía esa vocación poética latente en su alma. Les sorprendía encontrarla sentada a la sombra de los magueyes escribiendo en su cuaderno versos azules como sus ojos, preguntándose quién es. La escuchaban sorprendidos cuando ella aseguraba que el día preferido de la lluvia eran los lunes. Jugaba a repetir muchas veces la frase: “Cuando yo digo amor, cuando yo digo amor…”, en espera de un milagro que volviera al mundo un lugar más seguro.
En su casa Margarita empezó a ser cautivada por los libros. Varios familiares empezaron a aproximarla al gozo de la lectura, principalmente su tía María Mancera, quien fue determinante para que la pequeña aprendiera a leer a los cinco años de edad y desde ese momento quedara prendida de la literatura.
Cada día se fortalecía en ella la certeza de que su vocación era acomodar palabras para que llegaran al corazón de muchas personas. Así, ya adolescente, su mamá la bendijo y aunque su papá no quería que se dedicara a la vida literaria, Margarita hizo su maleta y cargada de palabras se fue a la Ciudad de México.
En la universidad tuvo compañeros que después brillaron en el mundo literario nacional como Octavio Paz, premio Nobel de Literatura. Aprendió mucho en la escuela hasta que, por fin, la gran alegría: ¡Su primer libro de poemas se publicó! Lo llamó Paraíso y Nostalgia, era el año de 1945.
No le bastó reconocerse poeta, Margarita Michelena buscó otros escenarios para expresarse. Uno de ellos estaba lleno de sonidos y música, así, cuando surgió Radio Femenina, la primera estación radiofónica hecha por mujeres en México, fue guionista de varios programas, entre ellos “Mundo Femenino”.
Décadas después, un día, Michelena decidió publicar sus dos últimos libros: El país más allá de la niebla y Reunión de Imágenes. Ella confesó que ese momento representó “una reconciliación total con la vida y la muerte. Es donde yo me vacié, terminé todo lo que tenía que decir… Le di vueltas a todo y llegué de pronto a eso. Todas mis dudas, mis angustias, quedaron ahí; mis vivos, mis muertos, todo está allí. Por eso digo que ya no tengo nada que escribir después de este poema”.
Le dijo adiós a la poesía, pero no dejó de escribir. Ahora empezó a hacerlo ahora como periodista, publicaba una columna en el diario Excélsior y artículos en la revista ¡Siempre! Además, fundó un periódico hecho solamente por mujeres que se llamó Cuestión.
Y sí, escribió en la prensa hasta el último día de su vida, 27 de marzo de 1998. Margarita Michelena, recordándote estos días para eternizarte siempre.
Por él voy con mis pasos.
Con mi tiempo y mi muerte.
Llevando en estas manos prometidas al polvo.
Que de ti me separa, que en otra me convierte.
Y que es mi frontera inexpugnable.
Un hilo misterioso, una escala secreta.
Una llave que a veces abre puertas de sombra.
Una lejana punta del vuelo centelleante.