El gobierno de Trump: ¿traición a la humanidad?

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SemMéxico, Cd. de México. 26 de febrero de 2025.-“Traición” es una palabra muy fuerte. El diccionario de la Real Academia Española la define a partir de sus sinónimos: deslealtad, alevosía, infidelidad, engaño, felonía, falsía, perjurio, complot, maquinación, conjura, vileza, infamia, insidia, ingratitud, delación.
Quince términos que describen el acto de quebrantar la fidelidad o la lealtad que se debe guardar o tener a una persona o a una causa. Creo que tod@s entendemos el hondo significado de la traición y sus consecuencias hacia quien, hasta antes del acto, confiábamos plenamente.

En lo individual no hay duda: en algún momento puede aparecer la amargura de la traición. Pero, ¿es posible plantear que un país, un gobierno, sea sospechoso de traición a un pueblo, a otro gobierno aliado y amigo hasta cuando aparece el amago del quebranto de la confianza?

Las preguntas me surgieron por la situación que está viviendo Ucrania y su gobierno encabezado por Volodimir Zelensky, aparentemente abandonados a su suerte por parte del gobierno del presidente Donald Trump en la guerra que sostiene contra la invasión rusa a su territorio.

Durante más de cuatro décadas, el periodo de la Guerra Fría, la estrategia basada en la Destrucción Mutua Asegurada (MAD, por sus siglas en inglés) fue un fuerte disuasor de conflictos que fueran más allá de regiones localizadas del mundo.
La formación de la República Popular China en 1949 y la expulsión de los nacionalistas de Chiang Kai Shek a Formosa; el enfrentamiento de las dos Coreas, en los años 50; Vietnam y el sureste asiático en los 60, conflicto que prolongó hasta mediados de los 70; la crisis de los misiles nucleares en Cuba de octubre de 1962; los movimientos guerrilleros en Latinoamérica y regiones de África; la caída del régimen del sha Reza Pahlevi en Irán en 1978, son muestra de que los gigantes nucleares se mostraban los dientes pero siempre retrocedían antes de morderse.

En el marco de la postguerra, Europa Occidental construyó una alianza entre antiguos enemigos, con el propósito centrado en la reconstrucción y el desarrollo de sus naciones. Así nació el Mercado Común Europeo, hoy Unión Europea, que agrupa a 28 países. Se creó la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en 1949, integrada actualmente por 32 estados de Europa, Estados Unidos y Canadá, de América.

En aquellos años, el mundo se dividía en capitalistas y comunistas. Los valores asociados a la libertad quedaron del lado occidental, en tanto que los vinculados a la igualdad correspondieron al mundo socialista. La guerra fue encarnizada, como lo demostraron Vietnam, Camboya y Laos. O la ocupación de Afganistán por la Unión Soviética.

Cuando cayó el Muro de Berlín en noviembre de 1989 y poco después fue disuelta la Unión Soviética, pareció sepultado el orden internacional construido al finalizar la II Guerra Mundial en 1945. La hegemonía estadounidense, sin contrapeso alguno, se instaló en la década de 1990, en los albores del nuevo milenio. Brillaba todavía su valiente actuación cuando apoyó la lucha contra Adolfo Hitler y lo que representó como amenaza a las libertades.
“Estados Unidos no tiene amigos, tiene intereses” es una frase atribuida a John Foster Dulles, secretario de Estado en el gobierno del Gral. Eisenhower (1953-1958) que ilustraría muy bien el proceso de reacomodo del poder en el mundo, en el que nuestros vecinos del norte tienen un papel protagónico.

Los intereses estadounidenses demandaron salir de Vietnam y Camboya; lo hicieron dejando atrás a quienes los habían apoyado en su lucha contra los “comunistas” del Vietcong.
La geopolítica exigió expulsar a la República China, la de Chiang Kai Shek, del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y dar su lugar a la nueva República Popular China: así lo hicieron. A su aliado y operador en Panamá, el Gral. Noriega, cuando ya no les fue útil, lo defenestraron, invadieron su país y se lo llevaron a una cárcel en el norte. Asociarse con Estados Unidos no ha sido seguro para gobierno alguno, pero tampoco para su pueblo.

El pragmatismo de los intereses sobre los principios sufrió un duro revés con los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York. El gobierno de los Estados Unidos recibió la solidaridad mundial en la invasión a Afganistán por una fuerza multinacional en 2001 para acabar con el régimen talibán que apoyaba al cerebro del terrorismo; tuvo apoyo todavía importante contra el régimen de Sadam Hussein en 2003.

Después de 20 años de ocupación de Afganistán, en 2021, las fuerzas armadas estadounidenses se retiraron, entregando el gobierno a los Talibán, los mismos a quienes habían desplazado, los que discriminan y excluyen a las mujeres y a las niñas. Los principios quedaron sepultados frente a la necesidad política de la retirada.

No todo son conflictos armados en el reacomodo del poder. En 2001, China ingresó a la Organización Mundial de Comercio (OMC). La lucha por la hegemonía se trasladó a los mercados, a los tratados de libre comercio y asociación económica.
En ese contexto, el Tratado de Libre Comercio México-Estados Unidos y Canadá (TLCAN) entró en vigor en 1994. Los poderosos vecinos del norte aceptaron conformar una asociación comercial que llevaría a un proceso de integración económica en América del Norte y de esta manera, hacer a la región más fuerte para competir.

El gobierno de Donald Trump muestra una continuidad exacerbada de la política estadounidense de poner por delante sus intereses inmediatos. Si requieren asegurar el abastecimiento de minerales para la moderna industria de chips y semiconductores, la paz en Ucrania se diseña a partir de la entrega de la mitad de sus “tierras raras”.
Groenlandia, tan cerca y tan rica en recursos minerales, puede ser comprada —o arrebatada— a Dinamarca, de la cual es provincia autónoma. El actual TMEC, puede ser dinamitado en su pretensión de convertir a sus socios en subordinados. En el juego del “toma y daca” de los poderosos, ¿qué intercambiará Trump con Rusia? ¿Qué con China? ¿Favorecerá la reintegración del territorio de la ex Unión Soviética, que incluya a Ucrania, a los países bálticos, estos últimos miembros de la Unión Europea?
¿Abrirá la puerta a China para la reintegración de Taiwán a su soberanía, desconociendo acuerdos de protección mutua? ¿Y Corea del Sur? ¿Habrá un “dulce” para el dictador de Corea del Norte también? ¿Qué está dispuesto a conceder Trump a cambio de hacer un desarrollo turístico en la Franja de Gaza?

“Quien siembra vientos, cosecha tempestades”, dice el refrán popular. El presidente Trump ha desatado vendavales en el mundo. A un mes de reasumir la presidencia, las lágrimas y la zozobra de las y los migrantes; la incertidumbre sobre los aranceles; la indignación de los pueblos agraviados por su oferta de compra de tierras a cambio de sus muertos, han recorrido naciones enteras.

El gobierno de Donald Trump puede traicionar a la humanidad, a su esperanza de un futuro mejor, libre de violencias y de guerras. ¿Se lo permitirá el pueblo estadounidense? No lo creo, no lo espero.— Mérida, Yucatán.
dulcesauri@gmail.com
Licenciada en Sociología con doctorado en Historia. Exgobernadora de Yucatán

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